Los desafíos del mundo global

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Publicado en Opinión

Los desafíos del mundo global

Lunes, 30 Mayo 2022 00:15 Escrito por 
Hugo Antonio Espinosa Hugo Antonio Espinosa Sin riesgos

“En la modernidad avanzada, la producción social de riqueza va acompañada sistemáticamente por la producción social de riesgos”.

Ulrich Beck, La Sociedad del Riesgo, Pág. 27

En la década de los ochentas se acuñó un concepto denominado la Sociedad del Riesgo. Los sociólogos Ulrich Beck y Anthony Giddens, de origen alemán e inglés respectivamente, fueron sus principales teóricos. Las premisas que definían al mencionado concepto eran la exacerbada industrialización de la sociedad global y la creciente urbanización de las comunidades locales, lo cual generó múltiples efectos en la relación entre la actividad humana y el medio ambiente que lo rodeaba. Paralelo a los riesgos sociales y asimetrías económicas que dicha sociedad generó, se construyeron múltiples condiciones de riesgo de desastre para la población mundial, principalmente en las zonas de menor desarrollo.

Los peligros que amenazaban a la Sociedad del Riesgo ya no eran atribuidos a los dioses, ni a la naturaleza por sí misma, sino a los efectos imputados a las decisiones humanas que generaban riesgos por no respetar o dimensionar la fuerza de la naturaleza que, a través de un huracán o un sismo, afectaban inesperadamente a las construcciones y desarrollos urbanos y comerciales en las metrópolis; asimismo, los riesgos manufacturados, es decir aquellos provocados por el avance de la ciencia, la tecnología y la sobreexplotación de los recursos naturales, continuaban incrementándose día a día.

Ya han pasado 30 años de la noción de la Sociedad del Riesgo y las condiciones identificadas desde entonces aún prevalecen, incluso se han agravado considerablemente en algunas regiones del mundo, incorporándose nuevos y más agudos fenómenos. Por tal razón la Gestión Integral del Riesgo de Desastre (GIRD) debe estar ineludiblemente en las agendas políticas de los gobiernos, los debates académicos y la discusión pública. No podemos esperar otros 30 años para iniciar la construcción de una cultura de autoprotección y la organización de mejores respuestas, desde lo local, para revertir los efectos destructivos del vertiginoso avance del mundo global.

¿Por dónde iniciar? Por la identificación de nuestras vulnerabilidades locales. Un desastre se produce cuando se dan principalmente cuatro condiciones al mismo tiempo: 1. Que las personas vivan en lugares peligrosos (sobre laderas, en los cauces de ríos, en los márgenes de las zonas industriales y en las zonas de restricción por derecho de vía o por riesgo geológico); 2. La ocurrencia de un fenómeno extremo (Huracán, Sismo de gran magnitud, incendio forestal o industrial, por mencionar algunos.); 3. Que el fenómeno provoque muchos daños en zonas vulnerables (El Atlas Municipal de Riesgos es la herramienta básica para identificar los polígonos en riesgo y la población potencialmente vulnerable); 4. Cuando el medio ambiente se ha alterado como producto de la actividad del ser humano (modificación arbitraria del uso de suelo).

En síntesis, donde interactúan la sucesiva destrucción del medio ambiente, la ocupación inadecuada del territorio, la pauperización de la vida de la población y endebles condiciones de gobernabilidad, ahí existe un inminente y potencial riesgo de desastre. A este fenómeno se le conoce como vulnerabilidad múltiple o sistémica, ya que la ausencia de estado de derecho en esa zona específica no permite que se generen las condiciones para revertir el acúmulo de amenazas, hasta que un evento desastroso las detona y subvierte el status quo, lamentablemente con saldos de pérdida de vidas humanas e incuantificables daños a la infraestructura pública, bienes y patrimonio de la población afectada.

Si al contexto de la vulnerabilidad sistémica que se vive en muchas regiones de México le agregamos la alta incidencia de emergencias, cuya frecuencia es tal que, entre el 19 de septiembre de 2017 y el 7 de septiembre de 2021 –en cuatro años–  se han registrado 4 sismos de magnitud mayor a 7 Grados Richter, uno por año, en promedio (Revise aquí: http://www2.ssn.unam.mx:8080/sismos-fuertes/), y si en el mismo periodo, 30 ciclones tropicales han impactado nuestro país, 8 por año, en promedio, afectando en 22 entidades federativas, principalmente en Michoacán, Jalisco, Colima y Nayarit –en el Océano Pácífico– y Campeche, Yucatán y Quintana Roo –en el Atlántico–, (Revise aquí: http://dgeiawf.semarnat.gob.mx:8080/ibi_apps/WFServlet?IBIF_ex=D3_AIRE04_01&IBIC_user=dgeia_mce&IBIC_pass=dgeia_mce), no todas con pérdidas humanas, pero sí con muchas afectaciones a la infraestructura pública, la economía y a las regiones más empobrecidas de nuestro país, no queda duda que segmentos poblacionales específicos se encuentran expuestos a una inseguridad territorial y, por sus condiciones de vida, en un estado de indefensión social.

¿Cómo revertir desde lo local? Asumiendo la responsabilidad que a cada ciudadano le asiste. En primera instancia desde su hogar, mitigando las condiciones de riesgo que en su espacio vital existan; generando acuerdos y planes que permitan, desde la prevención, las acciones de respuesta y el retorno a la normalidad después de la emergencia o desastre, el involucramiento de todos en el núcleo familiar, asignando tareas y responsabilidades a cada integrante, supervisando y dando seguimiento, tomando nota y reuniéndose específicamente para evaluar sus acciones y planificar otras. No existe otra forma. No se pueden vencer las vulnerabilidades sistémicas de una comunidad si los ciudadanos no aprenden, primero, a superar sus propias vulnerabilidades y retos domésticos.

La cultura de la autoprotección, como todo hábito o costumbre, se aprende, no se hereda; es un fenómeno colectivo, compartido. En segunda instancia, habrá que salir a la calle, con los vecinos, revisar las vulnerabilidades del conjunto de casas y espacios comunes: alumbrado, alcantarillado, pavimento, recolección de basura, seguridad pública, parques… ¡Lo que hacían nuestros abuelos! Desde barrer la acera y recoger la basura, hasta realizar reparaciones y mejoras en espacios colectivos, no obstante que sea una atribución del gobierno local, hacerlo por el simple hecho de generar empatía y comunidad entre vecinos (pregúntese si conoce a sus vecinos; a cuántos de ellos conoce por su nombre). No es una utopía, es una necesidad que, si se quieren cambiar las cosas, se tendrán que hacer más temprano que tarde.

El ciudadano actual, que siente poca confianza hacia sus instituciones gubernamentales y representantes políticos, tiene que volver a confiar en sus pares, en sus vecinos y conciudadanos para resolver sus problemas locales. la ciudadanía fragmentada y desorganizada es la que ha permitido la construcción de vulnerabilidades sistémicas, porque nadie se quiere hacer cargo de lo colectivo, de lo común; en espera de que otro lo haga; y ese otro que por obligación debe hacerlo –el servidor público– no encuentra incentivos para hacerlo con calidad, calidez y prestancia, debido a que el anquilosamiento de la vida institucional no ha desarrollado sistemas y mecanismos que revitalicen el servicio público y hagan que sus operarios reivindiquen su trabajo y se sientan parte fundamental de las soluciones a los problemas de sus conciudadanos. ¿Cuánto tiempo demoran en reparar una alcantarilla, una luminaria, pintar un señalamiento vial, recoger la basura y reparar la banca  de un parque? A veces nunca.

Construir ciudadanía es la respuesta local, urgente y necesaria. Gestionar, presionar, involucrarse y supervisar los actos públicos es la clave para mejorar las condiciones de vida de todos y para ser una sociedad más resiliente ante las amenazas que ponen en riesgo a los más vulnerables. El mundo global de hoy requiere de ciudadanos preocupados por lo local, por lo inmediato y lo cercano. Porque resolver los temas fundamentales en nuestra propia localidad, antes que votar por salvar a la vaquita marina de Baja California o por la conservación del tigre de Sumatra, es necesario que no se inunde nuestra calle, que el policía de barrio haga su rondín y que formemos nuestro comité ciudadano de protección civil para cuidarnos entre todos. Que su semana sea de éxito. ¡Cuídese!

Hugo Antonio Espinosa

Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca,

Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal.

Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX

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