El Instituto Nacional Electoral (INE) es en el que el presidente Andrés López Obrador ha concentrado sus ataques más recalcitrantes, de la forma en la que lo ha hecho con todos aquellos a los que considera sus enemigos, y por consiguiente, les “ha tocado” caer en boca del funcionario público, con la que intenta aniquilarlos con comentarios punzantes que emite en “sus mañaneras”.
¿Por qué en el INE concentra con más ahínco sus señalamientos?
Es de la mayoría conocido el hecho de que, siendo opositor, López Obrador culpó al Instituto por haber perdido las elecciones en las que participó para presidente de México, en 2006 y 2012, nunca ha aceptado que fueron los ciudadanos y sus errores los que determinaron que en esas contiendas no sería electo presidente.
Pero eso es un trago amargo que jamás perdona, ni perdonará. Su rencor, que ya le es imposible ocultar, no le permite perdonar aquello que considera le hizo perder lo que siempre ha considerado le pertenece, ya ni hablar de sus derrotas en su natal Tabasco. El caso es que López Obrador jamás aceptará ninguna derrota; siempre busca culpables y, desafortunadamente, para la incipiente democracia de México, considera que el Instituto Electoral en gran medida, es responsable de ellas, aunque en el fondo, seguramente sabe que fueron sus pifias las que lo arruinaron todo, y que el árbitro no tuvo nada qué ver.
Últimamente actores y analistas políticos han comentado que es el propio INE y la manera en la que se desempeña, sobre todo con independencia, la que sostiene su credibilidad con base en la participación de los ciudadanos, los que garantizan transparencia en los comicios electorales, porque son ellos los que cuentan los votos.
Esa independencia del INE, antes IFE, se logró con base en infinidad de propuestas, quejas, movimientos, protestas, exigencias de los partidos de oposición y de los considerados pequeños, para obtener representatividad, y así llevar la voz al congreso de parte de los grupos normalmente, hasta entonces, marginados del ámbito político, ya que poco se les tomaba en cuenta, al menos, esa fue la intención.
No puede negarse el hecho de que todo lo que existe tiene la posibilidad de mejorar, pero, para lograrlo, se necesita una base, y la que tiene el INE es sólida. El reconocimiento que recoge en el ámbito internacional así lo confirma, pues ha sido valorado su trabajo en países diversos, con ello, demuestra que la capacidad, trabajo y responsabilidad que lo caracterizan no pasa por alto y va por el camino adecuado.
Lo anterior, deja en claro que la función del instituto es la correcta.
¿De qué depende entonces la alternancia en el poder?
Depende, por el momento del ciudadano común, el que cuenta con una credencial del INE, ya que es el único que puede determinarlo; tiene que ver con su humor, necesidades, insatisfacciones o de que su intención sea la de calificar a un determinado político o gobierno con el sufragio efectivo, es decir, puede tener la libertad de premiar o castigar a sus representantes, si así lo considera correcto.
¿Quién puede asegurar que el pueblo estará feliz para siempre con Morena en el poder? Nadie, únicamente ese ciudadano común, el mismo que puede garantizar su permanencia, o no; para bien, o para mal. No puede estar en manos del gobierno esa decisión, por eso se le quitó al PRI la hegemonía, ahora entonces ¿por qué habría de conformarse con la idea de que, a pesar de no entregar buenas cuentas, debe aceptar que repita ese o cualquier otro partido en el poder? Eso, es regresar el tiempo en detrimento del pueblo.
López Obrador no juega limpio, ni él ni su partido, Morena, por eso, manejan datos y cifras engañosas para confundir, con esos datos intentan convencer a todos los que puedan, pues desean tenerlos, al igual que a su gente, postrados, con el cuento de que el INE resulta ser el árbitro electoral más caro del mundo; lo que no es verdad, pero la insistencia del presidente, todos los días, aprovechando su espacio mañanero, va en ese sentido, y lo repite una y otra vez. Mientras tanto, las cifras, datos y argumentos sólidos, se pierden en un mar de confusión provocada desde palacio, con lo que se logra el cometido. El resultado no causa sorpresa, pues para una gran parte de mexicanos, el INE es demasiado caro.
Sin embargo, o no se enteran, o no quieren hacerlo. Para asegurar que el organismo Electoral es el más caro del mundo, es necesario revisar sus atribuciones, funciones y mandato Constitucional. El modelo de organización electoral de México es complejo, lo que lo hace sui generis, pues cumple con un campo muy amplio de funciones, entre ellas: la administración del Registro Federal de Electores y que es una herramienta tan asediada por el gobierno federal. La producción y entrega de la credencial para votar que no es tarea fácil; así como el monitoreo de radio y televisión.
Por estas y otras razones, debería comprenderse que la actividad del INE reúne elementos complicados para su existencia, y es injusto resumirlos a la ligera, como lo es; hacer comparaciones inmerecidas por la cantidad de actividades que se le ha encargado Constitucionalmente, y que, de alguna manera, deberían comprenderse, porque ante tantos políticos tramposos en el país, hasta parecen insuficientes los elogios que se ha ganado. Como el premio por aporte a la democracia en América Latina que recibió el presidente Lorenzo Córdova Vianello de manos de Eugenia María Zamora Chavarría, presidente del Tribunal Supremo de Elecciones de Costa Rica.
¿Por qué entonces parece efectivo el ataque que sufre el INE por parte del presidente? ¿Principalmente?
Por la simpleza con la que reduce la actividad del órgano electoral, que resume en: “Es el instituto electoral de México el más caro del mundo”. Así nada más, sin realizar algún análisis o tal vez ofrecer argumentos irrefutables, o pruebas, no, como siempre se recita desde palacio, la palabra del mandatario es la que cuenta, no es necesario comprobar nada, ya lo dijo de mil formas. Aunque, por otro lado, aunque de parte del Instituto intenta ofrecer datos, argumentos, comparaciones, etcétera, no logran llegar a los oídos y menos aún, al sentimiento de los ciudadanos mexicanos. Tal vez sería más efectivo hacer la misma retórica. Es decir, únicamente responder, antes de aceptar desde luego, con un: pero Dos Bocas, El Tren Maya, El AIFA, el aeropuerto de Texcoco, SEGALMEX, entre muchos otros peros, para señalar con determinación: han gastado mucho más (con austeridad), que lo que se le destina al INE.
El presidente está aferrado en acabar con el INE y es únicamente la ciudadanía la que lo puede impedir, si es que se pone las pilas, porque todo lo que se ha estado trabajando desde palacio, es para apoderarse del árbitro electoral y acabar con la democracia; ante esto es fácil observar a simple vista, que López Obrador, no es un demócrata.