Tengo fe en Chile y su Destino. A 49 Años del Golpe de Estado en Chile

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Publicado en Opinión

Tengo fe en Chile y su Destino. A 49 Años del Golpe de Estado en Chile

Miércoles, 21 Septiembre 2022 00:55 Escrito por 
Jorge Olvera García Jorge Olvera García Inventario

Septiembre es un mes de contradicciones. La celebración popular de las fiestas patrias en Chile se funde con el dolor permanente del golpe de Estado, en una mezcla de olores, sabores y sonidos. Ese día, da la sensación de que la monumental bandera que se encuentra justo enfrente del Palacio de la Moneda iza con aires de tristeza, la cordillera se esconde entre las nubes y en las alamedas hay un olor a nostalgia.

Hace 49 años que la metralla mató al cantor, al poeta, al genio, al orador, al estadista, al viejo joven, al ilustre, al revolucionario Salvador Allende. Tuvieron la fuerza para avasallar, la organización para derrocar, pero los procesos sociales, la evolución y el carácter no se detienen ni con el crimen, ni con el autoritarismo, ni con la traición, ni con nada que sea contrario a la voluntad de todos. La historia es del pueblo porque del pueblo nace. “Morimos cada día” como decía Séneca, es nuestra última prueba de carácter, no ha existido mayor definición practica de esto, que su testimonio, el de Salvador Allende Gossens, que continúa resonando en las grandes alamedas, para convertirse en un símbolo social e histórico de Chile, es la ausencia más presente de todas.

Su recuerdo permanece latente en la memoria de un pueblo chileno que no ignora ni olvida, por el contrario, que conoce y reconoce. Su nombre fue, es y será motivo de pertenencia y orgullo, sinónimo de un hombre que fue digno y que pagó con su vida la lealtad de su pueblo. Su pensamiento sigue vigente, sigue latente en cada rincón del país. Desde el desierto de Atacama hasta la Patagonia chilena, pasando por la inmensa cordillera hasta llegar a La Moneda.

Reza un canto popular chileno: “Si todo esto no hubiera ocurrido, Chile si sería la copia feliz del Edén”. Si Salvador Allende viviera, tendría la certeza de que su sacrificio, por fortuna, no fue en vano.

El próximo año se cumplirán cinco décadas de que el metal tranquilo de su voz dejara de existir, pero los ecos de la misma, resuenan con mayor intensidad que ayer y con más vehemencia que nunca.

Teniendo la certeza de que la semilla que entregó a la conciencia digna de miles y miles de chilenos, no podrá ser segada por la ignominia y la opresión. “Algún día América tendrá una voz de continente, una voz de pueblo unido. Una voz que será respetada y oída, porque será la voz de pueblos dueños de su propio destino”. Miles de estelas podemos recordar, cientos de discursos podremos recitar, pero continuar su legado debe ser una consigna que merece ser repetida por toda la sociedad en general. Mi regreso a la actividad universitaria trajo consigo innumerables recuerdos y reafirmó aún más mi convicción de ser profesor universitario, así como la encomiable labor de forjar a las nuevas generaciones de estudiantes que se ven precisados en la sentencia del Gran Salvador Allende:

“La juventud debe entender su obligación de ser joven, y si es estudiante, darse cuenta de que hay otros jóvenes que, como él, tienen los mismos años, pero no son estudiantes. Y si es universitario, con mayor razón: mirar al joven campesino y al joven obrero, y tener un lenguaje de universitario para universitarios.

Ser joven en esta época implica una gran responsabilidad, ser joven de México o de Chile; ser joven de América Latina, sobre todo en este continente que, como he dicho, está marcado por un promedio que señala que somos un continente joven. Y la juventud tiene que asumir su responsabilidad histórica”.

Saludo la vocación democrática del pueblo chileno que hace poco participó pacíficamente en el referéndum constitucional. La lucha de los pueblos por la inclusión, solidaridad y dignidad continuará mientras exista injusticia y desigualdad. Ellos son los hijos de Allende, los que reivindican su mensaje revolucionario de tolerancia, soberanía y hermandad entre los pueblos libres del mundo. 

Un día pensé en aquellas épocas de estudiante que, si un día tendría un hijo llevaría por nombre Salvador en honor y para su ejemplo del Héroe del Palacio de la Moneda, porque siempre pensé que un nombre con significado guía, apuntala, dirige, personifica, otorga identidad y la catapulta como dedo flamígero. “Tú te salvas, Salvador”. Como diría el cantor Oscar Chávez; ese hijo entonces se llamó Omar Salvador y hoy existe.

¡Que vivan los pueblos hermanos de Latinoamérica!

¡Que viva el pueblo de Chile!

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