Morena puede presumir que gobierna en el 60 por ciento del país. Festeja – ¿y quién no lo haría? –. Ganaron a sus opositores. El trofeo no fue México, fue la burla, el insultar, reírse en la cara del rival caído. Han levantado el brazo con el puño cerrado, con ese gesto que en la historia, es el símbolo de la resistencia pero que, en la actualidad, nos recuerda más el gesto ofensivo de Anders Breivik, aquel que ante, ante el tribunal de Oslo, cerró su mano derecha, se la puso al pecho y extendió el brazo para levantarlo en señal de victoria. Este sujeto había asesinado a 77 personas en Noruega. Su ademán fue interpretado como un insulto. No se arrepintió, como tampoco lo harán aquellos que ganaron la contienda electoral de manera tramposa.
El escribano, que Desde El Sótano redacta los manuscritos insurrectas, recuerda que hace unos días, se reunió con algunos amigos, ex compañeros de la memorable Facultad de Ciencias Políticas de la Uaemex. Corrió en esa verbena el lúpulo dorado y escarchado en los vasos, la uva embotellada se agitó en las copas al ritmo melódico del sustantivo ¡salud!... Y las historias no pararon, ni las anécdotas o los recuerdos que inspiraron el afecto y el abrazo amable, cariñoso. Nunca la amistad con ellos fue herramienta de la hipocresía, ni tampoco alegoría del impío. Sólo amigos divirtiéndose, siendo buenas personas, “emisarios del buen legado”, como citaría Mario Benedetti.
Y parafraseando al propio maestro de la pampa uruguaya: “estuvimos envueltos en el encuentro, en ese verso que sintetiza la esencia de la amistad hecha amor, porque eso es el amor, la realización, el hecho de la amistad”… Que estúpida comparación hará el amanuense pero, mientras la camaradería noventera rendía homenaje a la amistad, la traición bailaba al compás de un proceso electoral ensombrecido por el crimen organizado apapachado desde Los Pinos.
Si, los actores fueron priistas con chaleco guinda, preparados para embestir al INE en caso de no haber salido victoriosos, pero el traidor neoliberal hizo su chamba. Antes, orgullosos priistas, hoy, emocionados morenistas que levantan el brazo victorioso, el mismo brazo con el que protestaron durante muchos años su militancia tricolor. Y es que “El león no puede protegerse de las trampas, y el zorro no puede defenderse de los lobos. Uno debe ser un zorro para reconocer trampas y león para asustar a los lobos”, citaba Maquiavelo en “El Príncipe”.
Cuando en juego está el poder o la salvación, la traición es sólo una herramienta, diría Judas al recibir 30 monedas de oro por su felonía, y quien se arrepentiría después, al ver lo que los fariseos le hicieron a Jesús y al pueblo de Jerusalén. Aristóteles decía que en política hay algo más importante que el poder: la amistad política, ese bien común que hace posible la comunidad y la comunicación humana, algo que no entra en el léxico del político. Hoy los tiempos juegan a favor del que poco o nada ha hecho en tres años. Antes la efervescencia “del copete” peñista, subyugó el Movimiento Progresista que encabezaba Andrés Manuel; en ese 2012, el tabasqueño, abanderado del PRD, no pudo y el país, en cada estado y municipio, se pintaba de un rojo tricolor. Ahora el imperio ha cambiado.
El reinado priista cayó por culpa de sus cacicazgos. El caudillaje de Morena se extiende en Baja California, Sonora, Sinaloa, Nayarit, Zacatecas, Colima, Tamaulipas, Veracruz, Chiapas, Tabasco, Campeche, Quintana Roo, Oaxaca, Guerrero, Michoacán, Puebla, Tlaxcala, Hidalgo y la CDMX, por cierto, entidades donde la infografía del crimen muestra un mapa en el que manda el Cartel del Golfo. Sólo digo... Mi twiter @raulmandujan
Raúl Mandujano Serrano
Periodista, intolerante a la estupidez. Creador de las crónicas irreverentes del Sótano Uno, columna editorial premiada con la presea Manuel Buendía. Analista político y social.