El resultado en el Estado de México para elegir a la nueva gobernadora coloca al ciudadano al centro de la discusión por la marcada indiferencia con la que hizo el desplante al llamado a las urnas tanto por los partidos políticos interesados, como por el instituto electoral.
Pero tampoco es para menos, actualmente, los institutos políticos arrastran un desprestigio descomunal; a decir verdad, el votante no se emociona porque no tiene opciones que lo hagan animarse para “hacer suyo” un proceso encaminado a elegir a un político del que, en la mayoría de los casos, desconoce de dónde viene y su forma de trabajar por completo.
Es por lo anterior que, a decir de varios críticos, la marca es la que cuenta, es la que inconsciente atrae al electorado y lo lleva a las urnas. En este momento lo es Morena, como antes lo fue el PRI y por algún tiempo el PAN y el PRD. Es la marca sí, aunque son los políticos, y no los institutos, los que imponen el prestigio o, se lo arrebatan.
En la entidad mexiquense, la pobre asistencia a las casillas por parte de ciudadanos responsables se vio opacada ante la otra mitad de los posibles electores que prefirieron hacer cualquier otra cosa antes que asistir por unos minutos para manifestar su preferencia por alguna de las candidatas.
¿Por qué sucede esto?
No es la primera vez y desafortunadamente no será la última en la que se haga el vacío al llamado a elegir al representante para algún cargo en disputa, es, digámoslo de esta manera, el escenario ideal para esa clase que ha hecho de los institutos políticos su modo de vida.
El pueblo es el que cree que debe defender su preferencia, por encima de la de enfrente; aunque en la mayoría de las ocasiones termine decepcionado, pero así es su inclinación; elige por color a un candidato y continúa con él, siempre, y sin pensarlo, emite su sufragio marcando el casillero acostumbrado.
Es, parte del sentimiento de pertenencia, si por alguna razón en algún momento se sintió identificado por alguno de los partidos que hay en México, difícilmente cambiará, es como si fuera su equipo de futbol favorito, aunque éste puede dejarle más satisfacciones que aquél. Y lo sigue, aún sin la menor crítica.
La consecuencia de la falta de análisis es catastrófica, porque no es la adecuada, elegir a un personaje únicamente porque le cayó bien, o porque cuenta con algún otro atractivo, ya sea físico, o de cualquier otra índole, no se puede esperar por ello, buenos resultados.
Los ejemplos sobran por desgracia, aún más en la actualidad, en la que se les exige el 90% de lealtad y 10% de capacidad; aunque ni ese 10% alcancen, pues parece que es demasiado exigente para aquellos, por eso, no es raro observar que la medición no le favorece al gobierno que hoy ostenta el poder.
Ahora bien, la mitad de los ciudadanos del Estado de México con credencial para votar lanza un claro mensaje, no se involucrarán en el tema electoral a menos de que exista “algo” que los emocione, que los motive a participar, o tal vez, que logre ver algo diferente, como el hecho de que se haga la selección de candidatos de una forma distinta a la tradicional, para sentirse atraído.
Los partidos políticos son actualmente el único vehículo para acceder al poder, aunque existe la figura del independiente, pero no es lo mismo, porque aquél es arropado ante la representación y el cobijo de unas siglas, pero es por eso mismo que el ciudadano común se siente hecho a un lado, únicamente observa cómo se les impone a los que “resultan elegidos” para votar por éste o por aquél.
Esa es la condición que hunde a las personas en la indiferencia ¿por qué votar por un personaje que le es impuesto? Por lo tanto, no es extraño que estén acostumbrados a elegir por color a los representantes, porque ha sido lo común, y, por consiguiente, no existe conciencia real.
Los líderes de los partidos que al día de hoy conforman la coalición que intenta enfrentar al gobierno del presidente Andrés López Obrador, parecen perdidos, porque evidencian que no conocen una forma verdaderamente democrática para elegir candidato, como antes lo mostró el PAN cuando personajes como Manuel Clouthier “Maquío” imponían reglas democráticas. Hoy, la mayoría de las veces son impuestos; por cierto, ¿quién eligió a “Alito” Moreno como presidente del CEN del PRI? ¿en verdad fue la militancia priista o fue López Obrador?
Los demás andan por las mismas, el propio PAN, con Marko Cortés y el PRD con Jesús Zambrano, no son precisamente lo que pueda presumirse como una auténtica elección de la militancia, ¿o sí?
¿Cómo lograr algo diferente si siempre se practica lo mismo?
La fórmula está ante sus ojos, pero son negados a verla, no quieren ceder nada, aún creen que ellos, con su “imponente personalidad” pueden, casi solos, y no es así, enfrentar el reto que se avecina. El mensaje ciudadano se les diluye de entre los dedos, las manifestaciones del 13N y 26F, no han sido aprovechadas, no han sabido capitalizar ese potencial, y por lo que se ve, no lo harán en el corto tiempo.
Por otro lado, la administración lopezobradoista no ha dedicado un segundo a gobernar, todo ha sido ataques a sus enemigos, levantar cortinas de humo, perseguir a los que considera adversarios y fundirnos en un teatro mañanero con el apoyo de las redes sociales para mandar a la hoguera a los indeseables, pero de gobernar, ni hablar.
A la mitad del sexenio aparece sin resultados y sin más que ofrecer, de pronto, el mandatario inauguró la campaña para su sucesor, empezó con la promoción de sus candidatos para consumar lo que se ha insistido en señalar, su Maximato, y la preferida, es Claudia Sheinbaum.
Así, el mexicano libre no saldrá a votar, a menos que se sienta interesado en la selección del candidato, de lo contrario, los partidos seguirán conformándose con las migajas que les permita recoger el tabasqueño; lo peor, es que el país va a la deriva.