Mientras todas las ligas de futbol, basquetbol y beisbol están luchando por encontrar una manera para reanudar actividad a pesar del Coronavirus y así no perder tanto dinero, Wimbledon, el torneo más prestigioso de tenis a nivel mundial, fue cancelado.
Los organizadores ingleses no perdieron dinero porque tenían un seguro ante pandemias como la que se vive actualmente por el Coronavirus. Sin embargo, muchos negocios, sobre todo en el ramo turístico, dejaron de ingresar beneficios al faltar la asistencia.
El Abierto de Roma y tantos otros perdieron todo cuando fueron definitivamente cancelados este año. El Torneo Roland Garros, previsto para jugarse en Francia del 24 de mayo al 7 de junio, fue reprogramado para comenzar del 20 de septiembre al 4 de octubre y está por verse en qué condiciones de asistencia será celebrado. La Federación Francesa ha confirmado que habrá público y se ha sabido que no podrá haber más de 11 mil 500 personas entre las tres pistas.
Resulta extraño no ver los estadios repletos de aficionados. Ver tenistas profesionales jugando sin público presencial, al igual que cualquier jugador aficionado (sólo su familia o algún amigo ven sus juegos), es insólito. Esto se pudo ver recientemente al celebrarse el Torneo Abierto de Estados Unidos en Nueva York, el primer torneo importante (de Grand Slam) que reinicia las actividades del deporte blanco de la raqueta.
La Meca o Vaticano del tenis es, sin duda, Nueva York, y para todo fanático tenista ir una vez en la vida a presenciar el torneo en vivo, con todo respeto es equivalente a las peregrinaciones religiosas a los lugares sagrados, aunque en Flushing Meadows no se obtienen beneficios religiosos.
El devoto musulmán debe peregrinar al menos una vez en la vida a la ciudad de La Meca, siempre y cuando tenga los medios económicos y las condiciones de salud necesarias. Y alrededor de 15 millones de católicos visitaron el año pasado el Vaticano, que estuvo cerrado unos meses este 2020 por el Coronavirus, afectando enormemente sus ingresos.
Gracias a mis queridos hijos y nueras (¡abrazos virtuales!), tuve el gusto y la oportunidad de ir con mi amada esposa a Nueva York al Abierto de EU en 2008 y a Roma a visitar el Vaticano en 2016. Nada se comparan esas maravillosas vivencias y convivencias con el tenis o la misa que por el Coronavirus se pueden ver por televisión con similar devoción.
Aunque en estos infernales días de confinamiento, ha significado casi el paraíso poder ver el tenis profesional por televisión, sin más público que uno mismo desde su casa. Se agradece que los organizadores y la mayoría de los jugadores hayan realizado el torneo, aún enfrentando el riesgo de la pandemia y las limitaciones físicas y sociales (¡nada de fiestas!) a que los obliga, y hayan salvado por unos días -por algunas horas-, a millones en el mundo, del aburrimiento del confinamiento. En 2019 este torneo tuvo 737 mil 872 espectadores, la mayor cifra de asistencia de la historia en el Centro Nacional de Tenis Billie, ubicado en Flushing Meadows. Por televisión, se estima que lo verán millones desde sus casas en todo el mundo, fenómeno propiciado por la pandemia.
Por cierto, se dieron algunos escándalos dentro y fuera de las canchas que señalan los medios como el palpable descontento entre algunos jugadores y sus equipos técnicos por los protocolos establecidos en el US Open 2020 con su severa burbuja sanitaria.
Las medidas contra el Coronavirus han cambiado los hábitos del juego, intensificando la tecnología sustitutiva de los jueces de línea. Los antes consentidos jugadores han tenido que ocuparse de sus propias toallas para evitar transmisión de fluidos con posibles virus (ojalá que este buen hábito se mantenga en el futuro, pues era indignante como los recogebolas tenían que soportar las malas maneras de los jugadores al aventarles denigrantemente las toallas al regresárselas después de que amablemente se las ponían en sus manos).
También los tenistas han tenido que acatar el confinamiento recluidos en su hotel mientras no están jugando (escandalizó que se les colocara un chip localizador en la acreditación de los jugadores, con un rastreador GPS, que detecta cuando se acercan mucho uno a otro sin guardar la sana distancia).
Por supuesto, la mascarilla es de rigor en los espacios públicos, excepto en la cancha mientras juegan. Y el tradicional saludo de manos al terminar el partido, ha sido reemplazado por un simbólico choque de raquetas, guardando la sana distancia. Lo cual está muy bien.
El Abierto de Estados Unidos en 2019 tuvo 738 mil asistentes (Wimbledon registró medio millón el año pasado). Toda proporción guardada, el centro religioso de La Meca en Arabia Saudita atrajo 2.5 millones de fieles el año pasado y por el Coronavirus limitó a 1,000 fieles la asistencia en este 2020.
Parecida situación sucede en el U.S. Open, con la diferencia de que éste es transmitido por televisión mundialmente. Probablemente gracias a los anuncios y algunas ayudas, en el Abierto de Estados Unidos los elevados premios en dólares casi se mantendrán como el año pasado. La Asociación de Tenis de Estados Unidos anunció que el Torneo Abierto ofrecerá 53.4 millones de dólares para los jugadores en 2020, casi 95% de su total de 2019, con 7.6 millones de dólares dedicados a la ayuda de los jugadores afectados por la pandemia de COVID-19.
El torneo de Grand Slam, que comenzó el 31 de agosto en Nueva York, se disputa sin público y con la ausencia de algunas de las estrellas más grandes del tenis, en medio del brote de coronavirus en Estados Unidos. Hubo sorpresas de todo tipo, triunfos y derrotas inesperadas, escándalos y momentos muy emocionales, como el sainete del griego Stéfanus Tsitsipás gritándole a su padre-entrenador en pleno juego por alguna indicación que éste le hizo y que no le gustó al hijo. Un pequeño misterio griego, que terminó en la tragedia de que Stéfanus perdiera la serenidad y el juego después de haber tenido 7 puntos para partido que no pudo concretar.
Pero la verdadera mala nota recayó nada menos que en el número 1 del mundo, Novak Djokovic, que tras perder un punto clave -en un arranque de ira golpeó una pelota con fuerza- que involuntariamente hirió en la garganta a una juez de línea. El reglamento indica claramente la expulsión inmediata, por lo que Djokovic fue descalificado del torneo y multado con 10 mil dólares y en consecuencia perder los 250 mil que había ganado ya en el torneo y 7 mil 500 dólares por no asistir a la conferencia de prensa. Además, pierde los 180 puntos que había ganado en el torneo.
Curiosamente, el desafortunado incidente viene poco después del anuncio por Djokovic, antes de empezar el Torneo Abierto de Estados Unidos, de que ha llevado a cabo lo que había promovido anteriormente, la creación de la nueva Asociación de Jugadores de Tenis Profesionales (PTPA).
En un momento en el que parecía cercana una unión entre ATP y WTA (asociación masculina y asociación femenina de tenis), promovida por Roger Federer y Rafael Nadal, tanto la ATP como ambos jugadores pedían mantener la unión de todos los tenistas, ya que consideraban que era un momento para ello y no para la división entre los deportistas de la raqueta.
Pero finalmente la división se ha llevado a cabo y la nueva Asociación de Jugadores de Tenis Profesionales (PTPA) ha nacido, encabezada por Novak Djokovic, en busca de una mayor y mejor participación de los tenistas en el negocio en que se ha convertido el tenis mundial.
Con esta descalificación a su líder la nueva Asociación ha recibido otro fuerte golpe en sus inicios, tras el fiasco del Adria Tour que Djokovic se empeñó en organizar en junio pasado, en plena pandemia, en su región natal de Serbia y varios países de los Balcanes. Fracasó el ambicioso reto de organizar la vuelta europea del tenis tras el freno por el Coronavirus, al tiempo que se peleaba con la ATP por querer celebrar el US Open sin público, bajo las estrictas medidas que finalmente se han implementado tras los nocivos resultados de la precipitada e irresponsable Adria Tour de Djokovic y sus amigos.
La jugada le ha salido mal al tenista serbio y actual número 1 del mundo después de que hayan detectado varios colegas positivos por coronavirus entre los participantes del Adria Tour y sus preparadores, incluyendo al propio Djokovic. La gira se tuvo que suspender estrepitosamente.
El Adria Tour se trataba de una gira benéfica que iba a servir a modo de preparación del regreso de la temporada para los tenistas y que iba a pasar por algunos de los países de Europa. Que esta gira se fuera a celebrar tan pronto puso la sospecha a su alrededor. La primera parada fue en Serbia, luego en Croacia. Los torneos contaron con algunos tenistas de primerísimo nivel más allá de Djokovic como Thiem, Dimitrov y Zverev, entre ellos. Ninguno pasó antes por los test del coronavirus y a todos se les acabó viendo de fiesta en una discoteca de la ciudad serbia sin respetar medidas básicas. Todos, salvo Zverev, acabaron teniendo el Coronavirus. En la segunda parada en Croacia el panorama fue peor. Se sumaron otros grandes tenistas como Coric, Cilic y Rublev. Como si la pandemia no hubiera pasado por allí, hasta se pasearon con las masas en una plaza de Zadar. Todos acabaron con el Coronavirus. ¿Justicia divina?
Lo cierto es que el frustrado desafío de la imprudente iniciativa de Djokovic le vino como anillo al dedo a la ATP para desalentar el intento de mellar su control sobre el negocio del tenis. ¿Venganza tenística? Business is business. La principal cuestión que está en juego es el repartimiento de las ganancias producto de los torneos profesionales en el mundo, en la que la ATP se lleva el mayor porcentaje y los jugadores no alcanzan siquiera una quinta parte del total (la capitalista ley de hierro de los salarios del ¨80% para mí capitalista y 20% para ti asalariado¨).
El monto total de premios de este año está un poco por debajo de los 57 millones del año pasado, el más alto en la historia del torneo. Sin embargo, por jugar primera ronda la cantidad subió un 5% en 2020, a 61 mil dólares desde 58 mil dólares que recibieron en 2019.
Los campeones de individuales recibirán 3 millones de dólares frente a los 3.85 millones de dólares de 2019; mientras que los finalistas ganarán 1.5 millones de dólares, abajo de los 1.9 millones del año pasado. Quienes lleguen a semifinales y cuartos de final también verán disminuir algo sus premios.
Eso se llama austeridad forzada por el Coronavirus, con algo de redistribución del ingreso, aunque a final de cuentas cada cual recibe según sus resultados, según fijan las asociaciones de tenistas que promueven el torneo.
Honor a los vencidos, Compasión para el descalificado y Fama en los anales de la historia del tenis por televisión para los tristes vencedores de este torneo sin público, que tendrán sólo unos millones de dólares para consolarse y mantener la autoestima sin los aplausos del público.