En semanas recientes, mucho hemos escuchado sobre los bajos niveles de agua en las tres presas que alimentan el Sistema Cutzamala, dos de ellas ubicadas en territorio mexiquense: la de Valle de Bravo y la de Villa Victoria; de acuerdo con la Comisión Nacional del Agua (CONAGUA), dichas presas registran el 72.62% de su capacidad de almacenamiento.
De enero a junio de 2020, el nivel de almacenamiento descendió hasta 57.72%, esto debido a que, aunado a una baja en las precipitaciones pluviales, en seis meses el 24.76% del agua almacenada fue extraída para consumo en Toluca y el Valle de México.
Y es que como consecuencia del confinamiento por la pandemia, las personas pasamos mayor tiempo en casa e intensificamos nuestras medidas de higiene, lo que, solamente en el Valle de México, ha representado un incremento en el consumo de agua de hasta el 30%.
Además es importante mencionar que aproximadamente el 60% del desperdicio de agua ocurre precisamente en los hogares; aun cuando el agua es un elemento renovable del planeta que requiere de los ecosistemas, parece que damos por sentado el privilegio de un fácil acceso al vital líquido sin pensar en las consecuencias negativas de malgastarlo, tanto para el ambiente como para la vida de las demás personas; según datos del INEGI, casi el 10% de la población en México no tiene acceso al agua potable, es decir, aproximadamente 12.5 millones de personas quienes habitan en áreas rurales y en zonas marginadas de las grandes ciudades.
Por otra parte, para quienes tenemos acceso al agua potable, empezamos a advertir la falta de agua y nos damos cuenta que su calidad es cada vez menor. Así pues, la concientización y ejecución de acciones para el cuidado del agua resultan urgentes en aras de, tal como lo indica el Programa Nacional Hídrico 2020-2024, mejorar las condiciones para el cuidado y para la gobernanza del agua, a través de estrategias de promoción de la participación ciudadana a fin de garantizar la inclusión en la gestión del agua.
Por lo que se refiere a los Objetivos de Desarrollo Sostenible, adoptados por las y los líderes mundiales desde el 2015 para erradicar la pobreza, proteger el planeta y asegurar la prosperidad para todos, destaca el Objetivo 6, agua limpia y saneamiento, que incluye las siguientes dimensiones clave: promoción de sistemas de gobernanza sobre agua y saneamiento transparentes y democráticos, mejora del acceso a los servicios de agua y saneamiento para los pobres y los marginados, garantía de vidas saludables y promoción de la gobernanza integrada del agua y la adaptación al cambio climático. Además, una de sus metas consiste en, de aquí a 2030, aumentar considerablemente el uso eficiente de los recursos hídricos en todos los sectores y asegurar la sostenibilidad de la extracción y el abastecimiento de agua para reducir considerablemente el número de personas que sufren falta de agua.
El Objetivo 6 de Desarrollo Sostenible considera una visión integral sobre el tema, el agua es indispensable para la supervivencia de los seres humanos, el desarrollo y el bienestar social; los beneficios se identifican en el uso que le damos cotidianamente en el hogar, en la industria, la producción de electricidad, entre otras actividades.
Personalmente, en este espacio de opinión siempre me he declarado como un fiel creyente y promotor de la gobernanza participativa, y el tema del agua no es la excepción, estoy seguro que como ciudadanos y ciudadanas somos capaces de realizar actividades que disminuyan su derroche, podemos iniciar por cerrar la llave mientras nos enjabonamos las manos, por evitar lavar automóviles y banquetas con la manguera, por reparar y/o reportar todo tipo de fugas, por captar y reutilizar el agua de lluvia, por instalar sistemas ahorradores en cisternas y baños; y por supuesto, también podemos participar en Organizaciones de la Sociedad Civil que velen por cuidar y mejorar el manejo del agua.
En lo que toca a la administración del agua, es recomendable abordarlo de manera transversal, como lo establece el Objetivo 6 del Desarrollo Sostenible: indispensable para la supervivencia, detonante del desarrollo y garante del bienestar social. Es decir, una Política de Estado sobre la gestión y administración del agua, en esa dirección van nuestras políticas públicas.
En definitiva, una ciudadanía participativa y consciente, incluye el cuidar y fomentar la protección de los recursos naturales que nuestro país nos ofrece, y que son vastísimos pero agotables; para experimentar un efectivo desarrollo sustentable debemos alcanzar un equilibrio con la naturaleza, especialmente con sus recursos hídricos, únicamente así seremos capaces de garantizar la disponibilidad del agua y su gestión sostenible, tanto para generaciones actuales como para generaciones futuras.
