El próximo noviembre, Estados Unidos elegirá primer mandatario, en medio de un contexto por demás complejo tras todos los sucesos del presente año. Donald Trump buscará la reelección contra John Biden, atravesando una profunda crisis sanitaria y económica, además del malestar social generado por el infame asesinato de George Floyd. La ciudadanía de nuestro vecino medirá el desempeño del presidente, quien ha respondido mal a todas las coyunturas y ha optado por fortalecer su narrativa para cohesionar a su base, aunque esto ha derivado en la unión de los otros sectores del electorado en torno al candidato demócrata quien, a la fecha, cuenta con una ventaja de más del 10%.
Solamente 4 presidentes en la historia norteamericana han perdido su reelección, y todos han fracasado en medio de circunstancias económicas adversas que llevaron a la población a buscar un cambio. Hasta hace unos meses, la carta fuerte de Trump era, precisamente esa, habiendo logrado un buen crecimiento y estabilidad a partir de sus reformas. Sin embargo, todo se derrumbó con la llegada de la pandemia y, para la mayor fracción de estadounidenses, el problema es mucho más grave de lo que debería ser por el irresponsable accionar de su presidente. Según encuestas y mediciones la (correcta) creencia popular es que el primer mandatario manejó muy mal la crisis sanitaria y como consecuencia se profundizó y extendió la depresión económica, convirtiendo a Estados Unidos en el país más afectado con muchos más contagios que cualquier otra nación.
También crecieron en estos meses, las demandas por reformas sociales profundas tras el deceso de George Floyd, y Trump ha mostrado no ser el hombre indicado para llevarlas a cabo tras todas las declaraciones, acciones y actitudes tomadas a partir del terrible suceso y las manifestaciones que exigían justicia y cambios. Las principales exigencias buscan acabar con la segregación racial y conseguir que, ante los ojos de la ley, los afroamericanos sean tratados con equidad, además de conseguir enmiendas económicas y sociales para incorporar a las dinámicas de desarrollo a los sectores que padecen segregación y son aislados sistemáticamente, privándolos de acceder a las mismas oportunidades educativas y laborales de los más privilegiados. También se agudizó el clamor por una seguridad social universal e integral; si bien es una demanda a la cuál no se ha encontrado solución desde hace años, los problemas sanitarios recientes han incrementado la exigencia popular.
A todas las exigencias sociales, Donald Trump ha respondido con desdén e irresponsabilidad, apostando por mantener la narrativa que fortalece a su base electoral, aunque ello signifique que la mayoría de los votantes genere conciencia sobre la importancia de hacer cambios al poder ejecutivo en noviembre. Los resultados están a la vista, y después de semanas haciendo menos los grandes problemas nacionales, el presidente ha cosechado una enorme desventaja ante el abanderado demócrata. De mantenerse la tendencia, Joe Biden podría ganar los comicios el penúltimo mes del año y, convertirse, a inicios del próximo, en presidente de Estados Unidos. La inercia dependerá, en gran medida, de las acciones del actual mandatario y sus consecuencias en la opinión pública. El opositor y actual líder en las encuestas poco tendrá que hacer al haberse convertido este proceso en un referdum sobre la aprobación del manejo de la crisis sanitaria, económica y social.