Decía Víctor Hugo que la música expresa aquello que no puede decirse con palabras pero no puede permanecer en silencio. Quizá por ello en mi vida cotidiana puedo prescindir de muchas cosas, excepto de la música; es mi espacio de libertad y detonante de creatividad.
Escribo y mientras escribo, escuchó de fondo a Trace Chapman. Escribo y mientras escribo, pienso que de todas las expresiones humanas, la música representa el primer y permanente contacto con “El Ser”. Aún no nacemos y ya reaccionamos ante los sonidos musicales.
Los expertos dicen que escuchar música a edades tempranas mejora las actividades cognitivas. Hay oídos para todo y de todo, algunos han crecido con Bach, Beethoven, Mozart, Handel; otros lo han hecho con Armnstrong, Billie Holiday, B.B King; habrá quienes prefieren a Leonard Cohen, The Beatles, Gardel, José Alfredo, Agustín Lara, ritmos latinos, afroamericanos, folclore.
La llegada de internet ha permitido que cada vez más personas puedan experimentar, crear y distribuir música de una manera más sencilla. Toca hacer esfuerzos desde diferentes trincheras para que nos abramos al universo musical y podamos disfrutar de Nereidas, tanto como de las Cuatro Estaciones; de Yesterday como de La Maza, de Granada como de La Vie en Rose; de Janis Joplin, Amy Winehouse, como de LNG SHT o Lafourcade.
Para Magdalena Martínez, la música es el arte más directo, entra por el oído y va al corazón. Corresponde a nosotros darle su tiempo y su espacio; corresponde a nosotros generar las condiciones para que la niñez y la juventud puedan entrar al universo musical, no sólo como escuchas, sino incluso con la posibilidad de experimentarla como proceso creativo. Enfocada a fines sociales, la música logra empoderar a las personas, les da un sentido de pertenencia y también de orgullo.
Este sábado tuve la oportunidad de ser testigo de la pasión y entrega de más de 40 jóvenes que, bajo la batuta de su joven director, nos hicieron vibrar. Irrumpieron el escenario con la reina de Saba y cerraron con la Sinfonía Núm. 1 de Schumann.
Mientras los escuchaba no pude dejar de pensar que, como ciudadanos, requerimos más proyectos como éste, propuestas sustentadas en un esquema socio-formativo que ocupe el quehacer musical como herramienta para detonar un cambio en la realidad y en la formación integral de cientos de niños y jóvenes.
Escribo y aún los escucho, veo sus sonrisas e imagino sus sueños. Escribo con el orgullo de saber que los proyectos musicales –sean del tipo que sean– son siempre un semillero continuo y permanente de talentos. Escribo sabiendo que su arte nos permite evocar un anhelo de comunidad, porque la música casi siempre es mejor si se hace en equipo.