Lo que ha sucedido en estos últimos dos años, irremediablemente nos coloca en un inesperado y nuevo presente. Después de la pandemia, que desde su llegada cambió hábitos, actividades laborales y sociales, así como la relación de nuestro país con las demás naciones del mundo, descubrió que vivimos en un mundo cada vez más globalizado. A través del internet y de las diferentes plataformas sociales se intensificó la interconexión en el plano económico, político, social y tecnológico.
El trabajo de oficina desde casa, abrió nuevas y grandes expectativas, imponiendo una realidad a la que la humanidad no estaba acostumbrada, de la misma forma; clases a distancia, negocios, actividades sociales, culturales y hasta deportivas se abrieron paso por medio del internet.
El mundo no volverá a ser el mismo. Hoy más que nunca, se descubrió que el llamado oro negro, y que impuso las reglas en la economía mundial por mucho tiempo, es muy volátil, pero que materialmente, se encuentra de salida, aunque impactó cuando cayó a precios insospechados. Países como México o Venezuela recibieron un duro impacto ante la inactividad motorizada. La empresa productiva del Estado (PEMEX) mostró otra cara.
La transacción internacional del petróleo es demasiado incierta. Ahora mismo, existe un elevado precio que amenaza con una crisis con resultados de pronóstico reservado, derivado de la guerra Ucrania-Rusia. Y mientras que en otras partes del orbe se ajustan a tales condiciones internacionales, en nuestro país, en la gasolina se aplica una política de contención que muchos describen como subsidio, que no lo es.
En México debe pagarse el Impuesto Especial sobre Productos y Servicios (IEPS) y el Impuesto al Valor Agregado (IVA) por cada litro de gasolina. El pago de ambos impuestos puede llegar a representar hasta el 40 por ciento por cada litro, según Profeco. Sin embargo, lo que hoy deja de pagarse, afecta a los Estados y los Municipios de la República.
Ante todos estos ajustes de actividades y mercado, aparecen las habilidades de los líderes de las diversas naciones, cuya respuesta, mucho dependió de la adecuación de los apoyos que ofrecieron a sus pueblos para hacer frente a las graves consecuencias por el paso de la pandemia. Fue el objetivo fundamental que exhibió su visión y proyección.
En México, el mensaje del presidente Andrés López Obrador en diferentes momentos de la pandemia, dejó helada a gran parte de la ciudadanía; entre “…la pandemia nos cayó como anillo al dedo”, pasando por “…detente enemigo, que el corazón de Jesús está conmigo”, hasta el “…que quiebre quien tenga que quebrar”, entre otros, mostró al mundo, el tamaño que tiene del gobierno mexicano.
Mientras que en otras latitudes aprovecharon las circunstancias para encontrar nuevas formas de reactivación, aquí, se intenta acelerar en reversa. En tanto que las palabras, que no las acciones, han provocado que millones de seres humanos sufran por carencias económicas, de salud y de seguridad. La administración lopezobradorista únicamente se preocupa por las próximas elecciones.
Pero esta visión de insensatez, puede encontrarse en un punto de quiebre. Puede ser el despertar de una nueva sociedad; más participativa, consciente y enterada de su realidad. De ser así, los partidos políticos y la clase política tendrían que realizar ajustes ante el involucramiento y, por ende, exigencia de aquellos. De darse el caso, se verían obligados a mejorar; si la sociedad se diera cuenta de la gran fuerza que puede tener al unirse, cambiaría su forma de pensar y como consecuencia, la forma de la toma de decisiones del gobierno, cualquiera que éste fuera.
Pero, si mientras se sigue votando con el estómago vacío y con desconocimiento de su entorno y de la realidad, el pueblo lo seguirá cometiendo el mismo error, votando únicamente con el sentimiento, no con la razón, y entonces, ese cambió tardará mucho más tiempo en llegar, o tal vez, nunca lo haga.
Con cualquier otro gobierno, que hubiera aprovechado las condiciones que se presentaron con las diferencias entre China y Estados Unidos, con la construcción del Nuevo Aeropuerto Internacional que se construía en Texcoco, con la falta de la mano de obra de nuestros socios comerciales, y buscando la suspensión de la construcción de las obras del Tren Maya, Aeropuerto Felipe Ángeles y Refinería de Dos Bocas, entre otras, el panorama sería completamente distinto.
Y aunque el gobierno de López Obrador insiste en ofrecer un mensaje triunfalista de aparecer su partido, Morena, como invencible, la verdad está sujeta invariablemente a la determinación de los ciudadanos con credencial para votar. Definitivamente, es el ente al que sí le teme el mandatario, porque puede generar un gran cambio en el futuro inmediato.
Por lo que no es casualidad que la sociedad busque diferentes formas para lograr ser escuchada, los partidos políticos ya no satisfacen esa necesidad. Entre el encono que alimenta todos los días el presidente desde Palacio Nacional y la inactividad pasmosa de aquellos, se descubre un gran hueco que deja huérfanos a los ciudadanos interesados en encontrar el espacio que logre representar sus inquietudes, por lo que ávidos de nuevas formas para hacer política, más ciudadana, voltean la cara hacia otro lado.
La creación del Frente Cívico Nacional representa una de esas posibilidades, es una oportunidad, entre otras, en las que se puede descubrir a un nuevo ciudadano, con mayor interés, que coincida con un entendimiento que logre involucrarlo, si éste es más afín a sus necesidades.
Definitivamente, grandes cambios se han empezado a generar, en los que el ciudadano común, y que antes no había participado, puede colocarse al centro de la discusión para obligar a profundizar en los temas que realmente son de su interés. En el caso de corregirse la tradicional apatía que los caracterizó durante mucho tiempo, entonces ya nada volverá a ser igual.