Hoy quiero exponer a usted, estimado lector, estimada lectora, la situación de los jornaleros mexicanos, esa masa invisible de 2.7 millones de mexicanos que trabajan en el campo y que son, la mayoría de las veces, ignorados por nosotros.
Lo haré en base al libro de José Manuel Hernández Trujillo y María Antonieta Barrón Gómez, investigador del Departamento de Economía de la UAM Azcapotzalco el primero, y profesora de la facultad de Economía de la UNAM la segunda.
El libro se llama “Trabajando para vivir, entre la pobreza y la miseria. El caso de los jornaleros agrícolas de México”, editado por la UAM Azcapotzalco en el año 2016.
Comienzan los autores definiendo el sujeto de estudio: los jornaleros agrícolas son trabajadores del campo que se emplean de manera intermitente en las actividades manuales que se requieren en la producción, desde la siembra hasta el empaque de los cultivos; se sobreentiende que no son propietarios de tierras.
La situación de este sector, que agrupa a 9.2 millones de personas al considerarlos junto con sus familias, es, señalan los autores, cada vez más precaria en términos reales, con salarios a la baja y condiciones de trabajo inestables; con programas sociales dirigidos a ellos cada vez más ausentes y aplicados de tal manera que sus impactos no llegan a mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.
Mencionan que para los jornaleros agrícolas, migrar de sus localidades de origen a sus lugares de trabajo no es una alternativa, es una necesidad; y señalan que, en pleno siglo XXI, “la persistencia de las tiendas de raya en los campamentos de asentamiento de jornaleros los ha convertido en esclavos sin posibilidad de escapar” (página 17).
En uno de sus capítulos, el 5 para ser concretos, mencionan los problemas de medición de estos millones de personas, debido a las características de la actividad agrícola, la estacionalidad y el proceso de trabajo, que obliga a la concentración de jornaleros por un periodo específico y en unos cuantos puntos del país.
Entre las conclusiones de su estudio señalan:
1. En prestaciones, 82 por ciento de los jornaleros no cuentan con ninguna prestación, no obstante que trabajan hasta diez meses del año.
2. La escolaridad es un indicador de condiciones de vida; entre los jornaleros el analfabetismo es de 19.5 por ciento para los hombres migrantes y el 29 por ciento para las mujeres migrantes.
3. 21 por ciento de las familias que migran no come carne nunca, 55 por ciento nunca come pescado y 46 por ciento nunca toma leche.
Y este es el México que nos permite tener los productos agrícolas en nuestra mesa, y los que han permitido que la balanza agrícola sea positiva para México.
¿Cuándo les tocará su parte de estos beneficios?
Es urgente que los programas sociales dirigidos a ellos se redefinan en sus diseños, para que sean más efectivos y que permitan mejorar sus condiciones de vida y de trabajo.
* Doctor en economía por SciencesPo París; profesor-investigador en el Departamento de Economía de la UAM Azcapotzalco
