De los temas emergentes de las últimas décadas que han logrado consolidarse en América Latina, y yo diría que en el mundo, están los de la mujer y el género. Desde fines de los setenta hasta la fecha son muchas las vías que han transitado y diversos los efectos que su puesta en escena han producido. La doctora Montesinos, de la Universidad de Chile, así lo menciona y comenta al respecto lo siguiente;
Entre los movimientos de mujeres y feministas que denunciaban la opresión política y la discriminación de que eran víctimas en los setenta, hace ya 53 años, las investigaciones sobre la condición femenina de los ochenta, realizadas en grupos de reflexión de mujeres, Organismos no Gubernamentales y centros de estudios privados; hasta el reconocimiento de los Estudios de la Mujer y el Género como campos específicos del conocimiento con rango académico en los noventa, y la creación de un Servicio Nacional de la Mujer - encabezado por una Ministra - se ha avanzado desde los márgenes hacia una progresiva institucionalización de estos temas. Esta institucionalización implica el reconocimiento de una situación de desigualdad social que afecta a la mitad de la población y también la voluntad política de actuar sobre ella y, por otra parte, desde lo académico se valida como tal un campo de conocimiento en el que es necesario avanzar.
Sin duda la universidad, en tanto espacio destinado a la formación de los futuros profesionales y centro creador y transmisor de conocimientos, es un ámbito fundamental de conquistar para los nuevos temas y teorías. El reconocimiento académico de ellos es una forma de validación social que complementa, y de una u otra manera legítima, lo avanzado en otras esferas, concediéndole un "status científico". Esto, en relación a los tópicos que nos ocupan - la mujer y el género - tiene una gran relevancia pues han sido cuestionados y se ha intentado marginarlos por considerárselos muy ideologizados, debido a su estrecha conexión con el feminismo.
Por otra parte, la instalación de los Estudios de la Mujer y el Género en las universidades es una condición indispensable para formar a los investigadores que más adelante abordarán estos temas y para sensibilizar a los futuros cuadros profesionales que en el día de mañana desde el Estado o los gobiernos locales estarán diseñando e implementando las políticas públicas. De tal modo, que su puesta en marcha no sólo tiene resonancias en lo académico sino que establece una relación dialéctica con lo político.
Después de dos décadas de difusión, movilización y gradual institucionalización, es posible mirar hacia atrás y ver cuánto se ha logrado. Actualmente existe información de diferente tipo que permite hacer balances y medir los avances y posicionamiento de los temas de la mujer y el género en diversos lugares y sectores. Hay investigaciones que dan cuenta del movimiento de mujeres, de las organizaciones femeninas que surgieron y se desarrollaron durante el período dictatorial; existen análisis sobre la participación política y económica de las mujeres, y hay abundante información sobre ellas con relación a la salud y el trabajo, entre otros. Asimismo se cuenta con catastros de las investigaciones sobre el tema realizadas en el país en el ámbito de las ONG y análisis sobre el estado del conocimiento en torno a las mujeres.
Sin embargo, aún hay ámbitos en los cuales persiste la desinformación y uno de ellos es el universitario. Esto no es difícil de explicar si se considera que estos conocimientos surgieron y se desarrollaron bastante al margen de esos espacios. Si bien en las décadas anteriores la universidad fue el sitio privilegiado para acoger los nuevos temas sociales, en la década de los ochenta, cuando irrumpen con fuerza las preocupaciones por las mujeres, las Ciencias Sociales se encontraban en receso forzado en las casas de estudios superiores, por lo cual fueron otros los lugares que se hicieron cargo de realizar investigaciones y difundir los nuevos conocimientos.
La labor de las ONG y grupos de mujeres se desarrolló de manera independiente y sostenida a partir de la segunda mitad de los setenta, pero se acrecienta y se hace más visible su producción en la década de los ochenta. La distancia existente entre sociedad civil e instituciones controladas por el gobierno militar, también se reflejaron en la investigación sobre mujer realizada en las universidades y fuera de ellas. Los avances teóricos y metodológicos del feminismo y la retroalimentación con los movimientos de mujeres quedaron en el ámbito de las ONG y no se lograron revertir en la medida deseable hacia las universidades, donde se siguió manteniendo una producción estudiantil en tesis de grado que no pudieron nutrirse de las nuevas teorías y debates conceptuales.
De este modo, las ONG se transformaron gradualmente en instituciones que formaban a las nuevas investigadoras de los temas de la mujer y donde se produjo la mayor renovación en cuanto a enfoques. Esta situación comienza a cambiar recién en los 90, con el retorno a la democracia, en gran parte de América Latina. (Continuará)
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