Es en la infancia cuando formamos a nuestras niñas y niños en su carácter, desde ahí los contaminamos con roles de género.
Color rosa, bebés, y trastes, para niñas; azul, carritos y balones, para niños.
Además de enseñarles que la mamá tiene que atender al papá; que la mamá, aunque trabaje y lleve dinero a la casa, le toca cocinar, hacer la comida, lavar, planchar la ropa y mantener la casa limpia, mientras que el papá trabaja y es atendido por la mamá o hermanas.
En algunos casos, cuando existen hermanos y hermanas, muchas veces fomentan que es responsabilidad de las mujeres atender a los hermanos.
Se les permite a los hombres llamarle la atención a las hermanas, incluso pegarles.
En casa no se les deja colaborar con las tareas del hogar, solo por ser hombres.
Hoy muchas mujeres se quejan de la pareja que tienen machista; que no colaboran en tareas de casa; que no pueden expresar sus ideas y son calladas hasta por sus propios hijos.
A muchas no las dejan tener una vida social de mujer, y no quiero decir que se la pasen en la fiesta, sino que no las dejan hacer cosas realmente importantes, como los chequeos médicos con el ginecólogo o mastografía, porque no permiten que alguien más vea a su esposa.
No las dejan visitar a su familia; no las dejan usar ropa linda y menos tener amigas. Muchos pensarán que exagero pero es una realidad.
Abundan hombres con personalidad de machos, pero olvidamos que son patrones aprendidos en casa; fomentados por mamá y papá.
Es importante que ya no criemos machos, sino hombres que respeten a la mujer, que colaboren en el hogar, que impulsen a sus parejas, pero todo inicia en casa.
Dicen que quien trata a su pareja como una princesa, seguro fue criado por una Reyna.
Criemos hombres responsables y con valores; hagamos una nueva generación de caballeros.
El poder de las mujeres en el seno familiar es transmitir valores; seamos fábricas de caballeros; demos a la sociedad hombres y mujeres de bien con valores.
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