Diablo: Hola, Simplicio, ¿qué haces con tantos libros?
Simplicio: Estoy ampliando mi conocimiento de la ética para guiarme mejor en la transformación de México.
Diablo: ¿No te basta con la reciente ¨encíclica¨ gubernamental y los diarios sermones de tu pastor para guiar tu comportamiento?
Simplicio: No sé a qué demonios te refieres...
Diablo: Pues a los cuatro hombres y dos mujeres evangelistas que suscriben la primera edición de la Guía Ética para la Transformación de México, editada por el gobierno: Enrique Galván Ochoa, Pedro Miguel, José Agustín Ortiz Pinchetti, Jesús Ramírez Cuevas, Margarita Valdés González Salas y Verónica Velasco Aranda.
Simplicio: !No es ninguna encíclica! Es una mera recopilación de algunos principios, valores y preceptos que guíen hacia una mejor convivencia. Que mucha falta le hace a este país.
Diablo: Ah, es otro catecismo
Simplicio: No, no tiene que ver con ninguna religión, está basada en el respeto a las creencias de toda persona y a su libertad de profesar la religión que desee o a no profesar religión alguna. El primer principio es: del respeto a la diferencia. Evitemos imponer “nuestro mundo” al mundo de los demás.
Diablo: Ah, entonces es una ética para creyentes y descreídos. ¿me pregunto si habrán leído el interesante diálogo epistolar entre Umberto Eco y el cardenal Carlo María Marini, ¿En qué creen los que no creen?, es de Editorial Taurus, publicado en 1997.
Simplicio: Pues ese es uno de los libros que traigo para profundizar en el asunto. Parece que presenta un interesante diálogo epistolar entre el filósofo Umberto Eco y el arzobispo Emérito de Milán, el jesuita Carlo María Marini (que se quedó con las ganas de ser Papa en 2005 después de Juan Pablo II, pues Marini murió en 2012 poco antes de que el jesuita Benedicto XVI renunciara al papado en 2013 y lo sucediera como Papa el también jesuita Francisco).
Diablo: Aunque no lo creas, a ese par los tengo aquí abajo, en un pabellón especial destinado a los soberbios, creyentes o descreídos juntos, cuyo castigo es pasársela discutiendo sin llegar a ningún acuerdo, junto a la sección de abogados.
Simplicio: Eso es puro invento tuyo, diablo falaz.
Diablo: Ya lo descubrirás por ti mismo, mi querido Simply, cuando te toque compartir en mi infierno el Pabellón de los Soberbios, pues humilde no eres ni tantito. Hasta parece que te maleducaste con los jesuitas.
Simplicio: Toco madera, maldito demonio, te vas a quedar con las ganas...mi ángel de la guarda no me fallará.
Diablo: Pues quién sabe, si te ve quemándote las pestañas leyendo ese otro libro que traes ahí, ese de Una Ética para Laicos, del pragmático filósofo estadounidense Richard Rorty, a lo mejor te desconoce a la hora de la hora.
Simplicio: Císcate, císcate, diablo panzón, vete zurrando en tu pantalón.
Diablo: Eres un verdadero majadero, simplón, por si no lo sabías yo no uso pantalón, sino mallas...
Simplicio: !Ya lo sabía, ya lo sabía, el diablo es maricón, que usa mallas y no pantalón!
Diablo: !Hijo de...la cuarta transformación! simplemente, recuerda,
!respeta la maldita diferencia!
