Matices... El color del encierro

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Matices... El color del encierro

Miércoles, 08 Noviembre 2017 04:28 Escrito por 

Matices

El color del encierro

Si algún día nos hemos sentido sin fuerza, carentes de energía, llenos de melancolía e incluso un poco desmotivados y hasta depresivos, quizá estemos en alguno de eso días grises donde se mezcla todo y nada, como si fuera una telaraña, donde lo único que se delinea es el vacío.

Me pregunto si fueron esas las razones por las que se eligió el color gris para la mayoría de los centros de prevención y readaptación social. ¿Se quiso representar simbólicamente la tensión que existe entre el bien y el mal? ¿O se pensó que el color gris puede expresar constancia y disciplina?

Sea cual sea la razón, lo que es cierto es que cuando uno entra a esos centros, en las miradas de quienes ahí habitan se transpiran los grisáceos, impregnados de la ausencia de color y la mezcla de todos los colores.

En medio de una carrera atlética realizada en el penal, conversé con la subdirectora, pulsé su lado humano; ella se refirió al abandono que sufren las mujeres que se encuentran privadas de su libertad, la gran mayoría quedan desprovistas de afectos, lo que repercute en un acompañamiento para su debido proceso; difícilmente la familia soporta los gastos de un abogado que dé seguimiento específico a su caso, pese a que todos saben que el seguimiento con un abogado de oficio retrasa enormemente el proceso.

En este caso también se aprecian diferencias de género; existen estudios que permiten afirmar que las mujeres que están en situación de encierro padecen mayor soledad que los hombres.

Cuando un hombre está en una institución de confinamiento de este tipo, generalmente recibe la vista de su esposa, mujer o compañera que casi siempre acude a las visitas o al seguimiento del proceso acompañada de sus hijos. El caso de las mujeres es diferente, los maridos, esposos o compañeros generalmente se alejan, se olvidan; sus presencias se van tornando “grises”, como grises son las paredes de los centros de rehabilitación social.

Para la gran mayoría de las mujeres el tiempo pasa despacio, a veces más de quince años para cerrar el proceso y determinar su inocencia o culpabilidad. La funcionaria me confiesa que escuchando sus historias a veces flaquea, otras más confirma la astucia, cinismo y perversidad que caracteriza a quienes están dentro.

Fue una carrera de resistencia: 35 vueltas para sumar diez kilómetros, poco más de una hora, un centenar de internos, tres veces más de porra. No era por el premio que corrían: un libro, una camiseta o unos rollos de papel higiénico para los primeros lugares. Es una forma de resistir, de romper con la rutina del encierro, de sentirse vivos y transgredir sus propias fronteras.

¿Por qué ocuparnos de ellos? ¿Por qué brindarles una oportunidad de vida? ¿Por qué olvidar que detrás de ellos, estamos nosotros mismos.

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Ivett Tinoco García

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