“El cambio climático está aquí. Es aterrador. Y es apenas el comienzo. La era del calentamiento global ha terminado. La era de la ebullición global ha llegado”, advirtió el pasado 27 de julio el secretario general de la ONU, Antonio Guterres, reiterando el llamado a la acción, a dejar a un lado las excusas porque ya no queda tiempo.
“Las consecuencias son claras y trágicas: niños arrastrados por las lluvias monzónicas; familias que huyen de las llamas; trabajadores que se derrumban en un calor abrasador”, describió Guterres; escenas que todos hemos visto en los noticiarios pero que quizá sean asumidas como parte de un mosaico de realidad que a pocos, muy pocos en realidad, les preocupa en serio.
Con datos de la Organización Meteorológica Mundial y del Servicio Copernicus de la Comisión Europea, Guterres afirmó también que aún es posible alcanzar la meta de limitar el aumento de la temperatura global a 1,5°C por encima de los niveles preindustriales a finales de este siglo para evitar las terribles consecuencias de este proceso climático.
Nos queda claro que esto solo será posible si ponemos manos a la obra de inmediato, todas y todos, cada quien desde su trinchera, con decisión y voluntad real para salvar al planeta y a la humanidad; suena grandilocuente, pero no innecesario.
Cuando se dio a conocer este llamado de la ONU casi todos los medios publicaron la información, si acaso hubo algunos debates de académicos, alguna declaración de la iniciativa privada, pero no vimos ningún posicionamiento de gobiernos, de partidos políticos o de universidades.
En redes sociales hubo quienes criticaron al secretario general de la ONU por difundir el miedo, lo llamaron exagerado… una muestra más de la impudicia con la que nos quitamos la responsabilidad que a cada quien le corresponde; ni este ni ningún otro problema que afecte tanto a toda la humanidad se arregla o se tapa con estrategias mediáticas y menos si son de odio.
Existen muchos programas de acción asequibles, tanto para la acción global como para la local, sólo hay que comenzar; lo difícil es comprometerse en serio y actuar. Los pronósticos nos dejan ver que los llamados a no tirar basura en la calle, a reducir, reciclar y reusar y tantas otras acciones no son suficientes; hacen falta grandes compromisos ante un panorama tan aterrador.
Esto es un tema de responsabilidad, de humildad, de reconocimiento de derechos: el derecho a la vida, a la justicia, a gobiernos responsables, a liderazgos conscientes que se la jueguen por lo que importa.
Por sobre todo lo demás está la vida, el futuro de la humanidad. Sin respeto al planeta no quedará nada. Ya no hacen falta más teorías, ni políticas públicas… sino acción verdadera.
Ya queda poco tiempo para que nuestras hijas e hijos recuperen la esperanza. Hay que darles herramientas para sobrevivir, no a la guerra por el agua sino a la injusticia de la que están siendo víctimas al no contar con gobiernos sensatos, visionarios y decididos a cambiar de verdad el estado de cosas.