Después de muchos meses de proceso electoral norteamericano, llegó el día de la elección. Evidentemente, por el peso y el rol de Estados Unidos para México y el mundo, es necesario poner atención para conocer el rumbo que tomarán los distintos acuerdos y relaciones multilaterales tan afectadas por Trump. Estas campañas se han desarrollado en un contexto inédito al suscitarse en medio de una pandemia mundial y una profunda crisis económica, alterándose las formas de buscar al electorado, los temas en la agenda pública y las preferencias de la ciudadanía. Es evidente que el actual primer mandatario hubiera sido el claro favorito en circunstancias normales, pero el covid-19 vino a reconfigurar el escenario electoral estadounidense, así como impactó la vida cotidiana de prácticamente todo el planeta.
Inicialmente, habiéndose definido a Trump como único aspirante Republicano, se inició el proceso para determinar a su adversario. Pronto, Bernie Sanders tomó la delantera para hacerse de la nominación Demócrata, pero conforme se fueron retirando competidores la balanza se fue inclinando hacia Joe Biden por la aversión estadounidense a una izquierda más radical. Ya en plena pandemia, Biden y Trump comenzaron a confrontarse, aunque muy temprano en las campañas se decantó la población por el abanderado del Partido Demócrata. La mayoría de los ciudadanos norteamericanos vieron a Donald Trump como el principal responsable de la crisis económica al haber ejecutado un terrible manejo de la pandemia. Es pertinente recordar que los únicos presidentes que han fallado buscando la reelección, han sido precisamente los 4 enfrentando una crisis económica.
Desde que el exvicepresidente tomó la delantera, han sucedido demasiados eventos que por sí solos serían de la magnitud suficiente para modificar las tendencias electorales, pero, dado el tamaño de la crisis económica y sanitaria, una porción grande de la ciudadanía parece dispuesta a interrumpir el gobierno de Trump por su ineficiente manejo de estas circunstancias. Tan desafortunado como su gestión del covid fue su narrativa ante la justa causa de Black Lives Matter, lo cual terminó por reforzar a Biden. Además, el mismo presidente dio positivo en covid, se dieron dos debates entre candidatos y se acusó reiteradamente al hijo del abanderado Demócrata de corrupción y nada cambió el rumbo de la voluntad popular. Es evidente que difícilmente algo hará que el patrón se modifique en favor del partido Republicano.
Es cierto que Hillary Clinton también llegó por encima en las encuestas de 2016 pero, lo que ha escapado de la vista de muchos, es que en los “estados columpio” ella no contaba con ventaja y casi todos estaban en duda, inclinándose a favor de Trump el día de las elecciones. Esta situación también es diferente hoy, pues Biden tiene ventaja en la mayoría y únicamente en un par existe un escenario parejo y competido. Con una probabilidad casi total del regreso de los Demócratas a la Casa Blanca, resta por ver el desarrollo de la jornada electoral, los sucesos posteriores y la actitud de Donald Trump quien, en varias ocasiones, ha desacreditado a las instituciones de su país, amenazando con no aceptar los resultados si estos no los favorecen.
