Después de los lamentables hechos ocurridos en Culiacán, Sinaloa, a propósito de una muy mala estrategia para capturar a Ovidio Guzmán López, hijo de uno de los capos más importantes y conocidos de México, Joaquín el Chapo Guzmán, se informó que arrojó como saldo ocho muertos, entre ellos, el de Alfredo González Muñoz, de 26 años, recién enlistado en la Guardia Nacional, y quien, se reportó, fue objeto de tortura antes de su muerte.
La falta de comunicación entre las autoridades dejaron muchos huecos informativos, ya que Alfonso Durazo, todavía secretario de Seguridad y Protección Ciudadana, cambió la versión de la narrativa de los hechos en seis ocasiones, generando con ello mucha confusión.
Resulta ser, hasta este momento, que no se cuenta con una versión oficial correcta de los acontecimientos, para conocer lo que en realidad pasó aquella tarde en Culiacán. La información viene de un lado y otro, incluso de medios y autoridades estadounidenses.
Tan es así, que Alfonso Durazo tendrá que comparecer en los próximos días ante el senado de la República. Para el funcionario, que a pesar de que ha sido respaldado por el presidente Andrés Manuel López Obrador, parece que sus días en el cargo realmente están contados, y su comparecencia ante los legisladores, no será de ninguna manera tersa.
Por otro lado, escuchamos continuamente durante las charlas mañaneras, el presidente de la nación presume que se reúne todos los días con su gabinete de seguridad desde muy temprano, como lo prometió que lo haría, aunque ahora, más que nunca, parecen no tener sentido esas reuniones, ¿cuál ha sido el beneficio para los mexicanos?
A juzgar por los hechos, no únicamente de lo acontecido en Sinaloa, sino en muchas otras partes de la geografía de la república, el “vamos bien” se escucha sin sentido, más bien, parece ofensivo para las zonas de mayor conflicto.
Reunirse todos los días con el gabinete de seguridad, no resulta de mucho beneficio para el pueblo, las cosas no han mejorado, y la insistencia de culpar al ex presidente Felipe Calderón por todo lo que se refiere a este tema, se le está agotando.
Se reportaron 29,629 muertos en los primeros diez meses de este sexenio, de acuerdo con Animal Político, con ello, si Felipe Calderón, como dice el tabasqueño, dejó un cementerio en todo el territorio por patear al avispero, ¿cuántos cementerios debemos contar con el gobierno actual?
Ha señalado reiteradamente el presidente López Obrador que con la decisión de dejar en libertad al hijo del chapo evitó una masacre, y puede ser que así haya sido, dadas las circunstancias del momento más álgido de aquél 17 de octubre, pero, no debe pasar por alto, que todo lo provocó la mala estrategia de captura de un importante criminal, porque esas decisiones y esa mala planeación, cobraron la vida de 8 personas.
Pero, si de masacres se habla, también hay de dónde, de acuerdo con Expansión, se cuentan 10 masacres significativas en los diez meses del gobierno de AMLO (por el número de víctimas), Veracruz, Michoacán, Guerrero, Morelos, Tamaulipas, son de los Estados que más víctimas reportaron.
Ahora bien, llama la atención que después de los hechos de Culiacán, el de Macuspana se subió a un avión y se fue a Oaxaca; el viaje ya lo tenía programado en su agenda, pero, ¿no era de suma importancia atender la crisis de seguridad que se vivía en ese momento? Pues aparentemente no para él.
El titular del ejecutivo se subió a un vuelo comercial y como cualquier ciudadano se desconectó del mundo, ¿qué tal? Por momentos parece que prefiere pasar así, como un ciudadano normal y no como el presidente constitucional de este país.
El caso es que cómodamente nuestro presidente se fue a Oaxaca, a escuchar las porras de niños que gritaron a todo pulmón para él, para terminar a coro con un mensaje filosófico “me canso ganso”, y así, se le vio feliz, como lo demuestra el material fotográfico compartido por la prensa presente, y ¿Culiacán presidente?
Pero aún faltaba lo mejor, durante una de sus charlas mañaneras, cuando se le preguntó a AMLO del tema de Culiacán, se puso a hablar alegremente de béisbol, y su crónica ha de haber dejado perplejos a varios comentaristas deportivos, sin traba, ni titubeo alguno, a diferencia de su clásica forma de hablar, porque lo hizo de corridito y con pocas pausas, dio cuenta de lo sucedido en las grandes ligas.
Por lo que se puede presumir que son; los programas sociales, sus obras emblemáticas y el béisbol, sus prioridades, así lo hace ver.
