"En la antigua Roma, cuando había una reunión y en la puerta de la entrada se colgaba una rosa, los temas tratados eran confidenciales. (sub rosae)"
Hace unos días, estudiantes de la escuela Normal de Tenería, en el Estado de México pusieron en el papel mediático nacional a su institución.
Luego de salir de la secretaría de Gobernación del gobierno federal con un acuerdo bajo el brazo y en el que gracias al secuestro de varios camiones, se les permitió alcanzar diversos logros a su pliego petitorio
Fundada en 1927 por el general Lázaro Cárdenas, es una de las 37 escuelas rurales que surgió en aquella época como un intento de impulsar la formación de maestros que pudieran recorrer todos los rincones del país en busca de impulsar un modelo educativo.
Hoy, es una de las 17 que aún funciona en el país, bajo un modelo que con el paso de los años dejó de ser funcional para el estado y por el contrario, se convirtió en un dolor de cabeza debido a la formación ideológica, que desde sus inicios, fue acunada en las aulas de estas normales.
Hoy, hablar de normales rurales, sin duda a la mayoría de nosotros nos proyecta a Ayotzinapa, y a la tragedia que sacudió a un gobierno y que aún hoy sigue siendo la bandera política de muchas organizaciones y partidos políticos.
La normal rural de Tacambaro fue la primera en existir, por allá de 1922, buscando que la formación de sus alumnos respondiera al papel y a las exigencias que en ese entonces enfrentaban las comunidades campesinas e indígenas.
En 1934, el entonces secretario de Educación, del presidente Lázaro Cárdenas, anunciaba que la educación que se implantaría en México sería de carácter socialista.
No es de extrañar pues, que en las escuelas normales surgidas en ese entonces se buscará por todos los medios formar a futuros docentes, no sólo como actores de la educación de un pueblo, sino además, como parte fundamental de las luchas sociales.
No es de extrañar que desde entonces, en esas escuelas rurales, a las que generalmente llegaban estudiantes de escasos recursos, se iniciará con un proceso de lucha de clases, de combate al conservadurismo, y de una gran ideología socialista que encontró un enorme caldo de cultivo para las ideas marxistas y leninistas en aquellas mentes de jóvenes con un pasado de pobreza.
Las escuelas normales rurales siguen siendo pues la cuna de estudiantes que acuden a estos planteles ante la falta de recursos, y que una vez, que el gobierno federal, intentó desmantelarlas, han encontrado en la protesta, su única vía de sobrevivencia.
Tenería no es la excepción, con escasos recursos federales y un pequeño apoyo económico por parte del gobierno estatal, han encontrado desde hace varias décadas en la manifestación, el mejor modo de seguir mostrando su existencia.
En Tenancingo, municipio en donde se encuentra enclavada, ya se han acostumbrado a estos jóvenes, que de vez en vez, salen rumbo a la Terminal de Toluca en camiones que han “secuestrado” en busca de nuevas unidades, que, con todo y choferes, permanecen varios días en su plantel.
En varias ocasiones han provocado destrozos y algunos actos de vandalismo. Cuando se escucha que vienen los estudiantes de Tenería, los comercios cierran, y la policía se prepara, para escoltar sus protestas.
Es el eterno juego de un modelo que se niega a morir y de un Estado que prefiere no enfrentarlos de manera directa, aun cuando en ocasiones, violen el estado de derecho y terminen incurriendo en delitos que no son castigados.
Por eso, en días pasados que veía como estudiantes de la escuela de Tenería salían de las oficinas de la otrora poderosa Secretaría de Gobernación sonrientes por haber alcanzado varios “acuerdos” recordé que en el fondo, por más que se intente disminuir, la protesta de los normalistas rurales seguirá siendo una bomba de tiempo.
No, no minimizo el papel que juegan estas instituciones como una opción educativa para cientos de jóvenes que no cuentan con recursos económicos, pero tampoco comulgo con la forma en que han ganado fama y han buscado su supervivencia.
Ayotzinapa es un claro ejemplo, una normal que hoy tiene su fama sustentada más en una tragedia que en su calidad educativa.
Urge si voltear a ver estas normales, no sólo por la violencia o intransigencia que puedan demostrar al exigir, sino también como un medio educativo que tiene que adecuarse.
Una institución surgida de la Revolución Mexicana no puede operar como en aquellos tiempos, sobre todo en un México plural que no requiere de pequeños nichos para una ideología, por el contrario, respetando su “autonomía” debe entenderse que ahí se forman jóvenes que pueden ser los docentes del mañana.
Llevar frente a las aulas, a personas que saben que a través de la violencia o de la manifestación pueden conseguir prebendas no le conviene a nadie.
Una tragedia ya marcó la existencia de estas escuelas, esperemos que sea el momento de que la calidad de sus egresados y el apoyo y acompañamiento que brinde el Estado para su transformación rescate algo, que en su momento fue un modelo que asombró a muchos.
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