En las últimas fechas, por voz del propio presidente, el tema de “la casa gris” que su hijo José Ramón habitó en Houston, ha ocupado las mañaneras y los espacios noticiosos. En la dinámica polarizarte que vivimos, para algunos este hecho representa un punto de inflexión que puede provocar una caída en su aceptación, una crisis. Para otros representa la oportunidad de doblar la apuesta para que Andrés Manuel evidencie a los actores políticos que patrocinan periodistas y saldría ganando.
¿La información sobre “la casa gris” representa una crisis? Comencemos por establecer la definición de crisis como un cambio repentino entre situaciones que amenazan el equilibrio natural de una organización, que reacciona comprometiendo su imagen y equilibrio interno y externo. Así, el objetivo de actuación debe ser minimizar los efectos negativos que afecten la reputación e imagen.
Lo cierto es que la aceptación entre quienes apoyan al presidente ha caído, paulatinamente, según la encuestadora Mitofsky: el 2 de enero era de 64.2%, el 6 de febrero era de 62.7%, el 13 de febrero fue de 61.2% y para el 20 de febrero era de 59.8%, es decir, aunque la aceptación es alta, es similar a la de anteriores presidentes como Calderón, Fox o Zedillo. La otra cara de la moneda de la popularidad personal del presidente es la aceptación de sus acciones de gobierno. En las mismas encuestas se ve que quienes están en desacuerdo con manejo de la economía representan el 36.4%, el manejo de la seguridad pública no es aprobado por el 44.2%, el 79.3% consideran que hay mucha o regular corrupción, y así podríamos seguir con cualquier tema que afecta directamente a la sociedad.
Volviendo al tema de la crisis, hay quien pude ver a las crisis como una catástrofe. Soy de los que prefieren verlas como oportunidades. Nadie está preparado para afrontar una tragedia, pero una institución pública, puede anticiparse para prevenirla. En las personas, las crisis generan impactos emocionales que impiden mantener la tranquilidad, más si se trata de la familia. En la controversia sobre el posible conflicto de interés de su hijo con una empresa contratista de Pemex, la reacción del presidente se ha basado en atacar a medios y periodistas en lo personal. No le ha importado si se viola la ley, ha llevado su enojo a extremos no vistos anteriormente. Esta situación ha puesto a prueba a la organización, es decir la presidencia de la República, su política de comunicación y cómo han actuado los implicados.
Las respuestas que han dado, entre otros su hijo, lejos de ayudar, generaron más dudas. Es evidente la improvisación, que hizo más creíble el conflicto de interés. Ahora bien, hay algunos puntos clave que podemos destacar en este caso para analizarlos y aprender de ellos. Parafraseando al maestro Gutiérrez Rubí:
1. Comunicación interna y externa, cada administración necesita cuidar sigilosamente la información que tiene a su alcance para que sea emitida por un solo canal de comunicación y expresarla a todos los medios con sinceridad y apegada a la verdad.
2. Construcción de autoridad, cada administración debe tener planes y protocolos de actuación, contar con un equilibrio técnico y político, actuar con rapidez, sin distorsión ni caos en el mando.
3. Tiempo, reacción e información, cada dependencia debe proporcionar certidumbre, mantener el control y más la autoridad, para que pueda superar la eventualidad.
4. El portavoz, si alguno de los actores distorsiona la verdad es seguro que se producen rumores y sea una bola de nieve que genera errores cada vez más graves, más si son familiares o víctimas.
5. Creación de marcos de interpretación, en toda situación potencialmente peligrosa tiene que hacerse un análisis de los hechos, priorizar la información, (¿cuál es más útil y vital para enfrentar la crisis?), sólo así se puede tomar las mejores decisiones y salir pronto con el menor daño posible.
6. El liderazgo político, cuando se involucran la emocionalidad con la tensión, se puede interpretar los hechos de manera equivocada y matizar el análisis objetivo, puede romperse la cadena de decisión, ejecutar y difundir inadecuadamente incrementando la crisis.
La posibilidad de que cualquier organización enfrente una crisis, en cualquier momento de su existencia, es de 90 %. La reacción ante esa crisis somete a juicio la credibilidad del líder político, más si su actuación no ha sido transparente. Además, el silencio nunca será buena opción. Las crisis se deben resolver comunicando, no con propaganda, se debe decir la verdad y cuidar la relación de confianza con todo lo que se hace.
Yo estoy convencido que los ciudadanos no debemos adorar falsos dioses. Distinguir, por ejemplo, entre una devoción que exige condenar al opositor a la calle y mantener al público huérfano de información limitando la libertad de expresión, especialmente cuando sea contraria a “la verdad” establecida por el líder. Distinguir entre el falso nacionalismo-populismo, que busca la confrontación para arengar a sus seguidores y linchar a los opositores tachándolos de traidores a la patria por no creer en el falso dios. No nos gobiernan reyes ni filósofos que se asumen infalibles. Nuestros gobernantes son simples seres humanos que dirigen instituciones y por ende se equivocan. Es tiempo de hacernos respetar y respetar a los demás. Así construiremos un mundo de libertades y de responsabilidades.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.