De acuerdo a lo que quieren que sepamos –dice el periodista mientras sorbe a su café americano sin azúcar-, Mario Aburto se metió entre la gente sin que nadie pudiera evitarlo. Lomas Taurinas estaba –supuestamente- blindada pero había riesgos. Siempre los hay en los mítines políticos. Muchos analistas atribuyen la muerte de Luis Donaldo Colosio a su discurso icónico: “Yo veo un México con hambre y con sed de justicia. Un México de gente agraviada, de gente agraviada por las distorsiones que imponen a la ley quienes deberían de servirla. De mujeres y hombres afligidos por abuso de las autoridades o por la arrogancia de las oficinas gubernamentales (…)”…
Algunos lo llamaron “el discurso de la ruptura”. El PRI se desmoronaba, dicen. Diecisiete días después Colosio fue Lomas Taurinas, en Baja California y recibió dos balazos. Uno en la cabeza y otro en el abdomen. Su probable asesino empuñó el arma frente a todos y disparó. Nadie lo veía venir, ni en sueños. Pero así son los atentados… El asesinato de Abraham Lincoln en 1865 y el de John F. Kennedy en 1963 son momentos clave en la historia de Estados Unidos. James Garfield (1881) y William McKinley (1901) son menos recordados, pero también fueron atentados mortales. Sus victimarios, como lo fue el propio Mario Aburto, parecían no ser los autores, pero alguien tenía que pagar los platos rotos.
Thomas Matthew Crooks subió lentamente a un tejado con un rifle, alejado del mitin en Butler, Pensilvania pero a una distancia suficiente para que de su arma saliera la bala que asesinara a Donald Trump y se convirtiera en un héroe. Quizá eso creía que ocurriría si lo mataba. A continuación, agentes del Servicio Secreto lo mataron a él a tiros. Es curioso pero él quiso ser parte del equipo de tiro de su escuela. No lo aceptaron porque tenía mala puntería.
El fallido homicidio deja dudas de si en realidad quisieron matar a Trump o se trató de un plan siniestro para levantar la campaña de quien fuera declarado culpable en mayo de 2023 de abusar sexualmente de la ex columnista E. Jean Carroll, quien recibió cinco millones de dólares en compensación.
El derecho a portar armas
Muy difícilmente se podría pensar en que esto fue un complot para no matarlo pero de que pareció, pareció. Todo un teatro se vive en E.U., aunque, este incidente pone en la mesa de las discusiones el peligro que representa que los ciudadanos tengan el derecho Constitucional de portar armas.
Lo ocurrido le da a Trump el ingreso a un club no tan exclusivo de presidentes, ex presidentes y candidatos presidenciales que han sido blancos de las balas. De las 45 personas que han ocupado la presidencia, cuatro fueron asesinados mientras ocupaban el cargo. Recordemos que Reagan salía de un hotel de Washington cuando John Hinckley le disparó con una pistola del calibre 22. En 1933, un pistolero disparó cinco tiros contra el coche de Franklin D. Roosevelt, que salió ileso. En septiembre de 1975, el presidente Gerald Ford sobrevivió a dos intentos de asesinato perpetrados por mujeres. En 1912, Theodore Roosevelt fue alcanzado en el pecho por una bala del calibre 38 mientras hacía campaña.
En un país con más armas que personas, no es de extrañar que invariablemente los tiroteos sean el medio preferido para matar o intentar matar a aspirantes políticos. México no está tan distante de ello. Que no se nos olvide que la violencia contra los aspirantes a cargos de elección popular durante el proceso electoral dejó 36 candidatos asesinados. Hasta la próxima… Mi X @raulmandujano