El capital político de las personas se construye, en buena medida, por su quehacer cotidiano. La política son ideas llevadas a la práctica hasta en los pequeños detalles. La vida privada de quienes hacemos política debe de mantenerse privada, sin embargo, la línea limítrofe entre lo público y lo privado es sumamente delgada y lleva, en muchas ocasiones, a confundir los principios y valores políticos con el actuar en el quehacer diario.
Hay quienes, por ejemplo, militamos en la izquierda y se piensa que por ese simple hecho la familia como hermanos o hijos deberían de pensar o actuar igual. Eso es una falacia, pues el principio político básico es la libertad de pensamiento y querer imponer a otros el propio por mantener una pose política en lo público es tanto como vulnerar este principio. Es, en efecto, atacar los principios que nos guían como personas. Los entes colectivos, como los partidos políticos, se componen de individuos que piensan y actúan en cuestiones comunes y para ello sostienen plataformas y declaraciones de principios que se obligan a promover y sostener en su actuar pública. Vulnerar esos principios tiene consecuencias y por ende se imponen sanciones por los propios órganos de justicia intrapartidarios.
En Morena hemos sostenido que en ejercicio público se debe de guardar la medianía republicana y promover que el ingreso de los servidores públicos sea moderado y sin caer en excesos propios de los regímenes corruptos que mantuvieron desmedidos salarios y privilegios con cargo al erario público. Eso es parte del programa y de los principios que el electorado ha votado en las urnas desde la irrupción de Morena en las boletas electorales en 2015.
Aceptar ingresos contrarios a esa política de contención del gasto es traicionar al electorado y los principios del partido al que nos hemos adherido. Los gobiernos y funcionarios públicos de Morena deben entender, a fin de cuentas, que la transformación no es simulación ni maquillaje, sino un cambio profundo en las prácticas y políticas públicas corruptas que distinguieron al viejo régimen. Por eso hay que mantenerse firme ante la tentación del dinero.
El capital político no se debe dilapidar ni el partido debe solapar esta desviación. Mantener la medianía republicana como eje de los gobiernos emanados de nuestro partido para disponer de mayores recursos para ponerlos al servicio del pueblo es lo correcto y, hacerlo así, se llama congruencia.