Con todo el poder acumulado en el titular del poder ejecutivo, el presidente Andrés López Obrador no se ha detenido en desmembrar instituciones que le pudieran haber hecho contra peso para determinar, a sus anchas, las condiciones que a su parecer debe tomar rumbo México, en eso que él llama su cuarta transformación.
A decir verdad, el sistema que pretende imponer sí o sí, no es novedoso, ni mucho menos, ni son ideas flamantes de organización política y social, es, en términos prácticos, parte de una filosofía adquirida en la percepción tomada del socialismo que controló por mucho tiempo amplias regiones del planeta y que ha demostrado que no corresponden a la actualidad, como tampoco, a la forma en que la mayoría de las naciones del mundo se relacionan.
Más bien, López Obrador se empeña en empujar al país hacia un tiempo que ya no existe, y difícilmente volverá. Peor, quiere guardar la idea de que, con esa política antigua el país despuntará como si se tratase de una original forma de organización social. La ilusión que quiere vender como innovadora, la tomó de un proceso caduco, que le sirve para apuntalar lo que en el fondo pretende, imponer un régimen totalitario al que graciosamente le llama democracia.
A propósito de ello, y a pesar de que ha demostrado que quiere arrebatar la certeza que ha impulsado con su actuar el Instituto Nacional Electoral, sin olvidar que ha incumplido con acabar con la corrupción, o en mejorar el sistema de salud, o de seguridad, y de las condiciones de vida de los millones de pobres que existen; gran parte de los ciudadanos mexicanos aún creen que López Obrador es víctima de un contubernio, de negras intenciones para desestabilizar a su “buen gobierno” al que insiste en llamar progresista, que sin embargo, no necesita de ningún apoyo fuera de su diatriba diaria con la que logra anteponer su mundo paralelo, a la realidad.
El oriundo de Macuspana se ha peleado con cuanta institución le estorba, y con cuanto personaje elige. De esta forma, y con el poder bajo su control, ha destruido la organización, funcionamiento y desempeño de esas instituciones, imponiendo, además, a funcionarios incompetentes que le son completamente leales, por encima de cualquier otra habilidad.
Por lo que es fácil entender que su objetivo no es precisamente ofrecer resultados de un buen gobierno con la intención de enfilar hacia un mejor futuro al pueblo, su visión no va en esa dirección, por eso es mejor para él que sus seguidores se conformen con poco para que sigan dependiendo de la limosna que les ofrece, porque cree que con eso le va a alcanzar para conservar lo logrado. No importa que le dirijan miles de críticas, vengan de donde vengan, seguirá de frente en el camino que se ha trazado.
De esta forma, todo ente institucional que se le atraviesa y que no guarda en el puño, se convierte de inmediato en su objetivo para poblar, controlar y destruir. Por eso, poco a poco va avanzando en la dirección elegida; es la razón por la que tiene fija la mira en el Instituto Nacional Electoral. Pero para nadie puede ser un secreto que desde hace tiempo ha arremetido en contra de la Universidad Nacional Autónoma de México, y al día de hoy, tiene la oportunidad de dirigir su carga de denostación y desprestigio en su contra, aprovechando el tema que ha estado recurrentemente en la agenda, el plagio de la tesis profesional de la ministra Yasmín Esquivel.
Al respecto, el rector Enrique Graue tuvo que salir a dar un mensaje que en lugar de tranquilizar las aguas hizo todo lo contrario; tanto propios como extraños se le fueron encima calificándolo de mil formas posibles, pero el que más peso tuvo, desde luego fue lo que dijo el presidente Andrés López Obrador, quien fiel a su estilo, afirmó que el mensaje sobre el plagio de tesis de la ministra fue “puro choro mareador” lo que dijo el rector.
Esta fórmula de presentar el enfrentamiento en contra de los que considera adversarios, es al que no le han encontrado la manera correcta de responder, y lo mismo les sucede a todos aquellos que se ven aludidos por la voz más tronante y poderosa del país, porque cualquier argumento, a pesar que pudiera parecer sólido, palidece ante la verborrea del inquilino de palacio nacional, y es derribado con base en insultos, referencias personales y descalificaciones.
Eso lo sabe el rector, y lo saben sus múltiples enemigos, ante lo cual, se quedan mudos porque el tabasqueño sale de lo congruente, de lo políticamente correcto, y balbucean respuestas, porque no quieren enfrentar al tabasqueño y aceptar que López es un político fuera de formas y, que encontró en la que ha ido perfeccionando, la que le acomoda como sustento en su vida política.
Se puede observar a simple vista, que el presidente no ocupa el poder y la administración del gobierno para mejorar las condiciones de vida de los ciudadanos a los que divide entre buenos y malos, porque no sabe hacerlo o porque no quiere hacerlo, lo que sí ocupa, y le ofrece la oportunidad de continuar con su transformación, es sumergir todo aquello que no le conviene, para elevar lo que sí.
En el caso de la UNAM, como lo ha hecho con el INE, tiene conciencia que, si hay algo que le preocupa al rector, son los recursos que el gobierno destina a la universidad, y como en el caso del instituto, de un momento a otro, todo puede cambiar, ahogando en un profundo pozo sin fondo a la institución educativa.
Perverso sí, pero así es el actuar del tabasqueño y no tiene por qué cambiar. Como consecuencia, Enrique Graue, se encontró de pronto en una situación que no hubiese deseado, y debe saber que tiene entre sus manos la obligación de defender el prestigio y honor de la UNAM, ¿cómo hacerlo ante rival tan poderoso y cruel?
La UNAM vive momentos complicados, pero no es la única, materialmente el país entero está en completa oscuridad, y lo más preocupante, es que no hay esperanzas que pronto termine. No obstante, respecto de la máxima casa de estudios podría obtenerse un buen final, si tan solo la ministra decidiera separarse de su cargo para que se investigue el problema desatado por su tesis, sería lo ideal, pero, eso no va a suceder, con todo el cinismo del que es capaz, ya salió a decir que no lo hará.
¿Entonces?
Entonces habrá que esperar para conocer al valiente que se le enfrente al personaje más poderoso del país, y pueda lograr que se haga lo correcto en este tema tan espinoso, porque será medular para lo que vendrá en los últimos dos años de gobierno de López Obrador.