Dicen por ahí que todo aquel que no aprende de su historia está condenado a repetirla. Pensé que los mandatarios habían aprendido que las guerras solo dejan desolación a su paso. Imaginé que después de una pandemia, los líderes mundiales habían reflexionado sobre la importancia de crear un mundo mejor y hacer hasta lo imposible por tenerlo más lindo, menos contaminado, dirigido a las energías renovables y el cuidado del planeta para terminar con lo inminente: sequías, inundaciones, hambruna, migración y pandemias.
Estos temas fundamentales parecían ser el objetivo de todos.
Cuando comenzó la pandemia en diciembre de 2019, la actitud del mandatario ruso, Vladimir Putin, asombró a todos. Un hombre que cerró sus fronteras, se puso las pilas y fue uno de los primeros en invertir en la investigación de una vacuna que terminara con el confinamiento, la Sputnik V.
Ahora ese héroe pintado como el nuevo estereotipo de gobernante es catalogado como el tirano más cruel por atacar a Ucrania.
Las razones de dicho ataque van desde recuperar un esplendor perdido en Rusia, hasta intentar que Occidente no tome ese país como un lugar donde almacenar armas o una fácil entrada al territorio ruso.
También puede tener motivos económicos muy fuertes, como el descubrimiento de minerales o petróleo, en realidad no importa.
Las causas por las que se origina una guerra siempre van a ser estúpidas porque implica lo que quiere un grupo pequeñísimo de personas que domina el mundo contra la población de los países involucrados y sus soldados.
Las fotos de la invasión a Ucrania rompen la fe en la humanidad. El pueblo siempre es el títere con el que juegan los dueños del universo. Mandan bombas aquí y allá. Cruzan los aviones por los cielos. La ciudad se llena de tiroteos que van cargados de desesperanza y muerte.
Esta guerra demostrará que estamos perdidos, porque en este siglo, con el contexto de una larga pandemia no somos capaces de terminar con las atrocidades que se les ocurren a los mandatarios. Ninguno de nosotros tenemos el poder para detener los conflictos bélicos. Somos observadores eternos del dolor humano, siempre esperando no ser los protagonistas.
Esas películas de superhéroes que marcan al villano como un ente que siempre quiere dominar al mundo se han quedado cortos, porque esto que nos va a pasar traerá consecuencias devastadoras, no sólo para aquellos que han despertado en medio de una casa devastada o peor aún, con un ser querido herido o muerto. Todo cambiará para todos, subirá la gasolina, el gas, todo se irá por las nubes. Eso aumentará la violencia y la migración.
Si la pandemia había hecho que descansara la tierra, que durmiera un poco, hemos despertado enfermos y en medio de una pesadilla mundial: una guerra.