Caciques y virreyes han sacado a relucir en los últimos meses, su arsenal más grotesco de mañas para capturar más poder político y económico a costa de las instituciones y los ayuntamientos. Como siempre, los tiempos electorales han revelado lo peor de la clase política y a los ambiciosos capaces de arriesgar la vida de miles, en plena pandemia, con tal de satisfacer sus ambiciones. Se desmorona nuestra democracia al ver a representantes de las élites ejecutar estrategias basadas en invertir dinero para obtener candidaturas sin ningún vestigio de ética, interés genuino por la gente, ideología, trayectoria, preparación o proyecto.
Sabiéndose incapaces de resolver los principales problemas de pueblos lastimados por la desigualdad, trabajan a marchas forzadas para obtener espacios de participación para los que no están calificados y así, adquirir de manera irresponsable la posibilidad de gobernar sin lo necesario para mejorar la vida de miles de familias. Se conforman pequeñas plutocracias a nivel local, donde el poder político no trabaja para las mayorías, pero si es deformado para satisfacer las ambiciones de individuos con condiciones económicas para secuestrar a los partidos políticos municipales. La gente puede ver su situación empeorar en manos de improvisados con demasiada ambición y poca responsabilidad. Si el poder y los recursos de la ciudadanía están en manos de personajes dispuestos a corromper medios e instituciones, su inercia los llevará a lucrar con las necesidades para acumular más, empleando lo que debiera ser destinado para combatir la desigualdad en beneficio de unos pocos cercanos a la política municipal.
Es forzosa la edificación de mecanismos para proteger a nuestra democracia del asalto de improvisados con posibilidades económicas para promoverse y engañar a una porción suficiente del electorado que les permita secuestrar los ayuntamientos para beneficio particular. Tiene que existir un engranaje de cribado para proteger al sistema electoral y evitar la conformación de una plutocracia donde el Estado es para una minoría. Por el bien de todos, la política debe tener filtros capaces de garantizar la participación de verdaderos representantes populares en beneficio de las causas de las mayorías olvidadas y vulneradas. La sociedad habrá de identificar en las urnas a quienes se hicieron de un hueco a partir de tratos cupulares, para tener en sus manos la posibilidad de rechazar a quienes no ejercen la política con sinceridad y patriotismo. En 2021, sobrarán las candidaturas repartidas entre personajes con la única capacidad de hacer manipulaciones financieras para promoverse y, de conseguir acumular más poder político, la ciudadanía verá cómo se desperdician otros tres años en los cuales no se ejercieron sus recursos para el bienestar social.
