A pesar de los resultados que arrojó la jornada electoral el 4 de junio, en el que se levantó con la victoria la maestra Delfina Gómez Álvarez para gobernar al Estado de México por los próximos seis años, en el Partido Revolucionario Institucional (PRI), parece que las cosas fueron de lo más normal.
Como si 100 años de dominio priista se hubieran desvanecido en el aire, sin la mayor importancia y, peor, sin la mayor trascendencia, Francisco Javier Eric Sevilla Montes de Oca, aún e increíblemente, se mantiene al frente de ese instituto en la entidad mexiquense.
Al ver esto es fácil deducir por qué las cosas están como están. Qué ha hecho ese instituto político, otrora poderoso nacional, para que su historia arroje tan pobres resultados en una elección, y no cualquiera, en la elección más importante del momento, en la que todos los ojos estaban puestos en su desenlace, porque era el laboratorio natural para proyectar las condiciones a las que habrá que enfrentar ese partido para su subsistencia el próximo año.
No son pocos los priistas de hueso colorado que han levantado la voz para exigir la salida del, hasta hoy, pese a todos y bajo una terquedad propia del que dirige a la nación actualmente, líder estatal priista, para no moverse y seguir en su posición con los peores números que se podrían haber tenido.
Además, esa clase priista a la que son pocos que la reconocen en su verdadero valor, ha demostrado muchas veces de qué está hecha, aman esos colores por identidad y convicción, y que, decepcionados y molestos se preguntan el porqué del abandono, levantan una exclamación que surge de lo más íntimo de sus convicciones, como la de uno de ellos, priista de largo tramo, como lo es Jorge Arredondo Guillén.
“A todos los priistas de convicción nos entregamos la gran mayoría en la elección y nos partimos el “lomo” para y por nuestro Estado y nuestras familias, para evitar su destrucción, con una gran candidata, ¡dimos todo! Seamos realistas, la ciudadanía (aún molesta) no salió a votar, pero muchos traidores sin vergüenza, ni sus seccionales ganaron y a las pruebas me remito, pero lo peor “servidores públicos que su argumento de que los correrían si participaban” ni a sus familias llevaron a votar. Olvidaron su origen y fue doble traición”, señaló el molesto priista.
Continuó, preguntándose “¿dónde están ahorita, yo doy y daré la cara por lo que me correspondió, ganamos lo que me encargaron, sin un quinto y con pocos amigos y familia. Ahí está Atizapán y 30 seccionales de Tlalnepantla, tengo cómo y porque dar la cara”.
Comprensible el sentimiento de uno de los que, comprometido, salió a buscar la preferencia ciudadana para su partido y su candidata, esa convicción se debe celebrar ante el sentimiento de pertenencia con la que defiende al Revolucionario Institucional, como debería hacerlo cualquier otro por el instituto político que le convenza, siempre y cuando defiendan su posición con argumentos.
Pero en realidad, son pocos los que como Jorge Arredondo se ponen la camiseta y salen a la defensa con determinación de lo que creen; en la cúpula parece que se vive otra realidad, ¿cuántos de los beneficiados por algún cargo, o con la promesa de buscar una senaduría o diputación, o presidencia municipal, o cualquier otro, dejaron de trabajar para conquistar a más ciudadanos?
Sería interesante analizar a quién le encargaron qué para conocer su verdadero trabajo con base en los resultados, porque a pesar de no lograr siquiera ganar el seccional de donde viven, exigen la colocación de los acomodos más importantes, porque de lo contrario, se irán dignos y ofendidos a otro partido político que si los aprecie.
El clásico “chapulineo” que demuestra la falta de ideales, de convicciones y del sentimiento de pertenencia, y es lo que se le ha insistido a la sociedad voltear la cara para darse cuenta de todo ello, por desgracia, el ciudadano común no se interesa por esas pequeñeces, únicamente se preocupa cuando le toque votar, incluso, en el momento mismo en el que está en la casilla con plumón en mano.
Las duras palabras de personas como Jorge Arredondo solo dejan en evidencia que existen dos clases de priistas: los que trabajan por convicción y salen a la calle a golpe de zapato a conquistar corazones por “su candidata” y los que tranquilos y bien acomodados en sus sillones solo esperan a saber cuál es el resultado para prepararse a lo que sigue.
Mientras eso sucede en los de a pie, Eric Sevilla sigue despachando en la oficina del edificio ubicado en la calle Dr. Nicolás San Juan esquina con la Vía Alfredo del Mazo, cómodamente y pensando tal vez, que no le debe explicación ninguna a nadie que ose pedírsela.
El PRI mexiquense abandonado por su dirigencia y por quien debería ser el primer priista del Estado, y a falta de la presencia del líder nacional, Alejandro Moreno, más preocupado por continuar también en el cargo y con la esperanza de ser tomado en cuenta, no para la candidatura a la presidencia, él perfectamente lo sabe, sino para continuar con hueso, se funde en el calor de los más entregados y convencidos de su ideología, de sus raíces, de sus principios básicos.
No, no es el instituto, el instituto se compone de seres humanos que empujan desde sus trincheras con la creencia que hacen lo correcto.