Albert Camus (1913-1960), escritor francés cuya obra lo hizo merecedor del Premio Nobel de Literatura en 1957, fue un apasionado del futbol, un genio de extraordinario rigor ético y literario. El 22 de enero de 1956, dictó una conferencia alusiva al cese de armas en el conflicto de Francia con Argelia en la que expresó: “todo lo que sé de la moral y obligaciones del hombre se lo debo al fútbol.”
Esta reflexión perdura al paso de los años y cada vez encuentra nuevas formas de hacerse evidente en casos y anécdotas que ocurren en todo el mundo; una de ellas la vimos el pasado domingo en Toluca, en la Ciudad Universitaria, donde se suscitó un hecho tan virtuoso como extraordinario y pocas veces visto en el ámbito futbolístico, ya no digamos en el futbol mexicano.
Corría el minuto 89 de la segunda mitad del partido, cuando Luis Montes, capitán del León, disputando el balón al jugador del conjunto universitario, Washington Corozo, se impactó fuertemente contra él y cayó al césped estrepitosamente, ocasionando que el árbitro -de acuerdo con su juicio- expulsara al jugador de Pumas; no obstante, la clase del capitán de León hizo que éste corrigiera al juez para evitar una expulsión que a todas luces había sido incorrecta.
Esta clase de futbolistas, la que se conduce con gallardía y honor, nos enseña a mirar el juego de otra manera, tal como lo refirió Albert Camus, y nos animan a estimar la honestidad, la integridad y la educación por encima de muchos otros valores.
En Luis Montes encontramos lo que se aprecia en la palabra “capitán”, porque tener ese tipo de responsabilidad no implica solamente llevar una cinta, sino algo que va mucho más allá y que nos habla de autoridad, disciplina y honorabilidad; porque para ser capitán de un equipo primero hay que parecerlo con este tipo de gestos y porque -ante todo- antes que la honra está el honor; pues la honra es lo que los demás dicen de ti y, el honor, es lo que tu conciencia dice de ti. Ese principio educativo y cultural es lo que precisamente nos está faltando en otros aspectos de la vida cotidiana.
La nobleza mostrada por el jugador en esa acción fue un ejemplo de que se juega como se vive, estribando aquí el punto más cercano entre la pelota y la sociedad, a esto en el futbol se le llama honestidad, se le nombra capitán y es lo que justamente buscamos ser en la vida: rectos, convincentes, categóricos, sólidos y coherentes.
Me siento muy orgulloso de ser futbolero y de cómo este deporte habla de la condición humana e incide en la vida de las personas, porque en este tipo de acciones se llega a revelar la grandeza de un individuo.
Luis Montes nos demostró que la educación y la integridad son principios indispensables en los momentos de dificultad, más que en los de abundancia. Eso es lo que yo he aprendido del futbol: que la generosidad es mejor que la indiferencia, que la victoria deforma y el fracaso hace crecer.
Que el éxito suele ser superado por la derrota en la medida en que ésta nos hace mejores personas; eso es lo que precisamente hizo el capitán del León, el pasado domingo. Reitero, es el punto más cercano entre la pelota y la sociedad, a la manera en que lo escribió Jorge Valdano: “es una demostración heroica de cómo el fútbol puede expresar valores de vida. Solo por hacer de ese esfuerzo ético una cruzada, hay que sacarse el sombrero.”