Los últimos años hemos podido ver a muchas mujeres, madres en su mayoría, buscando justicia para sus hijas víctimas de feminicidio y a muchas otras, buscando justicia para sus hijas o hijos que aún están desaparecidos, de los cuales no se sabe nada, incluso desde hace más de una década.
El camino de la justicia en un país lleno de violencia, en la que hemos normalizado las desapariciones y los feminicidios, hace que las mujeres muchas veces estén solas, o se vayan quedando solas en el camino.
Las mujeres son normalmente, como lo hemos visto en las marchas del 8M o el 25N, las que buscan la justicia, las que exigen y las que dejan toda su vida a un lado para que los procesos en las fiscalías, los poderes judiciales y las instituciones de seguridad que deberían darle seguimiento a los casos, avancen; sin embargo, en todo el país y el Estado de México, si la familia no tiene una participación activa en el proceso de investigación y hace presión sobre los servidores públicos, policías de investigación o agentes del ministerio público, sus carpetas pueden pasar meses o años, solo con las diligencias iniciales; la búsqueda de justicia para las mujeres implica entonces dejar de lado su vida y la vida de las personas que tienen a su lado, aunque estas personas sean otras hijas o hijos, matrimonios, relaciones con hermanos o padres.
Las madres buscadoras en este país, no solo son quienes siguen en un proceso de búsqueda que ha durado días, meses o años, son también quienes han estado solas en los procesos de investigación y acceso a la justicia para sus hijas, que muchas veces tienen la suerte de encontrar después de haber sido víctimas de algún delito, pero muchas otras ocasiones el delito acabo con sus hijas o hijos.
La justicia para las madres buscadoras puede tardar en llegar incluso décadas, y eso sí hablamos solo de esta justicia fría y lejana, que implica la sentencia de un feminicida, un tratante o un sicario. Por esto es momento de ponernos los lentes violetas en la búsqueda y exigencia de justicia y garantizar para las mujeres que buscan, una justicia efectiva, que reconstruya sus proyectos de vida, iniciando con mecanismos para que los procesos de procuración y acceso a la justicia sean prontos y expeditos, y que estos vayan acompañados.
Que las mujeres dejen de estar solas en esta búsqueda y tengan un respaldo no solo social, sino también institucional, un respaldo que permita para ellas encontrar nuevas formas de vivir, un respaldo con acompañamiento jurídico que resuelva dudas, hasta las más simples y reiteradas, un respaldo con acompañamiento psicoemocional que les permita lidiar con el dolor permanente de la violencia extrema, un respaldo con acompañamiento económico que les permita mantenerse e iniciar de nuevo, un respaldo que no víctimice, recrimine y ponga en duda su palabra.
A las madres que buscan justicia todas y todos les debemos, les deben las instituciones públicas, las fiscalías, las instancias de las mujeres, las comisiones de víctimas, los gobiernos locales y nacionales, y les debe también la sociedad en general, que ha tardado en despertar y levantar la voz, a las buscadoras de justicia les debemos estar en silencio cuando ellas gritan, les debemos acompañamiento, les debemos respaldo que condene la violencia y exponga de una vez por todas que estamos hartos de seguir bajo un sistema que condena a las mujeres a desaparecer, vivir violencia y morir por el simple hecho de ser mujeres.
Esas mujeres que buscan tienen nombres, y como sociedad tenemos la obligación de trabajar para que sean las últimas mujeres que griten en la calle, justicia, que dejen de gritar solas por 1, 2 o 5 años, justicia, que dejen su vida, su salud y su desarrollo a causa de esta violencia que nos consume día a día, los gobiernos y las instituciones deben entender que la violencia no es un tema de moda, la violencia es hasta hoy un tema que lastima, que limita, que condena.
A las madres y mujeres que buscan justicia les debemos todos y debemos compartir la urgente necesidad de acompañarlas y reconstruir proyectos de vida que se rompieron por la violencia machista.