No sé ustedes, pero estos días después de la toma de protesta se siente una calma extraña. Primero septiembre no nos dio ningún temblor del cual tengamos que lamentarnos, gracias a Dios. Las sacudidas menores no ameritaron ni siquiera un bolillo. Las marchas que amenazaban con ser grandes o una posible problemática, se llevaron a cabo de manera tranquila, con la queja puesta, pero sin una intención de hacer que las fuerzas policíacas se volcaran a las calles.
Quizá ha sido un cansancio enorme de todo este vendaval político. Demasiadas elecciones, demasiada tensión. Es momento de guardar silencio ¿no creen? Más allá de esperar las acciones. Es como, sentarnos a admirar la tranquilidad de tanto desgaste de palabras.
Además, la economía está como nosotros, en espera de tiempos mejores. No sabemos cuánto tiempo aguanten los pronósticos de un peso pujante y estable.
La verdad es que todo lo que hay fuera de las situaciones políticas es terrible: guerras, huracanes atípicos, problemas de narcotráfico, inseguridad, etc.
Ante tales escenarios, me pregunto ¿cómo está nuestra mente? ¿Estamos bien?
En estos días, donde preocuparnos y no ocuparnos, es una constante, deberíamos reflexionar en lo que siempre dejamos detrás, ¿qué tan sana está nuestra mente?
He visto con agrado que la importancia de recuperar nuestra salud mental, está cada día más presente en las acciones sociales de las administraciones. Tener bienestar puede proporcionarnos la posibilidad de cambiar nuestro entorno, desarrollar nuestro potencial y hacer un mejor papel como individuos.
Buscar que nuestras ideas y corazón estén sanos está incluso en los propósitos del desarrollo sostenible, porque es un ideal que caminemos seguros por la vida.
El otro día veía en las redes que una persona puede tener muchas habilidades e inteligencia, a pesar de que haya nacido en circunstancias adversas. Así lo demuestran personas que han sobresalido inventando cosas que mejoraron su entorno, como William Kamkwamba, quien improvisó un molino de viento para tener agua en su comunidad.
También está Paloma, la niña genio de la que habla la película de Eugenio Derbez, que incluso fue comparada con Steve Jobs.
El problema es que pasado cierto tiempo sus dones se ven opacados por su ambiente, porque las situaciones económicas o emocionales los rebasan y entonces, ese don se va difuminando porque la mente también se agota.
Ni que decir de Simone Byles, quien ha demostrado que los altibajos emocionales no solo pueden hacerte llorar, también pueden paralizarte.
Los científicos han hecho un llamado urgente a poner atención a la salud mental, con la intención de fortalecernos ante lo que nos tocará vivir. El cambio climático constantemente cambiará nuestro entorno, ahora más que nunca. Está por demás decir, que no hemos hecho nada, así que tan solo queda enfrentarnos a todo eso con una mente clara y lista para ser resiliente.
No es una casualidad que la depresión, los suicidios y la ansiedad vayan en aumento. Los seres humanos necesitamos propósitos y si nuestro entorno no parece tener ningún tipo de seguridad, tendemos a perdernos.
Saber que es fundamental tener un cerebro enfocado no es suficiente, como siempre ocupamos fondos para impulsar acciones y centros de apoyo. No se trata de solo una línea telefónica para hablar, va más allá. La Organización de las Naciones Unidas ha sentenciado que “no invertir en salud mental con urgencia supondrá grandes costos sanitarios, sociales y económicos a una escala que rara vez se ha visto”.
