En cada país, en cada época y familia, tenemos una herencia que viene de largo aliento. Así como no elegimos a los padres o bien a las madres a las que pertenecemos, tampoco sabemos en qué época nos tocará nacer. Para que todo suceda, la historia universal tenía que haber sucedido, decía no me acuerdo quién.
La música, las canciones o la oferta musical que nos tocó paladear estará, siempre, fuera de nuestros resortes personalísimos. ¡Qué pudieron elegir los niños Mozart, Beethoven, Brahms, Haydn o Schubert! La fortuna les hizo coincidir para que, a fuerza de talento, capacidad, disciplina y personalidad les llevaran a ser lo que fueron y aquello que nos aportaron como los grandes compositores que fueron, para delicia nuestra.
Dice uno de mis filósofos favoritos lo siguiente: ¿Qué sería de la música sin la vida? En efecto, el lenguaje musical ilumina la existencia humana y, no al revés. Existen una montaña de bazofia de lo que a diario consideramos “musical” o canciones que mueven nuestras fibras más sensibles. A veces, cualquier “jingle” o anuncio lerdo nos parece de la más alta creación artística, simple y llanamente porque nadie ha superado la más básica armonía de nuestros oídos.
La educación artística en general, la apreciación musical o plástica, falla porque los planes y programas de estudio --desde las aulas escolares de nivel básico hasta el superior-- carecen de personal que haya entendido una pizca sobre historia del arte y en torno a las contribuciones musicales de nuestro México lindo y querido.
Seguimos pensando que, a los docentes de educación básica o normal, únicamente les vendrá bien un curso de 20 o 30 horas al año o bien al semestre para que, ipso facto, aprendan o se enteren, entre nubarrones, de qué va la apreciación artística, entre ellas la musical. Cursos van, seminarios o encerronas vienen, aunque poco o nada avancemos en la formación de nuevas generaciones con bases elementales de formación musical.
Mucha gente piensa que entrega piadosas cuentas si los niños o jóvenes demuestran habilidades en la ejecución de un instrumento musical. Eso está bien. Muchas personas aprecian la música y conocen autores o autoras, sin que para ello estén obligados(as) a dominar ningún artefacto y, muchos menos a dar evidencia de capacidades como tenores, sopranos, barítonos, mezzosopranos o contratenores. ¡Hay tanto qué avanzar en educación musical!
Red Internacional FAMECOM
