La lucha por abatir rezagos sociales y el hambre en los llamados países pobres, se contrasta con las problemáticas de los países ricos, con un alto nivel de bienestar, cuya lucha no es por el pan de cada día, sino por abatir fenómenos propios de la abundancia, tales como la obesidad y la diabetes; la depresión y el suicidio juvenil; el consumismo y el cambio climático, entre otras problemáticas que amenazan la salud, la economía, la interacción social y el medio ambiente.
¿Desde cuándo la palabra “riesgo” dejó de ser comúnmente asociada a las aventuras, coraje y retos individuales, para significar la autodestrucción colectiva de la vida en la tierra? La globalidad de las amenazas provocadas por la hiperproducción industrial, la sobreexplotación de los recursos naturales y el consumo excesivo de productos y servicios, cuyas materias primas incrementan irremediablemente el calentamiento global, es la base de los riesgos de la modernidad. A la famosa premisa del neoliberalismo, basada en la privatización de las ganancias y la socialización de las pérdidas, habrá que agregarle también los riesgos.
Una de las principales causas del sesgo tecnicista y naturalista en la atención de los desastres, presente aún en el siglo XXI, que ha llevado a la pérdida de muchas vidas y cuantiosas pérdidas materiales y económicas, es el soslayo que se hace de las condiciones sociales, culturales y políticas que anteceden a los desastres. De ahí que, en México, en los últimos 40 años, el 90% del gasto público asignado a los desastres se ocupe en las fases de recuperación y reconstrucción de los daños y no para labores preventivas.
En medida que el análisis e interpretación de los riesgos provocados por la modernidad sigan siendo atendidos con perspectiva tecnocrática, abstrayendo al comportamiento humano del centro de la discusión sobre la construcción social del riesgo de desastre, se seguirán tomando decisiones equivocadas. La génesis del riesgo no es privativa de un solo campo disciplinar; al contrario, es un constructo social; una simbiosis entre fenómenos naturales, técnicos y del espíritu humano, diversificado, amplio y diferente según sea el lugar donde pongamos los ojos para escudriñarlo.
Por ejemplo, en México, cuando viajamos de un lugar a otro, vía terrestre en un vehículo (coche particular, autobús, tren o algún otro transporte colectivo), la modernidad nos permite conocer, mediante una aplicación móvil, que en un kilómetro debemos dar vuelta a la izquierda, o que a 300 metros hay una gasolinería; incluso podemos saber el costo por litro con el que se oferta el combustible y tomar una decisión. También podemos saber si hay un bache, un policía vigilante, si ocurrió un accidente, o que tan cargado está el tráfico y visualizar rutas alternas. Incluso si nos equivocamos, recalcular de inmediato la ruta.
En tal contexto, ¿Por qué el uso cada vez más frecuente y generalizado de los aplicativos tecnológicos para la movilidad y geolocalización no ha reducido el número de accidentes viales en nuestro país? ¿Por qué sí se puede saber dónde detenerse a comer una hamburguesa mientras conduces de una ciudad a otra, y no se puede saber, mediante el uso del mismo aplicativo, qué tan riesgosa es una carretera o en dónde han ocurrido la mayor cantidad de accidentes, de manera anticipada, para prevenirlos? Porque las empresas que venden hamburguesas y gasolina facilitan la geolocalización de sus sucursales, sus precios y sus promociones a las otras empresas que administran los geolocalizadores, cuyo objetivo es el sano lucro y su cúmulo de beneficios sucedáneos.
¿Por qué quienes poseen la información de dónde, cómo, cuándo y porqué ocurren con mayor frecuencia los accidentes en un tramo carretero específico no lo comparten con las empresas que facilitan la geolocalización móvil? Porque no pueden lucrar con ella; porque los vericuetos burocráticos y la normatividad de las instituciones impiden poner en manos de un particular “información sensible”, no vaya a ser que hagan mal uso de ella, etcétera. ¿Y la ética pública y el servicio a la ciudadanía? ¿Salvar vidas no amerita algunos cambios a los manuales y procedimientos anquilosados de los gobiernos? Esto es también protección civil. ¡Que su semana sea de éxito!
Hugo Antonio Espinosa
Fue Director del Heroico Cuerpo de Bomberos de Toluca,
Subdirector de Protección Civil e Inspección en la SCT Federal.
Actualmente es Subdirector de Emergencias en el Valle de Toluca, en la Coordinación General de Protección Civil, EDOMEX