Hoy comentaremos de la imagen de la Calavera Garbancera, creada por el grabador y caricaturista mexicano José Guadalupe Posada en el año de 1912 con el fin de burlarse de las clases sociales de la época; Diego Rivera fue quien en el año de 1947 la retomó, la atavió con un elegante vestido y una boa de plumas, cual serpiente emplumada, para aparecer en el mural Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central, bautizándose como la Catrina, icono de la celebración del Día de Muertos.
Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central
Los escritos redactados de manera burlona y acompañados de dibujos de cráneos y esqueletos, empezaron a reproducirse en los periódicos llamados de combate. Estas eran vestidas con ropas de gala, bebiendo pulque, montadas a caballos, en fiestas de la alta sociedad o de un barrio. Todas para retratar la miseria, los errores políticos, la hipocresía de una sociedad, como es el caso de La Catrina.
Comentaremos que la muerte ha sido compañera de los mexicanos; caminamos junto a ella como si le agradeceríamos que nos permitiera vivir, le hacemos bromas e incluso le huimos. Pero el gran encuentro con ella llega en nuestro último lecho, donde nuestro cuerpo se rinde, se desintegra y solo quedan los restos óseos. Porque la calavera nos sobrevive.
Dibujo de José Guadalupe Posada. / Misma imagen a color.
¡Cuántas calaveras hemos visto en las pinturas, cerámicas y celebraciones de nuestras culturas prehispánicas! ¡Qué cantidad de años han pasado y cambios absolutos, pero el cráneo solo o acompañado de su huesudo esqueleto se ha convertido en parte de nuestro abolengo mexicano y de esa relación entrañable con la muerte, como la prueba más conducente de que estamos vivos!
En pleno siglo XX, el famoso ilustrador José Guadalupe Posada sintetizó todo el pasado dibujando la imagen de una calavera como vehículo infalible para mofarse de la clase política y las pretensiones sociales de aquellos que deseaban tener el estatus de los ricos, aunque nadie los validara como tales.
Así nació el personaje de la Calavera Garbancera, usando justamente la forma en que se les llamaba a los indígenas nuevos ricos que actuaban y se mostraban como europeos, pero seguían vendiendo garbanza renegando de su propia raza, herencia y cultura. Las calaveras entonces, se convirtieron en personajes de vida real, que celebraban el humor y la ironía a cargo de un ser superior; la misma muerte.
La famosa Calavera Garbancera mostraba una espléndida sonrisa y un elegantísimo atuendo victoriano, lo que llevó al gran muralista Diego Rivera a rebautizar como La Catrina, término usado para los “engominados” que vestían elegantemente.
Había tanto simbolismo en este personaje que Rivera lo sitúa en el centro de uno de sus murales más conocidos: “Sueño de una tarde dominical en la Alameda Central”. Ahí, la Catrina lleva una esponjosa boa al cuello, que representa a la serpiente emplumada, y sujeta la mano del pintor, caracterizado por un niño.
La Catrina ha desempeñado diversos papeles desde entonces. Sin duda, se ha convertido en la imagen protagónica del Día de Muertos, por lo que es raro ver un altar sin su presencia o que pasen el 1 y 2 de noviembre sin que los niños coman su cráneo de azúcar o chocolate.
Ante tanta fama, evidentemente, no podía faltar su introducción en el cine. La cinta nacional El libro de la vida fue seguida por una gran producción internacional de Disney y Pixar, Coco, que exaltó la celebración de muertos y puso a nuestra calavera favorita en la cima de Hollywood y del mundo.
El famoso fotógrafo Jonathan Klip tampoco pudo evadir la seducción de la Catrina y decidió, como declaración de su amor y orgullo por México, hacerle un homenaje. En realidad, la idea original era realizar un libro que se llamaría Entre mujeres; incluyendo a una gran variedad, desde la empleada doméstica hasta la gobernadora, pasando por la taxista o actriz. Sin embargo, al buscar un hilo conductor para realizar sus fotografías, se le ocurrió probar vestirlas de Catrinas e inmediatamente el proyecto tomó forma.
La leyenda azteca de Mictecacihuatl dice que esta diosa era la reina del Mictlán, el último eslabón del inframundo a donde iban los muertos y ella se encargaba de resguardar sus huesos. Muchas personas le atribuyen el origen de la Catrina a esta leyenda, sin embargo, la historia no menciona a esta deidad.
La palabra catrín definía a un hombre elegante y bien vestido, acompañado de alguna dama con las mismas características; este estilo fue una imagen clásica de la aristocracia mexicana de fines del siglo XIX y principios del XX. Es por ello que, al darle vestimenta de ese tipo, el pintor Diego convirtió en su obra a La Calavera Garbancera en La Catrina, diseñada en Aguascalientes.
Guadalupe Posada apuntó “La muerte es democrática, ya que, a fin de cuentas, güera, morena, rica o pobre, toda la gente acaba siendo calavera”. A pesar de ello, las calaveras que él imagino y grabó están vivas en el imaginario de México.
Hoy en día, La Catrina, siendo una invención popular, se ha vuelto un artefacto mismo y ha salido de los límites del lienzo o el grabado para ser parte de la cultura viva mexicana, de sus usos y costumbres. Parte de lo mexicano y de su posición frente a la muerte. Se le observa, se le acerca, se le hace parte de un entorno, de un arte y este es una artesanía que simboliza el mestizaje que se ha vuelto una artesanía que resalta la riqueza formal y espiritual del país.
En los festejos del Bicentenario de la Independencia de México, La Catrina fue una de las figuras que desfiló por las grandes avenidas de nuestra ciudad. Su imagen fue proyectada sobre la fachada de la Catedral Metropolitana.
Aunque La Catrina tenga más de 100 años y representa en general la muerte, podemos mencionar que está más viva que nunca; tal vez sean sus flores o sus colores, lo que hace que veamos con este personaje, la parte más bella de la muerte.