A cierta clase de políticos les abomina que se les cuestione. Encumbrados(as) en su pedestal, olvidan cómo llegaron o qué estrategias necesitaron para alcanzar el sitio en el que están. Por eso, cuando les increpan, simplemente ensordecen. Apenas se piensa distinto de quienes detentan el poder, uno se convierte en el enemigo más acérrimo. Entonces espetan que nadie entiende lo que enarbolan. Pero si están en campaña, todo cuanto les proponen les parece la idea más inusitada y digna de encomio, todo con tal de parecer de mente abierta y con dosis de un interés que llenarían el Atlántico en un parpadeo.
En la academia y en la ciencia es igual. Si un día nos dedicáramos a inquirir cuántos proyectos, investigaciones, propuestas, artículos, capítulos o libros, han sido rechazados porque no van acorde a los nuevos cánones o intereses de quienes manejan las revistas científicas, editoriales, grupos de investigación o equipos de interés, nuestros hallazgos competirían con las películas de terror.
Es cierto que también corre un alud de propuestas, documentos, iniciativas, proyectos o investigaciones que no merecen una sola línea en el más recóndito pasquín del planeta. Quien pone unas cuantas líneas inconexas o herméticas ideas acerca de un tema, se siente colocado en el pináculo del Premio Nobel e injustamente desconocido. El actor Javier Bardem dijo hace poco que bastaba con tener una opinión propia para ganarse inmediatamente enemigos. Así de grave está el mundo. Es decir, si uno tiene un punto de vista propio o discordante con respecto a lo que opina la mayoría, ello bastará para ganarse un alud de rivales.
Veamos: 1). México no va bien, a pesar de que la llamada Revolución Mexicana data de hace más de un siglo. La mayoría de las promesas se han incumplido o se concretan lentamente si no es que de plano languidecen mientras llega el juicio final. 2). La llamada Revolución Institucionalizada, iniciada a partir de 1929, ampara y protege a ciertos letrados, así como a las mismas familias que están encumbradas desde hace por lo menos dos siglos. Poco ha mutado. 3). A quienes más entienden de los enredos del dominio y de las decisiones en la élite, mejor les va. 4). Unos llegan y otros van, pero todos se reacomodan pues forman parte de la misma clase social. 5). Los tránsfugas, aquellos que van de un partido a otro, reciben las mejores dádivas. 6). Diversos ex: priistas, perredistas, petistas, panistas o verde-ecologistas, cual chapulines, saltan de su partido de origen a otro, para ser ejemplo sin el menor rubor, de lo que en broma decía Groucho Marx: ¡Aquí están mis principios! Y si no les gustan… ¡Aquí tengo otros! En esta práctica, desde sus orígenes, el PRD y Morena han sido diáfanos ejemplos de operar como recipientes “plurales”.
Red Internacional FAMECOM A.C.
