Si algo ha dejado en claro el presidente Andrés López Obrador, es que; pese a los errores, fallas, desaciertos, corrupción, equivocaciones, ilegalidades y atropellos, que han cometido él, su gabinete, familia, etcétera, no va a cambiar nada. Las cosas seguirán como hasta ahora. ¿Cuál es el motivo? Lo más probable es que sienta que pierde poder si recula.
Lo ha presumido. Al mandatario le parece que su terquedad es una virtud. Grave apreciación para cuando se trata del titular del ejecutivo federal, persona por la que pasan grandes decisiones y que inevitablemente alterará las condiciones de vida de más de 120 millones de seres humanos, ya sea para bien, o para mal.
Desde antes de asumir el cargo que hoy ostenta, decidió, colocando como pretexto una consulta “patito”, la cancelación del Aeropuerto Internacional que se construía en Texcoco y que llevaba el 30% de avance. ¿Quién en su sano juicio determina algo así?
Inevitablemente esa suerte que corrió el nuevo aeropuerto, lo ha perseguido por lo que va de su sexenio. Sin embargo, no parece que en algún momento se haya arrepentido de tal decisión. Declarar el lago de Texcoco como zona protegida lo deja más que claro.
Por cierto, de entre sus grandes contradicciones se puede señalar también esta; por un lado, se declara protector de la naturaleza y por el otro, hace todo lo contrario. Lo que es evidente, pues enderezó un fuerte ataque dirigido a los artistas que se pronunciaron en contra de la destrucción de la selva con motivo del “Tren Maya”, obra señalada por expertos, activistas, pobladores, actores, actrices, y muchos más como un ecocidio, a lo que mereció una de las respuestas más recurrentes del mandatario; que son vendidos, que obedecen a los que no lo quieren, etcétera.
Lo mismo ocurre con los señalamientos de corrupción, que cuando no son de los cercanos y familia, se va con todo, acusando, señalando, juzgando, aún sin pruebas, ¿para qué? no las necesita, pero para cuando se trata de los propios, exige pruebas o simplemente niega e injuria a quien se atrevió a ventilar el tema.
Pero negar los hechos no hacen la diferencia, acusar de que todo se trata de un complot, sólo alimenta la molestia ciudadana que poco a poco se empieza a descubrir con más intensidad. La idea que vende a diario de que el objetivo de los conservadores para desacreditar a su gobierno es inventar cosas, porque no están contentos, se está desgastando.
Para muchos, ya es un caso perdido, han bajado los brazos, se han cansado de reclamar y de exigir que haga movimientos en su gobierno tras los grandes escándalos que han protagonizado, o que suspenda obras, o que cambie de actitud, pero no lo va a hacer. En su mundo cree que todo va de maravilla, aunque la realidad se canse de mostrarle otra cosa.
Con el poder que hoy ostenta, López Obrador ha emprendido el siguiente paso para desaparecer al Instituto Nacional Electoral, no le gusta su independencia, y quiere influir y controlarlo desde Palacio Nacional, como lo ha hecho con otros organismos autónomos.
¿Cuál es el objetivo?
Cada quien puede tener su respuesta, lo correcto sería despojarse de la percepción simplista de que todo tiene que ver con ideales, cuando el mundo exige que las decisiones que tomen en las diferentes naciones sean objetivas, apegadas a los acontecimientos que ha padecido la humanidad en los últimos tiempos.
No es tiempo de caudillismo, y, sin embargo, América Latina insiste en adoptar esa condición. ¿por qué la gente puede creer que una sola persona sea capaz de imponer las condiciones de todo un país para mejorar y encontrar un nuevo futuro?, ¿por qué creer que las cosas se pueden dar fácilmente casi sin el mayor esfuerzo que el que pueda significar ofrecer apoyo incondicional, o ciego, como lo exige el de Macuspana?.
Las cosas empeoran y para dentro de muy poco no habrá forma de detener el avance de la destrucción, de la inseguridad, de la pérdida de empleos, de la incapacidad para comprar los alimentos básicos; se observan nubarrones en el cielo que garantizan que México estará en medio de una tormenta.
México no es ninguna potencia, es un país que se encontraba creciendo, con un margen bastante mediocre, pero era crecimiento al fin. Ahora, esta peor, no existe recuperación alguna, y pasará mucho tiempo antes de volver a las condiciones que se tenían antes de la aparición de la pandemia.
Los otros datos que siempre esgrime el presidente, son una cachetada a los millones de nuevos pobres, a los millones de desempleados, a quienes han sufrido por el aumento desmedido de la violencia; ocultar o modificar cifras no arregla nada, sólo las esconde.
Comunidades enteras han sido despojadas de sus propiedades, los empresarios se tienen que defender de los muchos enemigos y aún así intentar seguir adelante. Con la angustia de recibir mensajeros que exigen derecho de piso o imponen cuotas. ¿Dónde está el gobierno para todos ellos? ¿Se solucionará ofreciéndoles dinero? ¿Cómo los 20 mil pesos que se les ofreció a los pequeños empresarios?
Todo empezó con la cancelación del aeropuerto que se construía en Texcoco, pero no puede culparse exclusivamente al tabasqueño, sino a su antecesor. Enrique Peña Nieto: dejó de ser presidente desde el momento mismo que se conoció el resultado de las elecciones de 2018. ¿complicidad? Todo quedará en sospechas.