La ceremonia del grito de Independencia encabezada por el presidente Manuel López Obrador, describe a cabalidad lo que ha sido su gobierno desde que asumió el poder.
Ante un escenario materialmente vacío, que contrasta con aquél primero de julio del 2018, día en el que López Obrador celebraba un triunfo histórico ante una gran cantidad de seguidores que impulsaron al movimiento Morena para que en su tercer intento el de Tabasco finalmente obtuviera la victoria, se llevó a cabo el tradicional grito de independencia.
En aquel momento, la esperanza de 30 millones de ciudadanos que salieron a votar para elegir la propuesta que representaba la coalición de “Juntos Haremos Historia” integrada por Morena, el Partido del Trabajo y el de Encuentro Social, se sostenía en un líder capaz de enfrentar a ese viejo pasado lleno de corrupción y malos manejos de la administración pública.
Para esa gran mayoría que dieron nota en una de las elecciones más comentadas de la historia reciente de México, era posible que todo lo prometido pudiera cumplirse, aunque muchas de las promesas sonaban bastante exageradas para convertirse en realidad.
La vara que se colocó el nuevo presidente fue muy alta, no fueron pocos los que señalaron que de ellas, varias sonaban imposibles. Aunque a decir verdad, otros, en condiciones similares llegaron a conquistar los corazones del pueblo con compromisos de calibre similar, pero no de la cantidad del actual, y sobre todo, de la forma de conseguirlo.
Por lo que no hubo sorpresas para algunos, por lo complicado del resultado deseado, como el de acabar con la delincuencia casi como por arte de magia, al día siguiente de asumir el poder, pues el tema comprometido es uno de los que más ha representado dificultades para cada administración, esté quien esté en la titularidad del ejecutivo federal, pues no se trata de la persona, sino de la propuesta para hacerle frente.
Partiendo de la condición de que es el gobierno federal el responsable por ley de hacer frente al flagelo que representa el crimen organizado, causante de una gran cantidad de muertes violentas y principal objetivo del gobierno de México en el tema de seguridad, es indispensable que tiene estar respaldado de una buena estrategia, que involucre a los gobiernos estatales y municipales.
Para mejorar en este problema, la autoridad se necesita apoyar en nuevos métodos. Pero también en el ejemplo de lo que no ha sido eficaz y probado por los anteriores, para no cometer los mismos errores, para eso están las estadísticas que dan cuenta de lo que se hizo bien, lo que no, y en dónde habría que ajustar el rumbo.
Una de las consideraciones para tomar en cuenta es la necesaria preparación de grupos de élite que permita obtener mejores resultados en el combate a los cárteles de la droga, cuya presencia se reporta en todo el territorio nacional. Además de promover adiestramiento en diversas especialidades y respaldar con recursos económicos suficientes para tal fin, aplicar exámenes de control y confianza, y adquirir más y mejor equipo.
La percepción de miedo que acusa la sociedad por la inseguridad, lo robustece la cantidad de muertes violentas que no cesa, al contrario, parece ir en aumento día con día, a pesar del manejo maniqueo de la cifras oficiales que se hace para ocultar lo que es evidente, que es un total fracaso el combate a la delincuencia, con una importante cantidad de muertos regados por todo el país.
Y por el otro lado, la cantidad de muertos como resultado de una pésima estrategia, si es que la hubo, en contra de la pandemia que azota a la humanidad provocada por el SARS-CoV-2, y que en suelo azteca ha superado los 70 mil muertos.
Las autoridades mexicanas minimizaron desde un principio los efectos anunciados de la enfermedad del Covid-19, siendo indiferentes a lo que ya se veía podía ocurrir con una mala preparación para evitar su propagación. La desmedida invasión del virus en países como Italia o España anunciaron con evidencia, el alcance de dolor y muerte que era capaz de ocasionar éste.
No, las autoridades se echaron a la hamaca y despreciaron lo que ya anunciaba la OMS, y la recomendación de hacer pruebas, pruebas, pruebas. Nunca se escuchó el llamado, al contrario, se decidió por un modelo muy conveniente, porque se ajustaba a lo que pretendía el presidente.
Y mientras que otros países conseguían lo que se conoce como “aplanar la curva”, para México, la esperanza de encontrar el pico de la curva ascendente, para llegar a ese aplanado y empezar el descenso, ha tardado mucho más que otros, convirtiéndose en una meseta cuyo descenso ha sido tan lento, que exhibe con descaro la falta de preparación del gobierno, y que además, ha sido la causa del hundimiento económico.
En tanto, el encargado estelar de atender lo referente al Covid-19, el subsecretario Hugo López-Gatell, se da el lujo de burlarse de connotados especialistas para darle gusto a su jefe, mientras dibuja una sonrisa de satisfacción porque dice que la “estrategia” ha resultado y se echa confeti sobre la cabeza, sin importarle nada más.
No es un secreto las sospechas de manoseo de cifras para tratar de componer la percepción de los fracasos que demanda la aceptación oficial en la cantidad de muertos por el crimen organizado y la pandemia, pues entre ambas se presume arrojan a más de 300 mil mexicanos muertos.
Es por eso que la ceremonia del grito de independencia que encabezó López Obrador debe ser un claro resumen de lo que ha sido su administración, mientras que él celebra con gritos descompuestos y cambiando las formas de hacerlo, la plaza luce vacía, y en ella, deambulan los miles de muertos que, lo acepte o no, son los muertos de “López Obrador”.