En la aparición diaria del presidente Andrés López Obrador, y que, regularmente ocupa para imponer el o los temas que habrán de discutirse durante la jornada, fácilmente determina el posicionamiento que estará girando alrededor suyo y que ocupará la atención de medios afines e independientes, al final, todos caen en el perverso juego.
Son pocas las ocasiones en las que López pierde la narrativa y es entonces que se le puede observar desconcentrado, irritado y fuera de sus casillas, que, de por sí, es de mecha corta; al sentir que las cosas no las puede tener en un puño, sale enfurecido arremetiendo en contra de quien considera le está arrebatando protagonismo.
López Obrador no puede vivir sin sentir que es el centro de atención de todo y de todos; no obstante, el personaje encierra una serie de complicaciones, el rencor que siente en contra de quienes considera enemigos lo hace tropezar con frecuencia ante asuntos que debería tomarse más tiempo para poder expresar su posición, es el jefe del Estado mexicano, y no es, como ha querido presumirlo en varias ocasiones, un ente independiente y dueño de sus determinaciones; éstas, cada una de ellas, ya sea para bien o para mal, impacta en toda una nación.
En su lucha por el poder, dejó ver hasta donde sería capaz de hacer por conquistarlo; una vez obtenido, ha demostrado una impresionante capacidad impredecible para sostenerlo y no permitir, bajo ninguna circunstancia, que se lo arrebaten. Para lograrlo, debe aparecer ante “su pueblo” seguro de sí mismo, de su movimiento y de lo que representa.
Por eso, no es casualidad su declaración, y que ha repetido constantemente, en el sentido de que “a su movimiento de transformación no lo detiene nadie”. Tal aseveración, que demás manifiesta con sobrada soberbia, deja ver que no importa si es Claudia Sheinbaum o cualquier otro, u otra, la o el candidato de su movimiento, ya que eso no es trascendente; lo importante es que sea quien le garantice la continuidad de lo que insiste en identificar como una transformación histórica.
Ante esa seguridad, el tabasqueño se ve (y sueña con ello), que se escribirán páginas de oro en la historia con su nombre. Tiene razón, es un hecho, en el sentido de que ocupará un lugar en la historia de México, la gran incógnita para él debería ser: ¿hablará ésta como lo imagina? Nadie puede adelantarse a tal consideración.
Ante los sueños presidenciales surgen varios acontecimientos actuales y próximos que no ofrecen la seguridad de un desenlace como quiere adelantar el mandatario, pues además, pueden ser abismalmente diferentes. Es imposible no señalar que las fechas que ha señalado como límite para cumplir con sus compromisos normalmente chocan con su entrega, tanto de obras, como para lograr el abasto de medicamentos, o de alcanzar la seguridad que tanto reclaman los ciudadanos, entre otros; el cinismo con el que se maneja obscurece la posibilidad de verse reflejados en tiempo y forma.
Pero, no se trata únicamente de su sobrada posición ante esos temas, sino de los escándalos destapados por Latinus y ProPublica; el primero, exhibiendo la corrupción de su círculo familiar, y la segunda, el delicado señalamiento de haber recibido dos millones de dólares para su campaña de 2006, por aportaciones de la delincuencia organizada.
La respuesta del presidente no tuvo sorpresa, incluso para los más allegados, fue, la de siempre: negar todo y mostrarse molesto e irritado ante el atrevimiento de haber sido nombrado en el reportaje de ProPublica. Con el tiempo, López Obrador se ha vuelto tan predecible que cualquiera puede adelantar su posición ante hechos como el que hoy le irritan.
Como si fuera una grabadora, “su verdad”, es replicada por la candidata oficialista, lo que tampoco causa sorpresa alguna; lo que en realidad llama la atención, es que ésta asegure que “el presidente ya demostró que eso no es verdad”. Parece que Sheinbaum vio y escuchó algo diferente al resto de los que estuvieron al pendiente de la declaración del oriundo de Tabasco, porque únicamente negó todo, como suele hacerlo, en ningún momento demostró nada.
Lo que deja ver la candidata del obradorato, es que continuará, sin un mínimo de crítica o de proyecto personal, haciendo lo que le diga su líder, por eso es comprensible la seguridad con la que habla López Obrador cuando se refiere a que su transformación continuará.
Ahora bien, en las elecciones de junio, y parece que nadie lo duda, habrá un impacto determinante por parte de la delincuencia organizada que debería preocupar, ya se dejó ver en las elecciones de 2021 y proseguirá en el 2024, y, a menos que el INE determine algo diferente para evitar contabilizar los votos con alta presencia de éstos, la oficialista caminará por un sendero de platino hacia la presidencia.
Por cuanto a la presunción de la relación gobierno-narco, existen declaraciones, acciones y miles de fotos que hablan por sí mismas; nadie, que haya sido testigo de estos, puede llamarse sorprendido; lo único diferente, es que son pocos los que lo dicen.
¿De qué forma puede deslindarse López Obrador de esas acusaciones si son sus propios actos, sus propias declaraciones, y su posición ante los criminales, incluyendo el respeto que ha manifestado por el “Chapo” Guzmán, los que lo colocan en una postura muy complicada para creerle?