El domingo 13 de noviembre quedará marcado en la historia como el día de la mayor movilización ciudadana en defensa del INE, de la democracia y en contra de la reforma electoral retrógrada del presidente. Así como en el régimen priista, durante varias décadas, los días uno de diciembre que se realizaba el informe presidencial y era “el día del presidente”, así ahora debería señalarse el día 13 como “el día del ciudadano” y debería conmemorarse año con año. Estoy consciente de que este tipo de marchas no suelen realizarse con regularidad, pero hay algunas que marcan la diferencia. Como la del domingo, las que se organizan para manifestar el hartazgo por la inseguridad o la violencia contra la mujer.
¿Cuántos asistimos? No lo sé. Vi miles, decenas de miles de personas de todas las edades, de todas las condiciones económicas, personas con discapacidad y personas de la tercera edad, con andaderas, bastones o acompañados por alguien que empujaba su silla de ruedas. Padres que jalaban carritos o empujaban carriolas con niños. Mujeres, muchas mujeres, grupos de amigas, en familia. Todas/os estábamos allí porque en nuestra pluralidad nos unía una convicción. Todas/os estábamos allí para gritar “¡El INE no se toca!” y “¡A eso vine, a defender al INE!”
Por supuesto, el enojo presidencial, porque le quitamos el monopolio de la movilización, es más que evidente. Durante casi una semana dedicó tiempo y energía a insultar a las/os ciudadanas/os que no piensan como él. Aquí viene a cuento un dicho que repetía constantemente mi maestro Juan de Dios Castro Lozano: las ofensas hieren más al que las profiere que a quien van dirigidas, porque habla de la calidad de ser humano que cada uno es.
No cabe duda que el presidente fue el mayor perdedor de los acontecimientos del fin de semana. Entre burlas e insultos pierde visión de qué pasa en el país. Todo el tiempo arremete contra quienes cuestionan su propuesta de reforma, diciendo que no es negociable, los tacha de clasistas, racistas, corruptazos, cretinos e hipócritas porque esa es su esencia. Aunque diga que no es autoritario, como que su comportamiento se acerca mucho porque quisiera que el resto de las personas pensaran exactamente como piensa, además de que le haría muy feliz que nadie más tenga derecho de opinar. Claro, la reacción del presidente no se hizo esperar. El lunes por la mañana siguió con su retahíla de acostumbradas ofensas y descalificaciones. Incluso el martes anunció su “plan B” para violar la Constitución e imponer su reforma para que se elijan consejeros por votación popular.
Además, el presidente afirma constantemente que el INE es muy costoso y por lo tanto intenta ahorcarlo y dejarlo sin suficientes recursos para operar los procesos electorales. En el presupuesto 2023 los recursos asignados al instituto se redujeron 25% respecto a lo solicitado. Sin embargo, algunos académicos calculan en 226 pesos, con el tipo de cambio actual, el costo de cada voto en las elecciones de Estados Unidos y en Canadá aproximadamente 230 pesos. En nuestro país el costo de cada voto es de aproximadamente 86 pesos. Y no debemos olvidar que el INE lleva a cabo funciones que en los países mencionados tienen a su cargo otras instancias, principalmente, la emisión de la credencial para votar con fotografía, que se ha convertido en nuestra cédula de identidad, así como la integración, actualización y depuración del padrón electoral.
Y, en el otro extremo, no cabe duda, que la mayor ganadora fue la sociedad civil que se ha convertido en verdadera oposición, ha recuperado la esperanza y, a partir de ahora, en su firme andar hacia el futuro impulsará a los partidos políticos, los vigilará y les exigirá congruencia y respeto a las instituciones, que por cierto así siempre debió ser.
En un interesante ejercicio, Gabinete de Comunicación Estratégica levantó una encuesta entre quienes marcharon el domingo e informó que el 66% de los asistentes percibe que el país está retrocediendo y el 27% que está estancado. Dentro de los problemas que los encuestados ubican, destacan la inseguridad, la violencia o los asaltos en un 29%: Un 28% ve al presidente como el problema. Si México fuera una persona el 93% lo percibe con emociones negativas, de entre ellas: triste 22%, enferma 15% y mal gobierno un 15%. El 51% tiene la esperanza de que el mensaje de la marcha sea escuchado por el presidente. Sin embargo, la parte preocupante es que mientras el 54% dice que estamos en un país democrático, el 45% dice que se está construyendo una dictadura. El pueblo que marchó también es sabio.
Así pues, ganó mucho la sociedad civil organizada y esperemos no se detenga ahí, como dijeron los organizadores. ¿Qué sigue? Primero, mantener constante el apoyo al INE con mantas, calcomanías, fotos en perfiles de redes sociales, pintas; conversaciones. Segundo, conformar comités de defensa del INE en los estados, comités abiertos, plurales e incluyentes, reflejo fiel de la sociedad mexicana y tercero, estar pendientes para la discusión de la reforma electoral en la Cámara de Diputados para hacer seguimiento personalizado de cada legislador y exigirle que vote contra una reforma que nos regresaría 50 años a un sistema electoral autoritario. De paso ganaron los opositores. Como ejemplo, en la encuesta de El Financiero aparece arriba en las preferencias una posible alianza opositora a Morena en el Estado de México.
Este es un nuevo despertar cívico y patriótico. Así lo viví en 1988 y México cambió con nosotros y a pesar de nosotros. Finalmente, recordando unas palabras de Gramsci “la conquista del poder cultural es previa al poder político…” Puedo afirmar que esta sociedad está conquistando la cultura democrática y la defensa de sus instituciones. El camino es largo y será difícil, pero como nos mostró Obama hace algunos años ¡Sí, se puede! Depende de todas/os.
*El autor es Maestro en Administración Pública y Política Pública por ITESM y Máster en Comunicación y Marketing Político por la UNIR.
