Ha pasado más de un mes desde que debieron renovarse las dirigencias del Congreso del Trabajo y el Congreso Laboral del Estado de México, presididas por Raúl Domínguez Rex y Cuauhtémoc Placencia. Ambos líderes llevan dos reelecciones y, en la actualidad, ya no deberían estar en el cargo. Pero ahí siguen sin estar. Es decir, no sabemos nada de ellos. No tienen presencia pública, pero tampoco nadie ha dicho nada sobre el relevo que debió darse desde el 1 de mayo, precisamente el Día del Trabajo.
Son tres años los que llevan al frente de estas organizaciones. Iniciaron siendo gobernador Alfredo del Mazo Maza, pero hoy Domínguez Rex y Placencia no han dado señales de vida política, sindical o social. La representación en el Congreso del Trabajo y en el Laboral —al menos en el papel— es de más de 600 mil trabajadores, de cerca de un millón de sindicalizados y con registro en el IMSS.
Preguntaríamos, ¿qué han hecho durante el mandato de Alfredo del Mazo? ¿Y ahora con Delfina Gómez al frente? Eso lo tendrán que responder los agremiados, las propias organizaciones obreras. Pero, al menos públicamente, nada se ve. Están desaparecidos.
¿Podríamos hablar de que es una falta de oficio? Por supuesto que no. Son líderes muy experimentados, con muchos años al frente de organizaciones sindicales muy fuertes: CTC y Sindicato de Transportistas, respectivamente. ¿Podríamos decir que es una traición a los trabajadores? Eso también deberán contestarlo los propios representados.
Yo preguntaría: ¿dónde quedaron esos dirigentes aguerridos que solían alzar la voz en temas de salarios, de condiciones laborales, de seguridad? Aquellos que, probablemente, intentaban jugar el papel de contrapeso frente a las decisiones de las autoridades gubernamentales. Ya no hay voz, ni tampoco rostros. ¿En qué momento se les olvidó lo que deberían hacer?
Pero estar callados se torna todavía más grave, no sólo a nivel estatal, sino a nivel nacional, si consideramos que nadie, absolutamente nadie del sector sindical levantó la voz, criticó, peleó (o simuló hacerlo), cuando se discutió en el Congreso de la Unión la dirección que estaba tomando el Infonavit y sus fondos, sus recursos, patrimonio de los trabajadores.
Ellos, los dirigentes de los sindicatos, son los que debieron pelear por ese patrimonio, porque el no haber nada es complicidad. La inacción no es neutralidad. Infonavit, Afores, y ¿seguirá el Seguro Social? También se quedarán callados.
Hay un gran vacío de representación. Antes eran aguerridos, y hoy parece que los trabajadores son sólo soldados, pero que no tienen ninguna forma de defensa.
En contraste, el sector empresarial ahora parece ser más ofensivo. Las cúpulas empresariales del Consejo Coordinador Empresarial y la Confederación de Cámaras Empresariales están muy activas. En el Estado de México hay 80 mil empresas registradas y 60 mil tienen representación sindical. Pero eso parece no contar.
Los empresarios son los que actualmente dan la cara. Tienen reuniones constantes con embajadores, con titulares de secretarías de Estado, con líderes sociales, y las mediatizan. Germán Jalil Hernández, del CCE, y Mauricio Massud Martínez, de Concaem, están presentes en medios de comunicación y en la vida política y social. Se hacen escuchar. ¿Y los líderes obreros? ¿Acaso no tienen, no existen?
Esto, es claro, es un vacío de representación, porque sin un buen liderazgo los contratos colectivos se debilitan y las revisiones salariales pierden. Nadie escucha ni habla de que la canasta básica está por las nubes y no hay forma de que los trabajadores, con el salario que reciben, apenas tienen para vivir. La vida sindical, por lo menos de lo que vemos en el Estado de México, está paralizada, porque sus liderazgos ya ni siquiera fingen que son representantes de las bases.
Es momento de que el sindicalismo recupere su voz y sea un contrapeso real en las decisiones gubernamentales. En una democracia real no hay forma de que sólo sea una parte la que diga lo que debe hacerse. El sector empresarial y el sindical son dos sectores que, ante una débil oposición partidista, pueden lograr que no haya unilateralidad.