Ex presidentes: pensiones y las (cínicas) “puertas giratorias”

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Ex presidentes: pensiones y las (cínicas) “puertas giratorias”

Domingo, 08 Abril 2018 10:12 Escrito por 

En estos tiempos de brutal desigualdad y agandalle, no resulta vacuo detenerse en algunas discusiones que si algo reflejan, es justo el entronizamiento del cinismo como doctrina fundamental del quehacer público, especialmente por parte de aquellos que han tenido el “alto honor” -eso han dicho- de servir a su país.

En otros momentos la discusión sobre las pensiones que reciben los ex presidentes sería un mero acto de entretenimiento, ganas de estar “molestingando”, o un triste caso de demagogia al calor de la temporada presente para sumar adeptos.

Pero las condiciones en que se ha venido configurando el vínculo entre el poder público con el poder económico o, para decir mejor, la mezcla entre ambos, han obligando, de un tiempo a la fecha, a poner en la agenda pública qué hacer con los beneficios que reciben los ex presidentes, desde millonarios recursos hasta personal a su servicio, todo pagado con impuestos públicos.

Lo anterior, un gasto ciertamente inútil porque ya poco queda de la cuestionada figura del viejo minotauro priista (mitad político, mitad empresario y con un perfil claramente depredador), ese que al calor del capitalismo de compadres era gobernador o secretario de estado y al mismo tiempo su más eficaz proveedor (Carlos Hank González, cuya estatua en Toluca, recuerda ese perenne laberinto de “conflicto de interés”, por llamar de algún modo a la corrupción).

Ninguna objeción habría de que a los ex presidentes se les otorgaran los 205 mil pesos mensuales que, oficialmente, se dice, reciben, aunque los ex mandatarios Carlos Salinas de Gortari (1988-1994) y Ernesto Zedillo (1994-2000) renunciaron a recibirla. Sólo Luis Echeverría (1970-1976), Vicente Fox (2000-2006) y Felipe Calderón (2006-2012), no lo han hecho, y en el caso de Calderón, dio a conocer que la donaría a una organización que se ocupa de atender a niños con cáncer.

Pero la audacia neoliberal se cobra por partida doble dando muerte al citado minotauro: Zedillo renunció a la pensión vitalicia luego de ser nombrado integrante del consejo de una empresa que durante su mandato fue favorecida con la privatización de Ferrocarriles Nacionales (Union Pacific, a la que agregó luego a Procter & Gamble, Alcoa, la Fundación de Melinda y Bill Gates, Citigroup, evidenciando que empresas trasnacionales o firmas financieras saben compensar a todo aquél que desde el poder público ha permitido “su fortalecimiento”).

Con él, México ingresó de manera ostentosa y grosera al club de las tristemente célebres “puertas giratorias”, esa oligarquía conformada por ex presidentes o ex ministros que un día despachan en Los Pinos o en cualquier otra sede de gobierno, y mañana ya tienen un asiento en los consejos de los corporativos internacionales.

A Zedillo Ponce de León le siguieron varios sufridos ex ministros y ex presidentes (el mismo Carlos Salinas, que se fue al Dow Jones, a Wall Street Journal, y Calderón, que ingresó a la empresa de energía española Iberdrola mediante su filial Avangrid (Estados Unidos), esto luego de liquidar a Luz y Fuerza del Centro y dejar sin empleo a más de 40 mil trabajadores”).

En esa forma, el ex mandatario quizás evitó que su sucesor lo tratara como “su empleado”, como él se refirió (octubre de 1995) del ex presidente Miguel de la Madrid Hurtado que, neoliberal y todo, tuvo el gesto decente de ser “empleado” del Fondo de Cultura Económica (FCE) en el zedillato.

Pero todo eso forma parte de lo que la profesora de la UNAM, Alejandra Salas Porras, describió como como “la mercantilización de la función pública (“La economía policial neoliberal en México, quién la diseño y cómo lo hizo”, ediciones Akal, p.p. 164-165), con sus prácticas rentistas, corruptas y una depredación imparable frente a la ausencia de instituciones públicas sólidas, ahí donde “se vuelve cada vez más difícil establecer -o al menos demostrar legalmente- la frontera entre probidad y corrupción”.

Ya en su libro “Un reportero en la montaña mágica, cómo las élite económica de Davos hundió al mundo”, el periodista Andy Robinson narra la deliciosa y truculenta conversación entre Larry Summers, ex titular del Tesoro de Estados Unidos, y el ex presidente Zedillo Ponce de León, intercambiando puntos de vista sobre las puertas giratorias “que conectan las administraciones y el sector privado en México” (p.p. 88-89) y las de los propios estadounidenses, con el resultado conocido: tráfico en doble sentido, afirma Robinson.

“El ejecutivo del Estado moderno no es otra cosa que un comité de administración de los negocios de la burguesía”. Eso dijo el “Doctor Terror Rojo”, Karl Marx en 1848, como podría hacerlo hoy cualquiera.

Lo grave, pues no son las pensiones en sí, sino el apetito desbordado que se exhibe como si se tratara de un fenómeno al que hay que asumir como “algo normal”. Lo más grave son las puertas giratorias. Y contra eso muy pocas voces se han pronunciado.

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Jesús Delgado

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