Dentro del marco del aniversario número 200 de la fundación del Estado de México que se celebrará el próximo 2 de marzo del presente año, narraremos una visión integral de nuestra propia historia, siendo necesario adentrarnos en la historia regional. Lo que no solo reforzará la propia identidad, sino que contribuirá también al fortalecimiento de la conciencia nacional.
Dentro de esta narrativa nos proponemos la aproximación a la provincia, concretamente al Estado de México, a través de los textos relativos a su desarrollo político, económico, social y cultural, habiendo acudido a toda clase de escritos, lo histórico y lo literario, lo anecdótico y lo político, lo cotidiano y lo científico…pues solo si se enfoca lo durable, efímero, cotidiano, insólito, material y espiritual conoceremos nuestras propias raíces que es nuestra identidad. Está presente antología, es el resultado parcial de un proyecto mayor de la historia regional que se llevó a cabo en el Instituto de Investigaciones Dr. José Luis Mora; (sacerdote, político, ideólogo e historiador mexicano del siglo XIX, considerado como uno de los exponentes del liberalismo en México, pugnó por la separación de la Iglesia-Estado), siendo un esfuerzo por rescatar la Historia del Estado de México, desde su surgimiento, en marzo de 1824.
La provincia de México fue una de las más importantes durante el virreinato, económica y políticamente, debido a su extensión territorial, a sus numerosos recursos naturales, y a que en ella estaba situada la ciudad de México. Por su riqueza agrícola llego a ser “el granero de la capital”. Al inicio de la federación quedó como el estado con mayor población y fuerza, al conservar a la ciudad de México, dentro de su territorio. Sin embargo, muy pronto se decidió que esta no sería la capital del estado, sino la sede de los poderes federales. La creación del Distrito Federal el 18 de noviembre de 1824 y la pérdida de la ciudad de México fueron determinantes para el estado, porque ello implicó una interdependencia entre la entidad y el Distrito Federal que obstaculizara en un principio su desarrollo. Asimismo, se vio obligado a reubicar su capital y a deslindar asuntos de percepción de impuestos, diezmos, estancos, etc., que venía recibiendo y que ahora pretendía el gobierno federal. Se originó también una falta de identidad regional en aquellos habitantes que quedaron próximos a la ciudad de México a donde muchos emigrarían en constante éxodo. A su vez, el Distrito Federal iría creando problemas al estado, al quedar enclavadas en las tres cuartas partes de su territorio, y sufrir debido a las constantes oleadas de inmigración, una fuerte necesidad de expansión. Es así que más tarde vendría el problema de la zona conurbada con la capital federal.
Características y procesos que presentan continuidad en la historia del Estado de México son sin duda, las graves desmembraciones que sufrió su territorio al largo del siglo XIX y a principio el XX, y su tendencia el centralismo, heredada de la época colonial. La primera mutilación fue, como se mencionó, la pérdida de la ciudad de México; le siguió la separación del territorio que conformaría la mayor parte del estado de Guerrero (1849), después Morelos e Hidalgo (1869); a estas se añadiría la pérdida de una franja de cerca de 2 000 km ya en el siglo XX, en beneficio del crecimiento del Distrito Federal.
Para mayo de 1834, cuando el Plan de Cuernavaca levantó en armas a los centralistas para derrocar al gobierno federal, el gobierno del Estado de México fue uno de los primeros en adherirse al plan y en reconocer la instauración del sistema centralista. Más tarde, en la intervención francesa, el pueblo toluqueño, en general conservador, se volcó en entusiasmo a la llegada de Carlota y Maximiliano a la capital del estado. Y qué decir cuando la dictadura porfirista, nunca como entonces el estado marcho tan al unísono con el gobierno central. Esto no quiere decir que, por otra parte, no haya existido una sólida trayectoria liberal en nuestra entidad representada principalmente por políticos, intelectuales y juristas que dieron la batalla a través de la administración pública, la legislación o la pluma.
Toco precisamente al Estado de México presenciar en su territorio sucesos álgidos de la lucha nacional por la libertad. Así, cuando era todavía provincia de México contempló en 1821, el abrazo de Acatempam que reconocía el triunfo de los insurgentes. Cuarenta años después (1861). La victoria de los liberales se decidía con la batalla de Calpulalpan dando fin a las guerras de Reforma y, para 1914, mediante la firma de los Tratados de Teoloyucan, se disolvía el ejército federal, último rescoldo del régimen porfirista, y se entregaba la ciudad de México a los carrancistas, preámbulo esto del triunfo definitivo del movimiento revolucionario.
El Estado de México es una de las partes integrantes de la Confederación de los Estados Unidos Mexicanos, y se consideró como una intendencia en la epoca colonial, tiempo después de consumada la Independencia, fue admitido a la Unión el 16 de junio de 1823. En aquel tiempo su territorio se encontraba limitado por el norte con los estados de San Luis Potosí y Veracruz, por el sur con el Océano Pacifico, por el oriente con el estado de Puebla, y por el poniente con los estados de Michoacán y Querétaro. Al erigirse el Distrito Federal en 1824 fue cuando sufrió su primera desmembración; pero restablecido el régimen central, recobró su antiguo territorio y aun se le incorporó como Distrito el actual estado de Tlaxcala; y habiendo vuelto a triunfar la República, de nuevo se restableció la federación en 1846 y se erigió otra vez el Distrito Federal, y en 1849 que se formó el Estado de Guerrero, se le quitaron los distritos de Chilapa, Acapulco y Taxco.
Por la Constitución de 1857 se le quitó también el partido de Tlalpam y en 1866 el Distrito de Calpulalpan se agregó al estado de Tlaxcala, y finalmente en 1869 que erigieron los estados de Hidalgo y de Morelos, fue cuando sufrió su última desmembración, quedando reducida su extensión a 1 156 leguas cuadradas, teniendo una dimensión de 69 leguas de Norte a Sur por 44 de Oriente a Poniente habiendo perdido 4 363 leguas cuadradas al formarse los estados antes mencionados.
Una vez que surgió el Estado de México, por el artículo 7°., de la Constitución Política Federal, se estableció el primer Congreso estatal que debería hacerse cargo de la administración del vasto territorio del estado y organizar interinamente el gobierno de la entidad conforme al sistema republicano. Con tal fin se elaboró la Ley Orgánica Provisional para el arreglo interior del estado, mientras se discutía la Constitución Política local. En la redacción de ambos documentos se destacó la intervención del diputado José María Luis Mora. Al Congreso Constituyente Estatal correspondió el honor de haber dado vida y forma al nacimiento del Estado de México, cuyo territorio correspondía en esa época a lo que era la Intendencia de México.
Al sucumbir el Imperio de Iturbide y proclamarse la República, el gobierno provisional, encabezado por Victoria, Bravo y Negrete, convocó el 7 de noviembre de 1823 a un nuevo Congreso Constituyente que elaboraría para México su primera Constitución Federal. Los debates entre uno y otro partido (conservadores y liberales), fueron acalorados; para presionar al Congreso a resolver por el Federalismo, algunas provincias declararon su independencia y otras decidieron imitarlas, sino se establecen las bases constitutivas que le dieron legalidad a sus demandas. Como resultado de esto, el constituyente Ramón Arizpe, apremiado por las circunstancias redacto en tres días el Acta Constitutiva de la Federación, que firmaron los diputados el 31 de marzo de 1824. El proceso histórico que tiene lugar a partir de los primeros años de vida independiente hasta el fin del movimiento revolucionario de 1910, corresponde al surgimiento y consolidación del estado, dotado de tan vasta y heterogénea extensión. Distinguiendo en este periodo cinco fases propias que destacan por su singularidad dentro del proceso nacional.
Una primera fase de organización interna, de 1824 a 1835, desde un principio se vio entorpecida por continuas luchas políticas y, además, tuvo que afrontar por casi seis años el problema de la capital nómada. Esta etapa se caracterizó por la participación de los liberales en el Congreso Constituyente estatal, encabezado por José Luis Mora, que dio por resultado una de las constituciones de más avanzado contenido ideológico en la República en su primera epoca federal. El peregrinaje de la capital, el cual empezó de la ciudad de México a Texcoco, para continuar a Tlalpam, y de aquí a Toluca, significo un retraso en la organización administrativa y una grave erogación de gastos para la escasa y desordenada hacienda pública. La lucha por el poder entre escoceses y yorkinos, conservadores y liberales, presento la peculiaridad de ir a la par con la capital federal, de manera que cuando aquel era detentado por el grupo yorkino o escoces lo mismo sucedía con el gobierno estatal. Ante el apremiante problema político, el desarrollo económico quedó relegado en la entidad. Sin recibir mayor impulso. Se descuido el mercado local, y los pocos caminos que existían se encontraban abandonados y faltos de vigilancia, controlados por salteadores.
La segunda etapa abarca la instauración del centralismo, de 1835 a 1848. El Estado de México se convirtió en departamento y recobró importancia y poder al tener de nuevo a la ciudad de México como su capital. La historia de la entidad se confunde entonces con la historia nacional. La economía interna se vio sin duda afectada con la invasión norteamericana: campos devastados al paso de los ejércitos, el comercio alterado y, finalmente, la ocupación de Toluca por las tropas invasoras. Desde un principio, ante la amenaza de guerra, el estado tuvo que enviar armas y efectivos al gobierno federal, aunque lo hizo con reticencia, pues alegaba que, siendo su territorio paso obligado para llegar a la capital, tenía que estar preparado, con un ejército propio, para resistir a los invasores.
El tercer periodo está dado por las grandes mutilaciones, de 1849 a 1869 el Estado de México perdió las tierras del sur y del oriente, o sea las correspondientes a Guerrero, Morelos e Hidalgo. Con esto no solo se reducía su muy vasta extensión, sino que se le privaba se su salida al mar en costas del Pacifico, y de numerosos recursos naturales: metales, plata en particular, maderas tropicales, y productos básicos de su economía, como algodón, caña de azúcar y maguey que eran cultivos propios de estas zonas. Con ello su economía regional se vio muy afectada 8 curiosamente no se encontramos texto alguno, que nos hablase de la actitud del gobierno o del pueblo ante estas cercenaciones). Otras mutilaciones de menor envergadura fueron las anexiones al Distrito Federal de Mixcoac, San Ángel, Tizapán, Coyoacán, Tlalpam y Xochimilco, entre 1854 y 1855, y la franja de 2 000 kilómetros en 1917. La reducción territorial, por otro lado, facilito el control político, que en la práctica resultaba imposible, hasta zonas tan alejadas y tan heterogéneas.
En esta época abundaran en el estado las “gavillas de facciosos” cuya acción se confundía a veces con ataque y asaltos de vulgares salteadores de caminos, o con las guerrillas organizadas que era la forma que en varias regiones tomaban las luchas de los partidos políticos. Durante las guerras de Reforma y la Intervención Francesa, los integrantes de esas gavillas lo mismo podían ser revolucionarios que ladrones. Para el orden social representaron siempre un grave obstáculo en la entidad. Entre 1876 y 1910 tuvo lugar la cuarta etapa, que corresponde al crecimiento material de nuestro estado, con el impulso que recibió la agricultura, la industria, la minería y el comercio, tanto local como regional; el mejoramiento de que fue objeto la infraestructura en general y, muy particularmente, la aparición de vías férreas a lo largo de la región.
Por fin, dentro de un periodo de paz nacional, se dio en el estado un notable progreso en casi todos los órdenes, y allí estaban, si no, los ferrocarriles, los paseos o avenidas, las obras de desagüe, los mercados, los lavaderos públicos, las escuelas, los orfanatos, las instituciones de beneficencia pública y privada, las posiciones de objetos naturales e industriales, para probarlo. Si bien es verdad que la más favorecida por la inversión pública fue Toluca, la capital. Mientras que los comerciantes, empresarios, hacendados y funcionarios públicos detentaban el poder y los privilegios, la clase media, que carecía de movilidad socio-economica, los campesinos y obreros, se encontraban en una situación bastante desventajosa. Las condiciones de trabajo, los bajos salarios, y los malos tratos que recibían peones y obreros abrían, cada vez más, una profunda brecha que no tardaría en alterar la paz, el orden y el progreso, de que tanto se jactaba el gobierno estatal. Las huelgas y los movimientos obreros avalados por grupos políticos de oposición fueron dándose en varias fábricas, al tiempo que pequeños brotes de rebeliones campesinas se localizaban en puntos distantes.
La quinta y última fase comprende la etapa revolucionaria, de 1911 a 1917, en la que el Estado de México, tal vez por su proximidad al Distrito Federal y la interdependencia que esta habia creado, participo muy tibiamente. La lucha armada no se dio más que en el sur de la entidad, a instancias de los zapatistas de Morelos. Como antecedentes de este movimiento se podrían considerar las rebeliones campesinas surgidas a causa de la usurpación de tierras y aguas por parte de los hacendados, o la enajenación, por el mismo gobierno; sin embargo, la mayoría de ellas fueron reprimidas y pocas solucionadas. En general no tuvieron mayor relevancia. De nuevo el pueblo y el gobierno del estado se adhirieron a los lineamientos del poder central, así se mostraron maderistas, huertistas, zapatistas y carrancistas a su debido tiempo. Entre las medidas que aplicaron primero los gobiernos revolucionarios en la entidad, está el reparto de tierras, iniciado por el gobierno zapatista de Gustavo Baz.
El 17 de julio de 1830, la ciudad de Toluca, de facto, se convirtió en la residencia de los Supremos Poderes del Estado. El Congreso Constitucional, no se instaló en la ciudad de Toluca, el 15 de agosto de 1830, para resolver la suerte que debía correr el artículo 5° de la Constitución. El Congreso del Estado de México, con fecha 16 de octubre de 1830, expidió el decreto número 200; donde se reforma el artículo 5° de la Constitución del Estado en la parte que fija en Texcoco la residencia de los Supremos Poderes, estableciéndose esta en la ciudad de Toluca. La ciudad de Toluca, se convirtió de jure, el 16 de octubre de 1830 en la residencia de los Supremos Poderes del Estado y en consecuencia en la quinta capital del Estado de México.
Una vez que se pensó en designar a la población de Toluca como capital del Estado de México, el Congreso Constituyente estatal expidió, en la ciudad de Tlalpam, el decreto por medio del cual se dio oficialmente a Toluca la denominación de ciudad, convirtiéndose en poco tiempo en la sede de los supremos poderes del estado y, por ende, en su cuarta capital. A partir de entonces, salvo muy cortas intervenciones, la fría ciudad de Toluca ha sido la capital del Estado de México, y a partir de entonces también la provinciana Toluca fue creciendo, fue adquiriendo importancia y fue alcanzando un visible desarrollo urbano, cultural e industrial. De inmediato empezaron a construirse numerosos edificios, tanto decorativos como con fines prácticos, tales como los clásicos Portales, que han sido parte importante en la vida cotidiana de la ciudad lo cual nos han dado parte de nuestra identidad, otorgándole asimismo una personalidad propia.
Los diputados por el Estado de México, que formaron parte del Congreso Constituyente, que sanciono la Constitución Federal de los Estados Unidos Mexicanos, fueron los siguientes: Juan Rodríguez, Juan Manuel Assorrey, José Francisco de la Barreda, José Basilio Guerra, Carlos María de Bustamante, Ignacio de Mora y Villamil, José Ignacio González Caralmuro, José Hernández Chico Candorco, José Ignacio Espinoza, Luciano Castorena, Luis de Cortázar, José Agustín Paz, José María de Bustamante, Francisco María Lombardo, Felipe Sierra, José Cirilo Gómez y Anaya, Cayetano Ibarra, Antonio de Gama y Córdova, Bernardo González Pérez de Angulo y Francisco Patiño y Domínguez. El 2 de marzo se hizo también la elección de Gobernador, y se designó a don Manuel Gómez Pedraza y como su segundo, al propio general Múzquiz. Solo que Gómez Pedraza declinó el honor, aun antes de protestar al cargo, por lo que automáticamente quedó como Gobernador Constitucional el general Melchor Múzquiz, así se consigna a este personaje como el primer gobernador que tuvo el Estado de México.
Entre las instituciones que se trasladaron a Toluca, se encontraba el Instituto Literario fundado en Tlapan, y que fue la primera institución de educación superior que funcionó en el Estado de México, puede considerarse también como el antecedente de la Universidad Autónoma del Estado de México (UAEMex), asimismo, los toluqueños contaron con imprenta propia, una biblioteca y un pequeño museo.