¿Piensa Usted en la muerte?, preguntaron a Marcel Duchamp, tratando de provocar al maestro francés de la provocación, el divertido artista bromista precursor del Pop Art y éste contestó: ¨Lo menos posible¨.
Pero en estos días, si viviera, seguramente Duchamp estaría gozando del Halloween (el nombre halloween viene de la frase en inglés All Hallow's Eve que significa "víspera de todos los santos") en Estados Unidos donde se naturalizó ciudadano desde 1955 hasta su muerte, precisamente el 2 de octubre de 1968, día aciago en México por la matanza de estudiantes en Tlatelolco, que no se olvida.
Y aunque Duchamp jamás visitó México probablemente hubiera disfrutado el lado jocoso de la conmemoración de los Fieles Difuntos o Noche de Muertos en nuestro país, que sigue al Día de Todos los Santos el 1 de noviembre, con su visita a los panteones a ofrendar alimentos a sus ancestros (aunque al final del día son los vivos los que se los acaban comiendo).
Porque por unos días en México recordamos a nuestros seres queridos que fallecieron (en el calendario católico para el siglo ocho, queriendo cristianizar la fecha, la iglesia declaró que el primer día de noviembre sería el día de Todos los Santos, aunque la mayor parte de las prácticas del Halloween continuaron) y, por otro lado, nos reímos de la muerte (aunque en esta Narcoera aciaga reprobamos todos los días los asesinatos y de ninguna manera festejamos esas muertes que cotidianamente deploramos).
La capital del Halloween
El 31 de octubre de 1920 los habitantes de Anoka, Minnesota, frenaron la ola de vandalismo juvenil (las bromas de Halloween eran bastante pesadas entonces) y crearon un festival que incluyó todos los elementos alusivos a la fecha, dando origen al primer festejo masivo de Halloween en Norteamérica.
Halloween es el nombre que se le da a una fiesta pagana celta heredada del siglo XIX de los primeros inmigrantes irlandeses, quienes llegaron a América del Norte en la época de la Gran Hambruna irlandesa de 1840. Se cree que ellos transmitieron la tradición, y difundieron la costumbre de tallar calabazas gigantes, ahuecarlas y colocarles una vela dentro, para formar los farolitos hoy conocidos como “Jack-o’-lantern” (por remitir a la leyenda de Stingy Jack o “Jack el Tacaño”, sobre un granjero que usó una cruz para engañar al Diablo).
La Noche de Brujas
Cuenta una antigua leyenda que las viejas brujas hacían una reunión en dos ocasiones durante el año: el 30 de abril y el 31 de octubre. Satán realizaba la convocatoria y ellas acudían montadas en sus escobas, como las configura la tradición popular, para compartir hechizos y sabiduría negra en aquellas fiestas macabras, llamadas aquelarres. Desde antaño la noche de brujas se mezcló con la celebración actual del Halloween.
¿Dulce o travesura?
El conocido “Dulce o travesura” con el que se celebra en la actualidad esta fiesta está basado en una leyenda popular céltica, la cual cuenta que toda clase de entes procedentes de todos los reinos espirituales podían vagar libremente la noche de Halloween (los celtas creían que los muertos y los espíritus regresaban la noche del 31 para visitarlos y atormentarlos).
Entre éstos, destacaba uno terriblemente malévolo que deambulaba por las aldeas y pueblos, casa por casa, pidiendo un “Truco o Trato” (Trick or Treat). Según la leyenda, lo más conveniente era hacer un “trato” con el espíritu -que más tarde se llamaría Jack O’Lantern- porque, de lo contrario, éste usaría sus poderes para hacer un “truco”, lo que consistía en maldecir a la casa y a sus habitantes.
Como una forma de protegerse, nació la idea de elaborar calabazas huecas con formas escalofriantes, para engañar al espectro. Actualmente, el “Truco o trato” se conoce como “Dulce o travesura” y tiene una connotación mucho menos tenebrosa, que consiste en que los niños pidan dulces en las casas de su vecindario y, si no les dan, estos puedan hacer una “broma”, como arrojar cosas contra la puerta.
Sin embargo, la festividad no comenzó a celebrarse masivamente en los Estados Unidos sino hasta 1920, en que se celebró por primera vez un desfile de Halloween en Minnesota. Ese día festivo celebrado el 31 de octubre, se ha convertido en una divertida fiesta norteamericana que se distingue por los disfraces, dulces y temas sobrenaturales. Y desde finales de la década de los 70 y a principios de los 80, la festividad se internacionalizó gracias al cine macabro y las series de horror de televisión.
¿Me da para mi Calaverita?
En México, en un profundo sincretismo cultural, se unió dicha tradición con las costumbres autóctonas heredadas del pasado indígena y su fusión con la colonización hispana. En consecuencia, además de las visitas a los panteones se acostumbra que los niños salgan a pedir dulces o calaverita el primero de noviembre, fecha en que se recuerda a los pequeños que perdieron la vida.
Hay la versión sobre el origen de pedir calaverita que señala que esta tradición es de origen prehispánico. Según esto, pedir calaverita tiene su origen con un niño indígena que quedó huérfano desde muy pequeño. Al momento de seguir la tradición indígena de recordar a sus difuntos y no tener comida para la ofrenda, salió con la carita pintada a pedir su “calavera”. Las personas que lo veían le daban pan, frutas, dulces o cualquier tipo de alimento para colocar la ofrenda a sus padres difuntos.
La tradición se afirmó cuando otros niños hicieron lo mismo, pidiendo calaverita con una calabaza con una cara esculpida y una vela en su interior. Hoy los pobres niños mexicanos globalizados han adaptado la festividad del Halloween utilizándola como una nueva manera de pedir limosna en esos simbólicos días de guardar.
Calaveras Literarias, tradición del Día de Muertos
Las Calaveras literarias fueron publicadas por primera vez en 1849 por el periódico El Socialista, de Guadalajara. Las calaveras se caracterizan por retratar la realidad de una situación, de una persona, personaje o incluso de un país con un estilo irreverente en forma de epitafio.
Esta crítica social la supo representar magistralmente el caricaturista José Guadalupe Posada. Las calaveras literarias suelen acompañarse de La Catrina, nombrada así por el gran muralista mexicano Diego Rivera. Este importante muralista plasmó “La Catrina” en 1947 en su obra “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central“, actualmente en el Museo del Centro Histórico de la Ciudad de México.
En fin, cabe reflexionar en esta era de entusiasmo democrático en México en que como decía Posada, ¨La muerte es democrática, ya que a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”.