El pasado martes, los estadounidenses votaron por su próximo presidente. La contienda se dio entre el presidente Donald Trump, y el ex vicepresidente Joe Biden. Fue una contienda pareja, decidida en los “estados columpio” por márgenes estrechos y una gran polarización. El abanderado demócrata consiguió voltear estados importantes para rebasar la cifra de 270 votos electorales, necesaria para ganar. Sorprende a muchos que, a pesar de la pandemia y la crisis económica, el actual presidente haya conseguido estar tan cerca de reelegirse a pesar de haber ejecutado un mal manejo de esta coyuntura y, como consecuencia, profundizar las consecuencias para su pueblo. Sin embargo, Trump no pretende ceder la elección y, en un suceso inédito, se convertirá en el primer candidato perdedor en no optar por una aceptación del resultado.
Además de ser una competición muy pareja, el pasado 2 de noviembre también fue histórico por ser la jornada de mayor participación electoral en la historia estadounidense. Por la pandemia, alrededor de 100,000,000 de sufragios fueron emitidos por correo o anticipadamente. Se encontró que el votante demócrata hizo mayor uso de este mecanismo, por lo cual expertos adelantaban que los estados que contaban los votos por correo después de los emitidos en la jornada iban a darle una temprana ventaja a Donald Trump. Por lo tanto, sucedió lo pronosticado en esta contienda, durante la noche del martes parecía que el presidente republicano vencería y, preparando su estrategia para desestimar la elección, se proclamó ganador a pesar de no haberse contado aún millones de votos.
El miércoles por la mañana, las tendencias comenzaron a cambiar conforme fueron añadidos los paquetes por correo y Joe Biden tomó una ventaja decisiva hasta que, días después, alcanzó 279 votos electorales.
Ante esto, el actual mandatario acusó fraude electoral y ha mantenido esa narrativa para fortalecer a su base, presionar a los congresos locales republicanos (encargados de definir a los electores de su estado), y empujar a acciones legales y recuentos de votos.
De tal forma que parece venir un periodo de transición ríspido en el cuál Donald Trump no concederá. Todo parece ratificar un intento de hacerse por la presidencia por la vía legal o presionar a las legislaturas locales de ciertos “estados columpio” que no garantizan la “lealtad” de los designados para participar en el colegio electoral. Sin embargo, las posibilidades de conseguir un nuevo periodo por estas rutas son mínimas.
A diferencia del año 2000, donde todo se redujo a un estado (Florida), en esta ocasión son varios estados los que le dieron la victoria a Joe Biden y es, prácticamente imposible, conseguir su propósito cuando en ninguno ha habido sospecha real de fraude o conteo alterado de sufragios.
