Octavio Paz, en su obra El laberinto de la soledad, habló de México como el “país que ama y padece, repiensa y disecciona” y no podemos entenderlo sin su etapa indígena.
Hoy visiones de defensores de derechos humanos, académicos, investigadores y estudiantes se encuentran para comprender los desafíos y oportunidades del ser humano en el entremés globalizador.
Sin importar nuestro origen, nacionalidad, condición o raza tenemos que aportar para trasformar todo aquello que aqueja a nuestras sociedades: marginación, la pobreza, cambio climático, la exclusión, la discriminación, la xenofobia.
El continente Europeo y Americano; padecen la diferenciación de los subgrupos en la sociedad, por eso tenemos que darle respuestas globales a problemas comunes; responder de manera coordinada bajo un modelo de gobernanza compartida.
En esta intervención me gustaría abordar en particular los desafíos que viven los pueblos originarios en México en el entremés globalizador y los esfuerzos institucionales que desde nuestro país se realizan para atender y desterrar las violaciones a derechos humanos que padecemos.
La cuarta revolución industrial tiene que transformar las condiciones de las comunidades desfavorecidas, para las personas que se encuentran en situación de marginación y pobreza.
Los pueblos indígenas merecen ser reconocidos en las leyes y considerados en la práctica administrativa; La Constitución mexicana en su artículo 2 establece que “la nación tiene una composición pluricultural sustentada originalmente en sus pueblos indígenas que son aquellos que descienden de poblaciones que habitaban en el territorio actual del país al iniciarse la colonización y que conservan sus propias instituciones sociales, económicas, culturales y políticas, o parte de ellas… y es su derecho la libre determinación”.
México ha adquirido compromisos internacionales, ha firmado el Convenio sobre Pueblos Indígenas y Tribales, la Convención Internacional sobre la Eliminación de Todas las Formas de Discriminación Racial, la Convención Americana sobre Derechos Humanos y muchos otros instrumentos.
El reconocimiento legal de los derechos humanos de los pueblos indígenas es amplio, pero en la práctica nos encontramos con acentuados obstáculos, mismos que han sido constatados por los Grupos de Trabajo de la Organización de las Naciones Unidas.
Parafraseando a la política indígena, Eufrocina Cruz, “tenemos que acabar con la pobreza y marginación, pero no con la física, sino con la mental”. Tenemos que eliminar los discursos de discriminación hacia los pueblos indígenas, y en las personas indígenas borrar el miedo e impulsar su acceso y los beneficios de la globalización.
Resulta imprescindible tomar a la educación y capacitación en derechos humanos como la herramienta para trasformar todo aquello que le aqueja a los pueblos indígenas. Cuando una mente se educa, descubres más allá de tu realidad, cuáles son tus derechos y tus obligaciones, sin negar tus raíces, sin sentir vergüenza o temor, despiertas el orgullo.
Estamos perdiendo las casas milenarias a las que se refiere el poeta maya Jorge Miguel Cocom Pech, donde vivían nuestros padres y nuestros abuelos. En 1930, 16 personas de cada 100 de 5 años y más hablaban un alengua indígena; en 2015, 6 de cada cien de 5 años y más hablan una lengua indígena. Es decir que en 89 años se redujo en un 62.5% los hablantes de una lengua indígena.
La globalización le trajo al mundo una simultaneidad de oportunidades y grandes desigualdades. Desde dentro y fuera de los pueblos indígenas se tienen que promover acciones para ver más allá de los límites y desigualdades, tenemos que ver las oportunidades y potencialidades. Nuestra casa es milenaria, no merece polarizarse, tenemos que compartir nuestras perspectivas y experiencias de vida.