Hoy hablaremos del Seminario Conciliar de Toluca instalado en la Ex Hacienda La Garceza. Cuando la iglesia universal era gobernada por el Papa Pio XII, el 4 de junio de 1950 se dio el anuncio de la futura erección de la Diócesis de Toluca, con lo cual se independizaba de la Arquidiócesis de México que era a la que pertenecía.
En ese entonces. La religión con mayor número de adeptos en el municipio era la católica. La practicaba el 98% de los habitantes; los protestantes apenas representaban 1.4%; los que profesaban la fe judía constituían un raquítico 0.05%, superados por los que manifestaban no tener una religión 0.15%.
Fue el 29 de septiembre de ese mismo año cuando se erige y queda integrada por 63 parroquias, 10 capellanías, 15 vicarias fijas y 80 sacerdotes.
Al siguiente año, el 11 de abril, se consagro como primer pastor de la Diócesis de Toluca a monseñor Arturo Vélez Martínez, quien se desempeñaba como párroco de San José El Sagrario.
Arturo Vélez Martínez, era originario de Atlacomulco, nació el 10 de septiembre de 1904. Ordenado sacerdote el 29 de junio de 1934; fue vicario parroquial de Sultepec 1934; fue vicario fijo en La Gavia 1938; párroco en San Buenaventura 1939; así como en Ixtapan del Oro, de Santo Tomás de los Plátanos y San Martin Otzoloapan el mismo año; en 1940, párroco de San Bartolo Otzolotepec, Xonacatlán y San Lorenzo Huitzizilapan; en 1948 párroco de San José, en Toluca.
En los documentos de la historia de la diócesis, se hace constar que el día de su consagración, el estimado Santos López Rodríguez, un terrateniente y distinguido toluqueño, casado con María de la Luz Pliego, le pregunto a su nuevo pastor: ¿Qué le hace falta en estos momentos señor Obispo?, monseñor Arturo Vélez respondió: “un terreno para mi seminario”.
De inmediato, le propuso el terreno de lo que a principios del siglo XVIII se conocía como San José Xocomaloya y a finales del mismo siglo, “La Garceza”. Por la tarde, se trasladaron al sitio a tomar la posesión de esta y allí a comenzar meses después, lo que sería en un tiempo, “El Seminario Conciliar de Toluca”, hoy con la denominación de “Seminario Diocesano”.
El 18 de junio de 1951, se colocó la primera piedra durante una visita que hizo el obispo Arturo Vélez Martínez, acompañado del sacerdote Basilio García, quien era párroco de Zinacantepec, y de José Trinidad Ambris, Secretario Canciller de la mitra.
En el curso escolar del año de 1953, los alumnos que fundaron el Seminario Menor en la población de Valle de Bravo se trasladaron al edificio en construcción de La Garceza, apenas en construcción El Seminario, no teniendo para entonces ni siquiera los salones más indispensables, por lo que se les improvisó a los alumnos el lugar de estudio, refectorio y dormitorios en lo que quedaba de la antigua finca.
La capilla se improvisó en un cuarto de la planta baja, donde se congregaban los alumnos a hacer actos de piedad. Era una habitación obscura, baja de muros, piso de madera y en su altar presidia una pequeña imagen de la Santísima Virgen de Guadalupe.
En la planta alta y casi sobre la capilla, estaban las habitaciones de las religiosas que atendían a profesores y seminaristas. Hacia el poniente seguía el salón de estudios que servía al mismo tiempo, para refectorio y en el fondo estaba colocado un cuadro con la imagen de La Guadalupana y, la misma que fue coronada después y, que preside actualmente la Capilla del Seminario Mayor.
El refectorio estudio estaba ocupado con mesas pequeñas y sillas nuevas que servían para cuatro alumnos; al lado norte y poniente del mencionado refectorio, estaban los dormitorios que servían para la segunda y primera división respectivamente.
Patios para recreo había suficientes, puesto que en esta época se disponía de todo el sitio que hoy en día ocupan el Seminario Menor y Mayor.
La razón por la que se tomó la decisión de trasladar el Seminario de Valle de Bravo a las cercanías de Toluca, es que se quería que los alumnos estuvieran bajo la mirada de don Arturo Vélez; ya que los visitaba lo mas frecuente que los ministerios pastorales se lo permitieran y, así, también se asigno una clase semanal y una plática quincenal general, para conocer un poco mas a los sacerdotes con quien más tarde, tendría que tratar todos los asuntos relacionados con el gobierno de la Diócesis, siempre tratando de acercarse a ellos: en los trabajos de colados cuando ayudaban, les llevaba refrescos, paletas o alguna otra cosa; cuando compraba arboles les ayudaba a plantarlos, regarlos, cuidarlos etc.; con relación a las salidas a los pueblos, cuando solicitaban servicio del altar para las Pontificales iban con don Arturo quien les enseñaba a tratar a la gente que más tarde estaría bajo su cuidado en el orden espiritual; como fue creciendo el Seminario, también don Arturo les pidió fueran a acompañarlo por una semana como familiares viviendo en el obispado con él, acompañándolo y ayudándole en lo que era menester, Dios permitió fueran uniformados en las fiestas del Seminario e idas a las ceremonias de la Catedral. Hubo críticas fuertes oponiéndose al trabajo manual, alegando que habían entrado al Seminario no a trabajar, sino a estudiar; ciertamente en teoría así era, pero viendo que mas tarde en las parroquias no solo iban a atender a la gente en el orden espiritual, sino también los podían ayudar en el orden temporal, se convencían de tal manera que a fin de año se esforzaban por sacarse los premios que se instituyeron para los que mejor trabajaban en los jardines, pintura del edificio, aseo de las partes designadas, etc.
Cabe consignar que en los momentos trascendentes de la Diócesis, Dios permitió acontecimientos muy especiales que hicieron a don Arturo, reflexionar, y concluir que las obras de la Iglesia, por lo menos aquí en Toluca, se llevaran a cabo con trabajo y sacrificio; otra muy especial circunstancia, fue que don Arturo fue reuniendo dinero aportado por familiares durante el año que duro el traslado de Valle de Bravo a el Seminario de Toluca; entre ellos estaba su hermano Alberto, así como también las ayudas de las Parroquias en los servicios prestados como Pontificales, Confirmaciones, etc.; pero dos días antes de la apertura, don Arturo se da cuenta de la desaparición de todo el dinero reunido, de momento se pensó suspender dicha apertura, ya que era desagradable pensar el abandono y penurias por las que pasaría el Seminario en tales circunstancias, sin embargo, don Arturo confiado ciegamente en la providencia de Dios, se lanzo a tal aventura sin contarle a nadie de tal robo; únicamente supieron este acontecimiento los que vivían con él en el obispado: Pbro. Dr. Dn. J. Trinidad Ambris, los sacerdotes que estaban de empleados en la Curia y las personas que estaban a su servicio. Por supuesto, nunca se supo quién o quiénes fueron los autores de ese robo.
Don Arturo tenia un consuelo muy válido, la esperanza y fe; había podido acondicionar lo que fueron los pesebres y macheros como dormitorios, salón de clases, refectorio y hasta la capilla.
El deseo de Vélez Martínez al consignar lo anterior, es con el propósito de que se admire más la magnanimidad de Dios, siempre lo comento, no cree en la Providencia porque él la palpo, la vio, la Iglesia de Toluca es la Diócesis de la Providencia. Se afirma lo anterior, porque lo de la construcción de la Catedral, narrara don Arturo detalles similares, quedando por lo pronto lo anteriormente dicho consignado.
Un acontecimiento singular vino a aliviar tales apuros a don Arturo; desde seminarista tomó un seguro de vida, siempre procurando tenerlo al corriente de pagos y en esos días se cumplía el plazo de su término para que, le entregaran una cantidad considerable que alivió en gran parte tales penurias.
Cabe mencionar ¿por qué no se acudió a la Tesorería del Obispado? Razón, no había dinero disponible ni para lo indispensable, durante un largo tiempo don Arturo aportó para las cosas mas urgentes, tanto los tesoreros como los ecónomos del Seminario lo afirmaron en su momento; los gastos de alimentación, construcción del Seminario y Catedral durante años fueron aportados totalmente por el Obispo (Arturo Vélez Martínez).
Arturo no trató en esto descrito, buscar alabanza o admiración, únicamente dar a conocer la verdadera situación en que se encontraba la Diócesis.
Por otro lado, según lo escrito aquí, pudiera pensarse que no había personas dispuestas a prestar su ayuda, tanto personal como económica; pero siempre dentro de la Iglesia habrá almas dispuestas a trabajar por el Reino de Dios, pero en este caso lo único que faltaba era la motivación para ayudar a las obras diocesanas, estas no habían sido motivadas.
Pasados los años se constató estas acciones con la ayuda de todos los fieles, con las becas fundadas, con la apertura de la Proveedora Mercantil y de la Imprenta Acción, con la colecta mensual del Comité Pro-Seminario, con lo colectado en la visita de la Sma. Virgen de Guadalupe “La Peregrina”, con la colecta anual Diocesana que los mismos alumnos programaban y llevaban a cabo.
Don Arturo comentó en su momento, que sería muy prolijo para él, el tener que describir todas y cada una de las construcciones del Seminario y dado que el trabajo que emprendió es de cortas dimensiones, tan solo se concreta en mencionar quién dirigió toda la obra fue el reconocido Ing. Armodio del Valle Arispe que le fue presentado por el hermano de don Arturo de nombre Alberto, y quien nunca quiso recibir ayuda alguna, ya que les unía una amistad profunda y sincera; al principio el Ingeniero y don Arturo tuvieron algunas diferencias, porque nunca presentaba plano alguno de la obra, dejaba trabajo para un mes y cuando se dilataba o no se veían, a don Arturo le parecía que habían cosas que no eran prácticas, ordenando a los maestros que hicieran las cosas de otra manera, al fin convencido don Arturo al decirle el ingeniero “mire señor, yo cuidaré del estilo y dimensiones, usted cambie los que quiera, al fin ustedes lo van habitar”.
Otro capitulo de aclaraciones por parte de don Arturo Vélez es, que, habiendo instituido la Comisión Diocesana de Orden y Decoro, la misión de esta, como bien se sabe, es la de velar por la conservación, remodelación, modificaciones de todos los templos y curatos, revisión y aprobación de planos para nuevas construcciones, etc.; sin embargo, la construcción de la catedral como la del Seminario entre otras razones, que el Ing. Del Valle Arizpe y el Arq., Vicente Mendiola Quezada, quien dirigió la Catedral de Toluca, le comentaron a el obispo Arturo desde un principio, que únicamente querían arreglarse con él, ya que cuando entran mas de dos criterios o pareceres u opiniones, les era mas difícil ponerse de acuerdo y lo que deseaban era entenderse con una sola persona.
El acto de la colocación de la primera piedra de la Capilla del Seminario de Toluca es uno de los episodios que, de preferencia, deben figurar en los anales de la historia de la nueva Diócesis.
Con las vestiduras sacras, el primer pastor de la Diócesis procedió a la bendición solemne de la primera piedra, cuyo sitio exprofeso es el ángulo que forma el edificio del Seminario Mayor, norte poniente, siendo hoy en día la parte mas cercana al acceso. Apadrinaron el acto los sacerdotes y un nutrido grupo de personajes de la sociedad de Toluca, dándose a conocer en ese momento la sección del comité Diocesano Pro-Seminario.
En una concavidad de la piedra, se coloco un vaso de cristal con un acta alusiva al hecho y reliquias de los santos patrones a quienes se encomendaba la obra.
El acta dice: “Nos Arturo Vélez Martínez por la gracia de Dios de la sede Apostólica, Obispo de Toluca. habiéndonos elevado Nuestro Santísimo Padre, el papa Pio XII, al oficio del primer Obispo de esta Diócesis de Toluca, teniendo una necesidad muy grande de construir inmediatamente el Seminario, entregamos a Dios incesantemente nuestro corazón paternal a nuestras suplicas junto con todos los sacerdotes y fieles a Nos confiados; confinando en la intercesión de San Juan María Vianney y el bienaventurado Papa Pio X, bajo cuya fuerza y protección, decretamos que este Seminario fuera eregido y construido. En este día, felizmente señalado, estamos presente todo el clero y un gran numero de fieles de esta Diócesis, colocamos solamente la primera piedra de este Seminario en el lugar anteriormente llamado Hacienda La Garceza, habiéndonos donado muy generosamente por nuestro amado hijo don Santos López Rodríguez, bendecido por Nos según la ceremonia de los sagrados ritos: Dando gracia y alabanza de todo corazón a Dios óptimo y máximo por el don de la tranquilidad de la cual goza la Iglesia Católica, siendo Presidente de la Republica licenciado Miguel Alemán Valdez; Gobernador del Estado, don Alfredo del Mazo Vélez y el Delegado Apostólico en la Nación Mexicana el Excmo. y Revmo. Don Guillermo Piani, para quienes deseamos salud y paz duradera. En fe de los cuales mandamos hacer e inhumar estas letras firmadas en el mismo lugar por Nos, por los miembros de la cura Episcopal, por todo el clero y por algunos fieles, el 18 del mes de julio del año de 1951”.
El 5 de febrero de 1952, en Santa María Ahuacatlán se erige el Seminario Conciliar de Toluca, recibiendo a 77 alumnos, de los cuales solo 20 llegaron al sacerdocio. El presbítero José Álvarez Barrón fue el primer vicerrector y e ayudaron en la formación los ´padres: Heriberto Escamilla, Eduardo Vargas, Agustín Escudero y Telesforo Flores.
Arturo Vélez Martínez, termino su servicio pastoral el 29 de septiembre de 1980, ya en el pontificado el papa Juan Pablo II.
El 29 de septiembre de 1980, desde el vaticano se nombro segundo obispo de Toluca a Monseñor Alfredo Torres Romero, quien permaneció al frente de la Diócesis hasta su muerte, el 15 de octubre de 1995.