En el marco del aniversario de la Fraternidad Institutense celebrada el pasado primer sábado de diciembre seguiré comentando sobre el epilogo de la de la fundación del Instituto Literario.
Sobre el camino del progreso, la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex) tomaba en 1956 la antorcha del saber y de la educación que él entregaba en relevo histórico el Instituto Científico y Literario del Estado de México.
El tratamiento objetivo de los datos y del vaivén político en aquella década de 1820, coadyuva a la posesión de una conciencia histórica más limpia y por ende, más dispuesta a la adecuada captación de nuestro presente.
Siendo presidente de la República don Guadalupe Victoria, y presuntos candidatos a sucederle en ese momento don Vicente Guerrero y Manuel González Pedraza, el 3 de marzo de 1828 se promulgó en Tlalpan por parte del gobernador Lorenzo de Zavala, el decreto de erección del Instituto Literario del Estado de México.
La nueva institución contaba ya con casa, alumnos y rector; los mismos del colegio-instituto por el general José Vicente Villada. En ese local, la casa de Las Piedras Miyeras, el rector presbítero José María Alcántara, recibía el 12 de marzo por la tarde a los miembros de la Suprema Junta Directora del Instituto, quienes ajustándose al artículo 10° del decreto de erección iban a elegir a quince integrantes de la Junta Inspectora, verdadero organismo director del Instituto.
Desgraciadamente los expedientes consultados en la investigación no muestran los nombres de los elegidos, ni las primeras disposiciones emanadas de la Junta Inspectora. Al parecer, tal como había previsto el diputado Lope, el número de miembros de esta Junta resulto excesivo: mientras más numerosas las comisiones, tanto es más difícil el despacho de los negocios.
Hacia finales de mayo del mismo año, apenas tres meses después de aprobado el decreto, la situación del Instituto no correspondía a las esperanzas de su instalación. Como que una corriente paralizadora se había apoderado de las fuerzas que deberían impulsar la reciente obra educativa: era casi segura la ruina del colegio.
Por fortuna no faltó un grupo de diputados que afrontó la situación, proponiendo la creación de una Junta Seccionaría dentro de la Inspectora con análogas atribuciones. Parece que con la medida buscaban desembarazarse quienes dentro de la Junta Inspectora solo entorpecen la expedición de los asuntos. Se aprobó la propuesta que incluía también la autorización al gobierno para librar a dicha Junta el dinero requerido para sus funciones.
El 6 de junio quedó instalada la Junta Seccionaría, compuesta por los siguientes individuos: Epigmenio de la Piedra, José Domingo Rus, José María Rosas, Vicente Villada y Juan Wenceslao Barquera. El primero fungía como presidente y el último como secretario.
Desde luego se distribuyeron el trabajo: Piedra se encargaría del Instituto propiamente dicho, Rus de la escuela de niños y Rosas de la escuela de niñas.
Barquera como secretario de la Junta habría de redactar oficios y Villada tesorero del gobierno, seria obligado y efectivo contacto con el mismo. A pesar de las consideraciones legalistas, había que hacer justicia al promotor del Instituto. Y, además, si querían que la institución no declinase, más valía tener en cuenta a la gente allegada al gobernador.
Cada uno de los comisionados llevaría por principio de cuentas una inspección de muebles y útiles, para lo cual requerían los correspondientes inventarios. Así mismo recabaron del gobierno la cantidad de $6,000.00 para los gastos de mayor urgencia, en la inteligencia de presentar luego cuenta circunstanciada al Congreso.
Hay que advertir que esa suma entraba en el renglón de gastos extraordinarios del Instituto, cuyo presupuesto ordinario anual acababa de ser comprendido en el presupuesto general del estado, el 22 de mayo, con la cantidad de $18,176.00 cifra que solo en $96.00 menos, difiere de la suma de gastos concedidos en el decreto de erección, y que, comparada con el presupuesto total del poder ejecutivo, $333,228.60 constituye su 4.7%. Descontando de ese presupuesto total de $200,000.00 destinados a fondo dotal de la casa de moneda, el presupuesto del instituto se convierte casi en el 10%.
Posteriormente la Junta Seccionaría se abocaría a la búsqueda y nombramiento del personal docente y administrativo que aún faltaba. El rector Alcántara fue confirmado en su puesto.
Con todas estas providencias el Instituto Literario cobraba nueva vida y el Decreto del Congreso no quedaba en al vacío. El gobernador Zavala parecía sincero cuando tributo publico reconocimiento al trabajo de la cámara.
Dios y Libertad, Toluca, mayo 13 de 1828.
José Rafael González.