El Segundo Imperio Mexicano fue una época histórica trascendental para nuestra historia, además de significar el triunfo contundente de la república encabezada por el presidente Benito Juárez, el Segundo Imperio simbolizó el fracaso de todo proyecto monárquico, el triunfo del liberalismo y el inicio de una serie de cambios que se hicieron presentes en la segunda mitad del Siglo XIX. Una de las historias más fascinantes, como misteriosas, nos las dejó la emperatriz Carlota, quien sucumbió a la demencia y falleció en ese estado el 19 de enero de 1927.
Detrás de los lujos, fiestas y excentricidades de la corte imperial mexicana, estaba la figura de una emperatriz cuyo papel fue más allá que el de una simple reina consorte. La emperatriz Carlota de México, una joven ambiciosa de tan solo 24 años al momento de llegar a México, soñó con edificar un imperio más allá del mar para los Habsburgo y para la casa Sajonia-Coburgo-Gotha a la cual pertenecía; sin embargo, la trágica emperatriz se vio consumida por la pérdida, la desesperación y el fracaso ¿qué llevó a la demencia a la desdichada consorte?
Para poder comprender esta historia debemos analizar, aunque de manera somera, la situación política del Segundo Imperio Mexicano. Cuando Maximiliano de Habsburgo instaló su gobierno en México, contó con el apoyo de más de 45 mil efectivos militares franceses, aunado al soporte del exiguo grupo conservador. De tendencia liberal, Maximiliano chocaba con la ideología de quienes lo trajeron a México, y sus órdenes en ocasiones se contraponían a las de los oficiales franceses, principalmente las de Bazaine y Forey, quienes buscaban controlar el territorio mexicano.
Para el año de 1866, los franceses habían gastado más de 200 millones de pesos en una intervención fallida, costosa e inútil. El imperio de Maximiliano se tambaleaba, no había controlado el territorio mexicano y no se terminó por consolidar. Debido a esta situación, a presiones políticas internas y a lo económicamente insostenible de la invasión, el emperador Napoleón III decidió el retiro inmediato de las tropas francesas en México. Solo, sin aliados y con las guerrillas juaristas ocupando cada vez más territorios, en Maximiliano comenzó a gestarse la idea de abdicar al trono.
Debido a la situación anterior, y ante el aparente abandono de los aliados europeos, la emperatriz marchó hacia Europa a tratar de conseguir apoyo para el gobierno débil de su marido. Los objetivos de la emperatriz eran principalmente dos: recordarle al emperador Napoleón II su palabra de ayudar y consolidar el gobierno de su esposo, y solicitar el apoyo de la Santa Sede encabezada por el Papa Pío IX, mientras tanto en México, Maximiliano se debatía en la difícil decisión de abdicar o seguir en el trono. Carlota llegó al puerto de Sant Nazare a bordo del buque Emperatriz Eugenia un 8 de agosto de 1866.
Posteriormente, la emperatriz de México se dirigió a París para entrevistarse con el monarca Napoleón III, quien en un principio no accedió pretextando una supuesta enfermedad. Empero, Carlota, en su afán por lograr apoyos para el ya decadente imperio mexicano, insistió en reunirse con el monarca francés, lo que finalmente sucedió el 11 de agosto de 1866. De acuerdo con testimonios de la época, la discusión fue “larga y violenta, llena por una y, por otra parte, de recriminaciones”. La emperatriz de París el 29 de agosto sin llegar a ningún tipo de acuerdo y visiblemente alterada.
A la postre, Carlota pasó un tiempo en el Castillo de Miramar en Trieste, sitio donde celebró la independencia Nacional el 16 de septiembre. Luego partió a El Vaticano para conferenciar con Pío IX sobre la terrible situación del país. Llegó el 27 de septiembre a la Santa Sede ya con los nervios destrozados. De acuerdo con varios acompañantes, la conversación inició con un “Estoy envenenada, ahí afuera están los que me han envenenado por orden de Napoleón”. Posteriormente, sus delirios aumentaron, constantemente la emperatriz imaginaba un supuesto envenenamiento e incluso bebía el agua de la fuente de Trevi. Permaneció en El Vaticano hasta el 10 de octubre, día en que fue trasladada a Miramar y posteriormente a su natal Bélgica.
En años posteriores las conductas de Carlota se volvieron más perturbadas, desequilibradas y erráticas, recluida en el Castillo de Bouchot en Bélgica, varios diarios de la época dan cuenta de su comportamiento: “A cada momento manda que le hagan ricos trajes y tocados, y los coloca todos en perchas, donde practica el de las recepciones de corte, creyendo que aquellos vestidos y sombreros representan damas de Francia y de México (…) Hace tiempo que se hizo cortar su magnífica cabellera lo más corta que pudo, y adornó con ella a uno de sus maniquíes, lo cual no impide que se haga peinar todas las mañanas por una de las pocas criadas que suele admitir en su presencia”. La infortunada Carlota vivió así hasta su muerte en 1927.
¿Qué fue lo que causó sus padecimientos? Desde su reclusión en Europa, diversos especialistas y aficionados dieron ciertas explicaciones sobre la demencia de Carlota. En un primer momento, predominó la visión romántica y sentimental, es decir, la que afirma que la emperatriz se desquició debido a la imposibilidad de salvar a su marido, y por ende, a su imperio, versiones que carecen de fundamento histórico o científico, y que obedecen más a una fantasía sentimental que a una explicación racional.
Asimismo, hay otras versiones que aluden un posible envenenamiento en México por un hongo que supuestamente consumió como tratamiento para concebir, aunque también hay escritos que aseguran un envenenamiento hecho por Napoleón III, quien le administró una sustancia nociva en el agua de la emperatriz. Está por demás decir que no existe ninguna fuente histórica que sustente alguna de esas versiones, y por consiguiente es totalmente absurdo que el envenenamiento de la emperatriz se haya dado por la ingesta de una sustancia perjudicial para su organismo.
En épocas recientes, ha habido un diálogo de la Historia con otras disciplinas como la Psicología, Psiquiatría y las neurociencias cognitivas para dar una posible explicación a la locura de Carlota. El historiador Alfonso Gómez Rossi, apuntó a un posible padecimiento de esquizofrenia debido a tres posibles causas: herencia genética, ingesta de una sustancia tóxica y su llegada a México. Es bien sabido que la nobleza europea presentó cuadros de enfermedades mentales, mismas que se heredaron a sus descendientes debido a la endogamia. En el caso de Carlota, Rossi afirma que viene de una ascendencia que se caracterizó por tener cuadros mentales, entre los cuales destacó los de Felipe V de España, tatarabuelo de Carlota.
Por otra parte, la Psiquiatría a también ha analizado el caso, Héctor Pérez Rincón, especializado en Psicopatología, sugiere un cuadro de psicosis aguda, misma que detonó en el año de 1866, durante su estancia en Europa, empero, aunque muy interesante analítico y elocuente, el doctor Pérez no hace un minucioso análisis de las fuentes del momento, llegando a usar como su fuente base la correspondencia de la emperatriz Carlota publicada por vez primera en un estudio en el año de 1996. Aunque sugerente, el artículo del doctor Pérez parece más un diagnóstico médico y no una investigación histórica.
Otros estudios abordan estrés excesivo más la combinación de una serie de factores emocionales y eventos en su infancia que vinieron a detonar ciertos traumas durante su estancia en México. El escritor Gustavo Vázquez Lozano en su obra 60 años de soledad: La vida de Carlota después del Imperio Mexicano analiza estos factores sociales y emocionales de la vida de Carlota, dando importancia a los problemas y frustraciones que esta sufrió en México. Un libro de lectura fácil, atrayente y deslumbrante, aunque no llega a una conclusión definitiva, dejando el enigma de la enfermedad de la emperatriz a opinión del lector.
Asimismo, columnistas, escritores, novelistas, fanáticos y estudiosos de la historia han sugerido otras posibles causas como psicosis paranoica crónica, trastorno bipolar, envenenamiento por tratamiento médico, neurosífilis, demencia temprana, e incluso un colapso mental por falta de apoyo. La historia sigue causando interrogantes a propios y extraños, lo cierto es que, esta historia tan rara como fascinante, puede ayudar a lograr un verdadero diálogo interdisciplinario entre la Historia y otras disciplinas científicas.
Aunque existen muchos misterios, podemos asegurar casi con total certeza algunas afirmaciones: la “locura” de la emperatriz se debió a causas multifactoriales, muchas de ellas detonaron durante el Segundo Imperio, esto y una predisposición genética debidamente documentada pueden ayudarnos a entender en un futuro cercano el misterio de la emperatriz Carlota de México, por desgracia, debido al estigma de las enfermedades mentales en el siglo XIX y a la falta de registros médicos contundentes, es muy difícil llegar a un diagnóstico definitivo. Pero entre toda esta neblina documental una cosa es cierta, el historiador debe abandonar la idea romántica y hasta machista que afirma que la locura de Carlota se debió a que no pudo cumplir su rol femenino y ayudar a su marido. Hoy más que nunca, el caso de Carlota nos puede ayudar a lograr un diálogo más profundo entre la historia y otras disciplinas científicas.