A poco tiempo de que ha concluido el ciclo escolar, suigéneris, se hacen los análisis necesarios para determinar cuáles fueron los resultados del encierro forzoso durante la pandemia y sus efectos en la nueva forma de realizar el proceso de enseñanza-aprendizaje.
Como ya lo hemos visto, las formas y métodos cambiaron; las tecnologías de la información se volvieron fundamentales para lograr el objetivo de concluir el ciclo escolar en buenos términos y para planear el siguiente periodo. En muchos de los planteles de todos los niveles y de escuelas públicas y privadas, se cumplió con la meta y los alumnos aprobaron mediante un gran esfuerzo, sin demeritar el de los docentes y autoridades educativas. México es un país de grandes mujeres y hombres que todos los días se esfuerzan por salir adelante y eso quedó demostrado con la culminación exitosa del periodo al que me refiero.
Sin embargo, esta pandemia en la que se probó que los mexicanos sí podemos salir adelante, también atrajo consigo situaciones que, desafortunadamente, ratificaron la pérdida de muchos valores importantes, entre ellos la convivencia familiar.
Recuerdo perfectamente, queridos lectores, la época en que la familia se reunía todos los días a tomar sus alimentos, los sábados o domingos de convivencia, las pláticas diarias con los padres para comentar el día a día y los problemas que los hijos tenían que resolver y platicar; lamentabñemente la vorágine social y la tan lastimada economía, hicieron que todo eso se perdiera, y ahora que la convivencia fue forzosa, fue muy difícil retomarla y en muchos casos terminó en violencia. No lo digo sin evidencia, los estudiosos del tema y las estadísticas sugieren un aumento en la violencia familiar; las varias instituciones educativas operaron como receptores de denuncias de sus alumnos y las canalizaron a las instancias correspondientes, por eso afirmo que el objetivo se cumplió, pero se realizó un gran esfuerzo y se sortearon obstáculos difíciles, técnicos y hasta sociales.
Qué triste que el valor del respeto en la convivencia familiar se haya perdido por circunstancias materiales; qué tristeza que esa convivencia sea difícil de lograr y qué mal que las familias, en una gran proporción, se hayan convertido en disfuncionales.
La violencia siempre ha sido un cáncer social, y más si se da en el entorno familiar o entre personas con lazos afectivos o de amor, por eso la creación del tipo penal del feminicidio, en el cual yo, como abogado, no estoy de acuerdo, pero ese es otro tema; sin embargo, esta violencia entre personas que se quieren es más lacerante y dolorosa, precisamente por esos lazos afectivos, entonces ¿qué le podemos decir a un joven estudiante que no puede cumplir con sus obligaciones escolares porque es agredido en su casa?, creo que solo podemos afirmar que estamos fallando como sociedad.
Mi reconocimiento a quienes hacen un esfuerzo especial, no solo educando o impartiendo conocimientos, sino protegiendo y apoyando en todos estos temas a los niños, adolescentes y jóvenes y mi rechazo total a quienes ven este tema como algo ajeno. El Estado Mexicano debe responder a su ciudadanía castigando con mano dura la violencia familiar, especialmente a niños y adolescentes, pero debe ser insistente en la creación de políticas públicas de prevención para este mal que lacera a nuestra sociedad y nosotros como ciudadanos integrarnos de lleno a las acciones en este sentido.
Por cierto: Entramos de lleno a la época de lluvias y estas han rebasado desde un principio las expectativas de los expertos. Cuidémonos y hagamos caso a las indicaciones de la autoridad, sobre todo, quienes viven en zonas de alto riesgo por inundaciones.