“Quién dijo miedo si para morir nacimos”, reza un refrán popular que pareciera estar en boca de muchos mexicanos que no se cuidan, hacen fiestas, van de compras, no usan el cubrebocas, no respetan la sana distancia ni las medidas de higiene.
Si en cualquier fin de semana mueren en el país 980 personas, aproximadamente, en enfrentamientos entre cárteles o a manos de la delincuencia común, a más del número creciente de feminicidios, las noticias sobre el coronavirus entran en la misma agenda. Vivir entre balazos o con el riesgo de contagio, los atemoriza pero no los paraliza.
En el “Metro” viajan, entre capitalinos y mexiquenses, más de 4.6 millones de personas diarias, en cada convoy caben alrededor de mil 530 usuarios y en horas pico se calcula que entre 6 y 7 personas ocupan cada metro cuadrado de un vagón, sin cubrebocas ni gel y la sana distancia, imposible.
Las escenas de los andenes de la estación Pantitlán y 14 estaciones más que conectan a varios municipios del Oriente del Edomex con la CDMX nos hablan de la dimensión del problema de prevención sanitaria, de la imposibilidad de controlar la cantidad y proximidad de la gente, a menos que se cerrara éste.
Se trata de elegir entre la crisis económica y la sanitaria, decisión que implica salvar vidas como lo prioritario o dejar morir cada día a más y pagar el costo, de todos modos.
Me pregunto, es esa vieja manera de retar a la muerte, tan propia de nuestra cultura ancestral lo que está jugando en contra de las medidas establecidas o bien la inconciencia colectiva que prefiere gozarla hoy y “mañana Dios dirá”; lo cierto es que tanto en el “Metro” como en los municipios populares y en las colonias residenciales de alto nivel, las bodas y fiestas se siguen celebrando con mucha gente, mucho alcohol y sin las medidas debidas. Así las cosas, se esperaría que en enero la catástrofe alcance dimensiones inimaginables. No habrá manera de atender a los contagiados.
Hoy el país se puede dividir entre los que viven responsablemente la pandemia y pueden hacerlo, los suicidas que a sabiendas se exponen y los que no pueden hacerlo porque salen a ganarse el pan.
