Si me preguntas ¿Cómo está la política de México? Te respondería que los mexicanos somos rehenes, una vez más, de vivir en un país que es guiado al son del capricho de unos cuantos. Antes eran los poderosos priistas; ahora son los intocables morenistas.
Ejemplo de ello, el pasado fin de semana, sin lectura de dictámenes, sin discusión, ni participación de la oposición, solo con la presencia de legisladores de Morena y sus aliados, el Senado mexicano aprobó cerca de 20 iniciativas prioritarias del gobierno de López Obrador; todo ello desde una sede alterna, elegida ex profeso para el madruguete.
El paquete de reformas, previamente aprobado por la Cámara de Diputados, incluye la desaparición del -disfuncional- Instituto de Salud para el Bienestar (Insabi) y de Financiera Rural.
Convierte al Consejo Nacional de Ciencia y Tecnología (Conacyt) en el Consejo Nacional de Humanidades, Ciencias y Tecnologías, pero con menos presupuesto; concede mayores prerrogativas para el Tren Maya; crea la primera aerolínea del Ejército Mexicano con oferta de vuelos comerciales y modifica la Ley Minera.
Para concretar la transformación del Conacyt, se tuvo que avalar la nueva Ley de Humanidades, Ciencia, Tecnología e Innovación, documento que guiará la política científica del país por los próximos años y que en días pasados fue rechazado la oposición y la comunidad científica por carecer de consensos.
Entre sus novedades, esta ley también elimina el porcentaje mínimo del 1% del PIB para la inversión en ciencia y no contempla mecanismos para propiciar la participación efectiva de las entidades federativas, instituciones de educación e investigación, organizaciones sociales y otros actores en la elaboración de la agenda científica nacional.
En cuanto al desarrollo de nueva tecnología, la ley asigna al Consejo Nacional la propiedad intelectual de cualquier obra o patente generadas con su financiamiento y les cierra la llave a los apoyos para empresas y estudiantes de instituciones privadas.
Una actualización democrática no parece y más raro, aún, que se diera con toda prisa y en lo oscurito bajo pretexto de que era necesario aprobar estas reformas antes del fin del periodo legislativo (el pasado 30 de abril) para evitar el receso de cuatro meses del Congreso mexicano. Lamentable.
