Virtud y Vicio

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Publicado en Opinión

Virtud y Vicio

Lunes, 09 Junio 2025 00:10 Escrito por 
Con singular alegría Con singular alegría Gilda Montaño

La palabra virtud deriva del latín virtus, virtutis, que significa fuerza, poder o potestad. Es, por lo tanto, una capacidad espiritual, una fuerza esencial divina, por excelencia, que crece y se aviva con la actividad y, por lo tanto, alienta al iniciado y lo capacita para la lucha interior, contra las bajas pasiones y tendencias, los malos hábitos y las inclinaciones negativas. Para realizar el bien y perfeccionar la naturaleza inferior, el camino de la virtud es absoluto, por cuanto conduce a una realidad espiritual que lleva el signo de la perfección.

Hay más de cien clases de virtudes: prudencia, justicia, fortaleza y templanza, entre otras. Fe, esperanza, caridad, amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, templanza y dominio propio, las teologales.

Los seres humanos nacemos libres y de buenas costumbres. No nos damos por vencidos para nada. Nuestro deber es ser y estar en el momento en que debemos hacerlo. Nacemos como personas serias, trabajadoras, y le damos gran importancia a la vida y la discreción. Lo guardado, lo íntimo, debe ser silencioso. Ser discreto es saber guardar secretos.

Por lo que respecta a la definición de lo que es el vicio, me refiero precisamente al acto de contentar nuestras insanas pasiones; el hábito que pervierte a los instintos humanos y se extiende también, como a la acción de saciar los deseos, cuando viene la desesperación si no se satisfacen. Por último, por perversión de la sana moral y de las buenas costumbres sociales.

Es de destacar que uno de los principales ideales que debe tener el ser humano —y esto lo hace a través de las iglesias— es precisamente su erradicación y conducir el espíritu del hombre, sacándolo del vicio y elevándolo a la virtud.

Aristóteles consideraba que la virtud es el justo medio entre dos tendencias humanas opuestas, que pueden llamarse, en general, exceso y defecto. Defecto: cobardía. Exceso: temeridad. Pero este justo medio no es un simple término, ya que, como el ejemplo mencionado, no es el valor una tibia mezcla de cobardía y temeridad —que solo sería una actitud mediocre—, sino lo justo que es, a la vez, un término medio y un extremo, como si fuera el ángulo vértice de un triángulo ubicado entre dos ángulos de la base, pero superior a ambos. Y así, este justo medio no podrá tener ni exceso ni defecto.

Las virtudes sirven de coadyuvantes, y a través de su práctica continua y perseverante —y ello unido al estudio de la propia esencia— conducen a la perfección. Fundamentalmente con el dominio de la voluntad, observación y atención constante sobre sí mismo, y desde el “ser” se llega al dominio de la mente, el cuerpo y las emociones. Y todo esto, para alguna vez poder llegar a la sabiduría.

¿Habrá sabios en este país? Antes, los ancianos eran los senadores o los ministros de la corte. Realmente eran los que habían vivido ya mucho, eran verdaderamente instruidos, inteligentes y llenos de valores. Eran los sabios.

Hoy estamos ante un desierto de valores y virtudes.

Estamos convulsionando al estado de derecho y a nuestro sistema democrático, que existe hace años. No entendemos que le acabamos de partir el espíritu a la República Mexicana.

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Gilda Montaño

Con singular alegría